Profesores e investigadores de Economía en diversas universidades públicas y privadas del país y del extranjero, economistas del sector privado y hacedores de políticas públicas difundieron el domingo una carta abierta donde cuestionan la dolarización formal de la economía que propone el candidato presidencial Javier Milei, pues afirman que será altamente costoso aplicarla, no solucionará los problemas estructurales que enfrenta el país y una vez que demuestre su ineficacia será muy difícil revertir la iniciativa. “La dolarización de la economía es un espejismo que hay que evitar”, sostienen. “170 economistas fracasados que han sido derrotados tanto en las aulas como en los hechos en la lucha contra la inflación vienen a condenar una solución a la estafa monetaria”, respondió Milei desde su cuenta de X con una cita bíblica incluida.
La carta está firmada por especialistas de distintas concepciones ideológicas y políticas como Roberto Frenkel, Miguel Angel Broda, Saúl Keifman, Miguel Kiguel, Pablo Gerchunoff, Javier González Fraga, Daniel Marx, José Luis Machinea, Fernando Navajas, Luis Beccaria, Juan Llach y Marina Dal Poggetto, entre muchos otros. Los autores comienzan describiendo la delicada situación que atraviesa el país, caracterizada por “un estancamiento que lleva ya más de una década -que es, en realidad, una fuerte caída del ingreso por habitante -y un cuadro de crecientes desequilibrios macroeconómicos y descontrol inflacionario”. Luego sostienen que “un intento de dolarización formal sería una desacertada iniciativa de política para hacer frente a los complejos desafíos con que debe lidiar la economía argentina”.
En primer lugar, afirman que una medida de esas características tendría “innecesarios y enormes costos iniciales”. “Carecemos de los dólares necesarios para rescatar la base monetaria y ofrecer un respaldo razonable a los depósitos bancarios (que, aun así, quedarían sin un prestamista de última instancia en caso de episodios de stress financiero). Las propuestas existentes para reparar esta escasez de divisas suponen incrementos absurdos de la deuda pública que comprometerían aún más la percepción de insostenibilidad de las finanzas gubernamentales”, remarcan. Ante ese escenario, advierten que “la única alternativa, entonces, sería dolarizar a un tipo de cambio tan elevado que provocaría una espiralización adicional de la inflación como consecuencia del colapso de la demanda real de dinero que presumiblemente gatillaría el solo anuncio de avanzar en esa dirección. Provocar un estallido (híper)inflacionario no parece un comienzo muy auspicioso para “estabilizar” la economía”.
Los autores sostienen más adelante que, si igual se decidiese avanzar, pese a esos altos costos iniciales, el funcionamiento del esquema de dolarización es inapropiado para las características de la economía argentina, una economía compleja y muy poco correlacionada con el ciclo económico estadounidense. “Con escasa flexibilidad nominal, inexistente integración con los mercados de factores del emisor de la moneda y ausencia de transferencias fiscales compensatorias, la ocurrencia de shocks externos adversos nos sometería a recurrentes períodos recesivos y de elevado desempleo con vistas a recuperar competitividad externa, tal como ocurrió en el final del régimen de Convertibilidad y como muestra la evidencia de los países de la región que han dolarizado recientemente”, afirman.
Además, aseguran que no sería una solución para las recurrentes crisis fiscales que enfrenta la Argentina. “El esquema se basa en la fantasía de que -eliminada la posibilidad del financiamiento monetario- el gobierno estará obligado a equilibrar inmediatamente su presupuesto, algo que también desmienten nuestra propia experiencia pasada y, por ejemplo, el caso de Ecuador que ha experimentado ya un par de episodios de default desde que adoptó el dólar como moneda”, aseguran.
Por último, advierten sobre la enorme dificultad que tendría revertir una medida de estas características. “La eventual eliminación del dólar como patrón y unidad de cuenta en favor de la reintroducción del peso implicaría la ruptura de toda la estructura contractual de la economía. Esto acarrearía grandes costos, algo que ningún gobierno democráticamente electo propiciaría, aun cuando ese régimen monetario fuera inconveniente para el funcionamiento macroeconómico. Frente a esa eventual negativa, la proliferación anárquica de cuasimonedas para responder a una crisis de iliquidez se llevaría consigo todo resto de credibilidad del régimen”.
Frente a todos estos
cuestionamientos, Milei optó por el agravio al calificar como “fracasados” a
los economistas que firmaron la carta y citó además el versículo 19 del
capítulo 3 del primer libro de los Macabeos que figura la Biblia y que dice: “Sepan
que en la guerra la victoria no es de los más numerosos, sino que la fuerza
proviene del cielo”. Luego le hizo RT a la cuenta de un seguidor que cita los
versículos 20, 21 y 22: “Es el orgullo y la impiedad que los llevan, porque
quieren acabar con nosotros, nuestras mujeres y nuestros hijos, y apoderarse de
nuestros bienes. Nosotros, en cambio, defendemos nuestras vidas y nuestras
leyes, y el Cielo los hará añicos ante nuestros ojos. ¡No teman, pues!”.