“Me han dicho que en mi música hay mucha imagen y en mi poesía también. Lo cual puede ser porque yo creo que soy primero artista plástico y después fui músico. Entonces esas dos vertientes siempre se encuentran y confluyen”, reflexiona Juan Lorenzo a propósito de Alto ruido, su segundo álbum solista. El guitarrista (entre otros, del emblemático Bombay Bs. As.) presentará su nueva placa este sábado a las 21 en Club Social Cambalache (Defensa 1179) con tres cantantes invitadas –Bárbara Grabinski, Bárbara Aguirre y Noelia Moncada- y el chamamecero Santi Santa Cruz.
Alto ruido –evalúa el propio músico- es fruto de su maduración como compositor, guitarrista y cantor, después de largo tiempo buscando voces ajenas para sus versos. Además, en la placa confluyen temas de distintos compañeros de generación que eligió grabar en versiones instrumentales para destacar la guitarra criolla. “Sé que tengo tendencia a describir en imágenes por mi dedicación a la plástica, pero para lo poético trato de recordar que Borges decía que la poesía es una experiencia sensorial completa, hasta olfativa. Si me quedo con las imágenes creo que puedo saturar, que digan ‘ah, este es el pintor que escribe’”, plantea.
–Es tu segundo disco solista, ¿cómo lo concebiste?
-El primer disco me dio un oficio de solista, porque yo siempre integré conjuntos. Además, creo que estoy cantando mucho mejor y entonces también compongo mejor la canción, porque ya la voz te enseña qué cosas no hacer para no cagarle la vida a los cantantes. Creo que en ese sentido este disco llega en esa madurez compositiva y hasta conceptual. El disco estaba concebido, ya casi todo compuesto antes de la pandemia, y esa fue una cosa que interrumpió todas las actividades, pero vino bien para reflexionar, para terminar de escribir. Una época de mucha introspección. Ahí terminé de cerrar la música.
-Con la pandemia parece el tema “Los días más extraños”, ¿no?
-Claro. Todo el disco venía de antes, pero durante la pandemia terminó de concretarse y de cerrarse. Todo era muy lento, todo se alargaba de a poco. En el 2020 pasó lo de la muerte de mi hijo, que me paralizó completamente. Hasta pensé que no iba a poder ni seguir tocando, ni cantando, ni nada. Iba más allá de componer. Leía poesía y no me pasaba nada. Escuchaba música y tenía que apagarla. Una crisis existencial muy profunda. Hacer el disco fue un poco decidir seguir viviendo y seguir adelante con mi proyecto. Porque evidentemente tampoco me puedo convertir en un ser amargado y abandonar las cosas y vivir en la montaña, algo que consideré también. Pero, ¿qué voy a hacer en la montaña? La crisis me la voy a llevar conmigo. Hacer este disco como también una forma de reafirmar mi existencia.
-¿Cómo fue la elección del repertorio, más allá del tema de Lautaro?
-Hice toda una línea desde “Puente Pueyrredón”, de Pablo Sensottera, que es como una introducción, que empieza con esos retumbos sobre el puente, justamente el puente de la guitarra y el puente, propiamente dicho. Así metí el conflicto del 2000. Y a partir de eso, el resto son como postales. El segundo tema, “Tango de titanio” es una escena más hacia adentro, una escena que ocurre en las milongas de hoy y es más feliz, un poco más luminosa. Ese lo canto mucho cuando me invitan a las radios. También “Mi dulce libélula”, que tampoco es para cumpleaños de 15, pero está un poco más arriba.
-“Blanco del Titánio” surgió en un festival feminista, ¿cómo fue eso?
-Estaba acompañando a mi pareja de entonces, que había ido a hacer unas proyección al festival de Tango Hembra, y ahí vi esa escena de dos pibas, muy pibas, de veinticinco años o menos, bailando descalzas. Una cosa de cuadro de Botticelli, de esas doncellas del Renacimiento. Nunca había visto eso en una milonga. Entonces me disparó escribirle a esa mujer como sujeto de esa época. Busqué convertirlas en una especie de sujeto del tango de hoy. Tal vez por eso es de los temas más luminosos del disco. Ahí no hay contaminación, nadie termina mal.
-En general los varones compositores no agarran temas del feminismo, de las cuestiones de género.
-Sí, yo no es que me quiera hacer el aliade, que también quedás como el ojete, sino que busco registrar los cambios que hay en la época. Eso es ser contemporáneo, ir con el tiempo. Tal vez a muchos varones de mi generación o más les cuesta aceptar que llegaron las pibas, que una mina vino a cambiar todo, que cambiaron los códigos de la milonga. Yo tuve la suerte de ser maestro de guitarra de varias guitarristas muy chicas, que son tremendas músicas hoy. Fui parte de su formación, lo cual también es una cosa de época. Cuando empecé a tocar la guitarra, las mujeres eran pianistas o cantantes, o bailarinas, no había mujeres guitarristas, ¡ni en pedo! Violinistas, algunas. Ahora hay muchas pibas que tocan la guitarra. Me parece que es registrar lo que está pasando, y salirse un poco también de la cosa de la oscuridad. A veces hay un poco también de regodeo en eso. No reniego de eso, yo soy parte, pero en un momento también tenés que saber ver que hay otras cosas que ver.
–¿Y las versiones instrumentales?
-En la EMPA hace rato que enseñamos repertorio nuevo tanto en canto como en guitarra, pero me parecía que no había tantos arreglos de tangos nuevos para guitarra sola. A veces hay temas que están buenísimos, pero son muy pianísticos o son muy orquestales. Así que hay tres canciones, “Puente Pueyrredón”, “Calle” y “Jardín del desierto”, que también tenía una melodía bastante guitarrizable, digamos. “Argentígena”, de María Laura Antonelli, fue remar en dulce de leche. No sé por qué me encarajiné con ese tema, quería llevar a la guitarra algo bastante ajeno, muy antiguitarrístico. Ella es una gran pianista con una formación clásica y toca y compone con esa complejidad de los rusos modernos. Pero creo que estuvo bien.
-¿Por qué le sacaste la letra a las otras versiones?
–Busqué
que desde el arreglo se pueda traslucir lo que dice la música. A mí me gustan
las obras en donde si vos separás la letra y la tocás instrumental, se banca
igual. Para mí cuando la música resiste fuera de su letra, es cuando hay un esqueleto
que lo sostiene bien. Yo quería probar eso que esos temas puedan resistir
también despojarlo de su letra y que desde el arreglo se pueda “ver” lo que
cuentan.