Foto Eliana Obregn
Foto: Eliana Obregón

… Sou um homem, sou um bicho, sou uma mulher
Sou a mesa e as cadeiras deste cabaré
Sou o seu amor profundo, sou o seu lugar no mundo…
(Mal Necesario, Ney Matogrosso)

Entre las nieblas quemeras de esa “mierdoteca residual” que hasta no hace mucho supo ser la zona de Villa Soldati en el sur más profundo de la ciudad, no nació, pero sí creció Fabián. Fue desarrollándose a los tumbos y como pudo, así como cualquiera de sus vecinos en ese Bronx de hierro y cemento pintado a los golpes y complejos novedosos de corte deportivo. Allí, este rico guachito poco a poco, cuando las minitas se le empezaron a acercar sin timidez, respondía a medias a esos encuentros cercanos y no iba a pasar mucho tiempo para que comenzara a sentir muy adentro un sentimiento desolador. Nunca disfrutaría de esas historias. Una sensación de competencia en deseos con las pibas en terreno femenino, lo fue acercando al momento de la verdad. Ya no podía disimularlo más. Los pibes, entre las sombras cobijo de las tardes a solas, o en algún rincón del parque cuando el sol se ocultaba, empezaban a varear a quien con el tiempo sería un recuerdo de Fabián. No pasaría los 18 cuando sin rubores y con mucha valentía se rebautizó Lorena. Se extendería el rumor en el barrio y ya pasó a ser “La Lorena”.

Su cuerpo sin necesidad de retoques ni plásticas intervenciones, unos labios a lo Bassinger, esas piernas esbeltas y libres de vello, envidia de sus nuevas compañeras de juego e intereses, la hacían apetecible con propios y extraños, con asumidos amantes de lo distinto hasta por los clandestinos machos de dudosa actitud noble y auténtica. Cuando cumplió los 18 al fin, le permitieron salir como vedette en la murga del barrio, en años de regreso a la democracia por entonces, los “travas” o como se llamaran, tenían lugar para mostrarse en su esplendor y sin rubores de culpas morales sin solución de continuidad. Lorena la rompía y bailaba descalza en cualquier calle, la gente no paraba de aplaudirla a su paso orgulloso y sexy. Hasta las mujeres de la murga la envidiaban en algunos casos y en otros caían de placer por tenerla al lado. Había que “echarle flit” a muchos de otras murgas cuando se sucedían cruces en la espera por entrar en algunos corsos, porque ella generaba deseo.

En el barrio, “La Lore”, era experta en cuidar nenes, ya desprejuiciados los vecinos, solían dejar a su cuidado pagando poco a sus hijos en manos de ella, que era cariñosa y muy atenta. Le encantaban los chicos y su sueño, además de ser abogada, tenía en su centro la ilusión de ser madre como sea… Se lo dijo una noche luego del amor en la cama a su pareja clandestina, porque ella tenía de novio, casado y con hijos. El hombre era picante en la zona. Ella se sentía protegida de alguna manera, pero lentamente le empezó a exigir definiciones y esto provocó que un par de años después tomara una decisión impensada y el barrio, la murga y el cielo se vistieran con una levita de nube tóxica, llorando la ausencia de Lorena. Su cuerpo generoso en formas, su cara dibujada en una estrella de fulgor incunable, una mañana se pobló de dolor y pena, dejando su sombra de luz infinita entre las escaleras y las ventanas de un complejo de monoblocs más despintados que nunca.

Su recuerdo hoy me la acercan en un carro de oro y mirra sobre mi triste mirada plebeya que supo abrigar deseo también ante su paso de bailarina ardiente y murguera como la piel de la calle central de ese barrio anclado al límite. Cruzar a ese límite, solo pude tambalearlo con el corazón en la cabeza y no quería olvidarlo… Ser valiente en estos días en que las calles y una plaza se poblaron de Lorenas, esperando finales más felices en igualdad de oportunidades y amantes despojados de reliquias a fuego en el pecho del futuro, cuando se ven amenazantes por melenas de leones antiderechos. Los estigmas que sean apenas heridas y no un propagar de infiernos terrenales. Atravesado amor o no… mal necesario… como todo amor quizá…r ecordé hoy a La Lorena en su esplendor gorrión de reina arrabalera.

Besos de esquina y abrazos de cancha.





Fuente Telam