“Nosotros no somos un corte de calle, somos un desvío de tránsito por un evento cultural, así como si hay un partido de fútbol se desvía el tránsito por un evento deportivo o cuando se corta la 9 de julio por el Mundial del Asado es un desvío por evento gastronómico”, plantea Tito Fiscina, uno de los delegados de las murgas ante la comisión organizadora de los carnavales porteños. El enojo cunde entre las más de 130 murgas porteñas por las palabras del intendente Jorge Macri al anunciar los tradicionales corsos de carnaval como meros “cortes de calle”. Sus expresiones se consideraron un desaire a los más de 15 mil murgueros. Más aún cuando se considera la insistencia oficial –replicada a ciegas en distintos portales de noticias- en comunicar que serán sólo ocho corsos cuando en verdad serán 15, aunque algunos de ellos se realizarán en plazas y parques y otro en un club. Esos 15 ya suponen una drástica disminución respecto a los celebrados en 2023: son apenas el 45 por ciento de los escenarios del año pasado. Además, Ciudad canceló su propia fiesta, el corso de Avenida de Mayo para los feriados de Carnaval, que se había recuperado durante la gestión anterior –y que el entonces ministro de Cultura Enrique Avogadro exhibía con orgullo-.
En off, fuentes de Cultura de la Ciudad aseguran que todo el diálogo con las murgas fue en buenos términos y se hizo “lo más que se pudo” por sostener los corsos. Pero desde las murgas señalan que el anuncio oficial retacea los términos que se habían acordado originalmente. Cuando los convocaron –recién el 15 de enero- para organizar todo a las apuradas, propusieron 28 corsos, entendiendo que la situación económica los alejaba de su ideal de 35. En el tira y afloja de las negociaciones desde Ciudad aseguraban 15 pero estaba abierta la posibilidad de extenderlo a 21, si los corsos mismos se hacían cargo de la totalidad de los gastos de esos seis recorridos extra –en los otros la Ciudad y los corseros se reparten gastos y obligaciones-. El anuncio oficial hundió entre los adoquines también esa posibilidad.
“Nos quieren reducir a corte de calle y es algo que estamos repitiendo mucho porque así anuncian los festejos del carnaval, no que comienza la fiesta más grande de la cultura en la Ciudad de Buenos Aires, no: nos anuncian como cortes de calles”, amplía Fiscina. Desde lo comunicacional, basta con comparar comunicados de años anteriores, también bajo administración del PRO, con esta ala dura y refractaria a la cultura del macrismo. Si en los últimos años desde el Gobierno reconocían el valor histórico y el impacto social positivo que tenían las murgas, la gacetilla de prensa de 2024 parece haberse escrito con una planilla de excel. “Esto es un festejo callejero, barrial, gratuito, popular, incluso te puedo decir descentralizado, porque cada barrio tiene su festejo, es algo histórico. Ellos añoran la Argentina de Sarmiento, pero desconocen que fue quien trajo los corsos a la Argentina”, apunta. “Están obsesionados con el número de ocho corsos y le mienten a la gente diciéndole que de Plaza Irlanda se hace sobre la plaza y no sobre la calle Seguí”, agrega.
Los carnavales porteños suelen sufrir los cambios de administración en los organismos oficiales, pues la asunción de autoridades suele ser demasiado cerca de su realización. Este año, sin embargo, el panorama fue más difícil. Los despidos en toda la plantilla del gobierno local impactaron también entre integrantes de la comisión organizadora – que pertenece a la Dirección de la promoción del libro, las bibliotecas y la cultura-, al punto que el GCBA tuvo que recontratar a algunos de ellos.
Ahora, aunque los carnavales comienzan el sábado 3 de febrero, la comunidad murguera está en “estado de Alerta y Movilización”, atentos a los detalles que falta resolver antes de que suene el primer bombo con platillo. “Nosotros sabemos cómo hacer las cosas y lo que tenemos que hacer y cómo defender el carnaval, que es la fiesta más antigua de la humanidad, nosotros somos parte de ella y estamos orgullosos de ser parte de estos festejos”, advierten. Empieza el carnaval, sí. Pero este año no es todo alegría en la llamada del Dios Momo.