No deja de llamar la atención el estilo irrespetuoso de los candidatos de la ultraderecha. Como si el modo en que se habla no dijera absolutamente nada de la fuerza que representan. Hablan, como si estuvieran convencidos de que los argumentos ya no tuvieran importancia alguna y tampoco las propuestas. Según esta curiosa decisión, el que más insulta o es más amenazante o emplea más chicanas descalificadoras se siente el ganador. Es una metamorfosis de candidatos que hablan la lengua de los actores mediáticos de TV, especialmente aquellos que se hicieron famosos por su lengua malsonante, pobrísima y solo provista de un gran arsenal de insultos ofensas. Un signo más del neoliberalismo en marcha. De esta manera, la buena educación, la diferencia entre el fondo y la forma, el respeto mínimo por la presencia del otro y sus seguidores, quedan abolidas. Como si la evaluación del debate dependiera del grado obtenido por el uso sin barreras de la prepotencia. De un modo esperpéntico y atolondrado por la candidata, y de una forma infantiloide y de agresión contenida ( por las inconsistencias que se escuchaba decir) por el candidato.

Por supuesto que habría que separar al candidato de mi amada Córdoba, quien insistió en que al planeta entero le convendría imitar lo que él hizo, gracias a su astucia, en su provincia, digamos que fue arrogante pero correcto.

De este modo, el único debate que hubo fue entre Myriam Bregman y Sergio Massa, quienes no olvidaron lo que significa hablar con respeto y transmitir argumentos. Los que no olvidaron que también el modo de hablar dice mucho de cómo se va a gobernar.

Massa tiene una propuesta de gobierno cada vez más seria, especialmente por el valor que le añade haber asumido en las condiciones más difíciles.

Bregman sabe denunciar muy bien las contradicciones del capitalismo pero el capitalismo convierte a las mismas en su nuevo motor de reproducción incesante.

Si Bregman lograra separarse del antiperonismo histórico de la izquierda argentina y asume el apoyo a Massa en el balotaje, su espacio político alcanzaría un lugar notable.

Si Massa, de quien esperamos que frene a la pesadilla de la ultraderecha delirante, escucha a la nueva izquierda que puede emerger, comenzaría algo distinto en Argentina.



Fuente-Página/12