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Foto: prensa

A partir de su colaboración con figuras ligadas al universo del rock, como el caso de David Lebón, Las Pelotas, Eruca Sativa, Fabiana Cantilo y Gustavo Santaolalla, entre tantos, Sonia Álvarez amplió el territorio sonoro y estilístico del arpa, un instrumento que a nivel popular siempre estuvo encasillado en la música tradicional paraguaya y el folclore litoraleño.

Sin embargo, esta intérprete y compositora explora los infinitos recursos que ofrece el instrumento a través de un camino que la llevó primero a recalar en el folclore latinoamericano y el tango, y luego en expresiones cercanas al pop, a las que en un paso más, le sumó el canto y el formato eléctrico, con pedales y efectos incluidos.

Todas estas particulares innovaciones subirán a escena en el show que Sonia Álvarez ofrecerá el próximo 23 de noviembre en el porteño ND Teatro, en donde acompañada por Alejandro Franov en teclados y bajo, Camilo Carabajal en bombo y percusión, y Christine Brebes en violín, repasará sus tres discos solistas, sus varios singles y abordará versiones de clásicos del arpa, como “Pájaro campana” y “Recuerdos de Ypacarai”, y de artistas del rock argentino como Charly García, Luis Alberto Spinetta y Las Pelotas, entre otros.

El espectáculo, que se llevará cabo pocos días después de haber recibido una ensordecedora ovación durante el concierto de Lebón en el teatro Ópera, contará con Alejandro Terán y Mel Muñiz como invitados, aunque la artista se reserva “algunas sorpresas” en esta materia.

“A mí me gusta romper las barreras del instrumento, salir de lo típico, del lugar de confort del arpa, y meterlo en lugares desconocidos, en ámbitos distintos y para públicos totalmente diferentes”, definió Álvarez en diálogo con Télam.

Aunque dio sus primeros pasos con el arpa a los siete años, participó en varias ediciones del tradicional Festival de Cosquín con formaciones de música paraguaya e interpretando diversas composiciones folclóricas, la figura de esta artista comenzó a transitar por novedosos carriles cuando conoció a Terán hace más de diez años y la sumó a una grabación de Bajofondo.

“Hace 30 años que toco y fui pasando por un montón de lugares para llegar acá. Empecé con la música paraguaya, que es de donde viene toda la raíz del arpa, donde están las canciones típicas y todas las técnicas del instrumentos. Fui por primera vez a Cosquín en 1997 con una delegación de artistas paraguayos y regresé en el año 2000 como solista, con un repertorio en donde incluí zambas, chacareras, huaynos y folclore latinoamericano”, narró la artista.

Y continuó el relato de su historia personal: “En un momento fueron muy grandes las necesidades de componer y mostrar mi música. Cuando grabo mi tercer disco, reúno canciones que tenía compuestas y ahí me animo a un nuevo camino. Empiezo a marcar un estilo diferente porque ahí ya había una fusión”.

Así llegó la posibilidad de grabar con Bajofondo, momento en que la artista considera que “empezó a jugar con otros jugadores, a conocer que había otro lado de la música que no era solo el folclore”.

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Desde entonces, acumula en su currículum la cooperación con exponentes de tradiciones musicales tan heterogéneas como Daniel Melingo, León Gieco, Fabiana Cantilo, Natalia Lafourcade, Lito Vitale, Ca7riel, Neo Pistea, Fernando Kabusacki y La Bomba de Tiempo, entre tantos.

La mayor visibilidad se dio en sus colaboraciones con Eruca Sativa, con Las Pelotas en la lectura de “Víctimas del cielo”, que formó parte de “Versiones desde casa”; y con David Lebón en su reciente participación en “Mundo agradable” y “El tiempo es veloz”.

En diálogo con esta agencia, Sonia Álvarez reflexionó en torno a los senderos que decidió abrir a partir del inédito abordaje del arpa y de sus deseos de lograr de esa manera convertirse en una referente.

– Más allá del hecho de fusionar diversos estilos, ¿el colaborar con artistas ligados al rock supuso también el desafío de un abordaje distinto del instrumento a la hora de tocar?
– 
Sí, totalmente. Empecé a ir al frente de otro modo. Hoy por hoy me encuentro en ese lugar de la artista que hace sus canciones y que está logrando en la Argentina romper las barreras del instrumento, marcar un camino distinto en el mundo del arpa. Estoy tratando de hacer ese camino de ser una referente, porque la verdad es que somos muy pocos los que hacemos esto.

– ¿Ese abordaje distinto también se tradujo en el tipo de arpa que usás?
– 
Claro, uso un arpa eléctrica y otra acústica. El arpa eléctrica no tiene caja de resonancia y la toco parada porque la apoyo en un trípode. Además le pongo efectos. La otra es acústica, con caja, pero adaptada también porque pedí al fabricarla modificar las dimensiones de la caja, para que le saque un poco ese sonido estridente, brillante que tiene el arpa paraguaya. Como no quería encasillarme, buscaba otro sonido. La modificación del instrumento y tener un arpa eléctrica me pone en otro lugar.

– Otra novedad en tu estilo es que incorporaste el canto.
– 
Siempre me gustó cantar pero como siempre fui arpista, no me autopercibía como cantante. En 2012, cuando surge la idea del arpa eléctrica, me sentí parte de ese sonido nuevo, ese otro modo que en un principio me parecía medio una locura porque no sabía si iba a poder concentrarme. No sabía si prestar atención a las manos o a la voz, pero al final, con trabajo, logré conjugar ambas cosas. Además, sentía que tenía cosas para decir, no solo dedicarme a tocar. Me surgió ese nuevo instrumento que es la voz y lo fusioné con el arpa. Hoy en día no me imagino tocar sin cantar, aunque en mis shows todavía hay pasajes de música instrumental, pero ya no son tan folclóricos.

– ¿Cambia tu manera de tocar al cantar en relación a cuando interpretás música instrumental?
– 
Un poco cambia porque cuando canto no hago folclore, no me sale tanto, sino que me sale más lo pop, algo más rockero, o más reggae. Es decir, me sale otro tipo de música que no es la que sale cuando solamente toco. Me imagino melodías con la voz y luego tengo que poner el arpa y, al no ser algo folclórico, tengo que tocar distinto.

– Está muy de moda el uso de arreglos de cuerdas por parte de artistas de rock o las lecturas sinfónicas de repertorios rockeros. ¿Por qué creés que en esos casos siempre se apela a los violines y los cellos y no se usa el arpa?
– 
Yo también a veces me pregunto por qué a la hora de hacer algo sinfónico el arpa no está. La verdad que no lo sé. Tal vez, algún prejuicio. Lo mismo pasa a la hora de componer música para películas. Hay tremendas cuerdas, violines, cellos por todos lados y el arpa no está. Supongo que porque es lo más conocido, porque ya está probado y funciona. Con el arpa está la idea de que es un instrumento solista o muy de orquesta, que está en el fondo y aparece de vez en cuando haciendo “prrrrummmm”. Hay que sacarla de ese lugar medio onírico también, de pensar en ángeles, en lo celestial al hablar de arpa. Puede ir en cualquier lado, se puede hacer de todo. Hay que tratar de marcar ese camino, que es lo que estoy haciendo. Y que el día de mañana quede mi nombre como el de alguien que hizo algo distinto en la Argentina con el instrumento.





Fuente Telam