Jamie Dornan, dijo una vez Kenneth Branagh, es una persona demasiado interesante para alguien tan guapo. Al menos ese fue el sentido. “Te sorprende por ser algo más intrigante que su excepcional buen aspecto”, fueron sus palabras exactas, justo en la época en que le dirigió en Belfast, la ganadora del Oscar en 2021 que ayudó a la transición de Dornan fuera de su vagamente poco útil estatus de “el chico de Cincuenta sombras de Grey”. Cuando repito las palabras de Branagh a Dornan mientras tomamos una Coca-Cola light en una oficina de publicidad del centro de Londres, me sorprende la sinceridad de su respuesta. Dornan no se ruboriza ni se encoge de hombros. No me regaña por avergonzarlo. Se queda sentado, conmovido, como si fuera el sentimiento más bonito que ha escuchado en años.
“Man, necesito oír cosas así”, me dice, frotándose suavemente la barba entrecana. “A veces estoy lleno de un jodido odio a mí mismo y de dudas. Es muy, muy agradable oír eso”. Branagh, dice, siempre lo trató como a un igual. “La primera vez que me reuní con él para hablar de Belfast, no creo que hubiera ningún trabajo mío que él no hubiera visto. Había visto cosas de las que yo no creía que nadie hubiera oído hablar, y mucho menos que hubieran salido a la luz. Realmente había hecho su jodida investigación sobre mí”.
Dornan tiene 41 años, es irlandés y dice palabrotas. Su melifluo acento no concuerda con la cantidad de palabrotas que pronuncia. Es famoso desde hace más de una década, pero es una fama que tiene peculiaridades únicas, que ayudan a explicar por qué se sorprende cuando la gente lo toma en serio. Una vez fue, como si su cara no fuera una pista suficientemente grande, un modelo de gran éxito. Calzoncillos, Calvin Klein, de todo. Ahí está el primer golpe. Luego, en 2013, protagonizó junto a Gillian Anderson la serie The Fall, dando amenaza y sutileza al papel de un padre de dos hijos que se pluriemplea como asesino en serie. Sin embargo, todo el mundo lo seguía apreciando. Era extraño. Y luego, un par de años más tarde, se convirtió en Christian Grey, el monstruo en las sábanas, el implacable héroe de una franquicia de difamados cazabobos adaptados de una serie de libros terribles. Era una especie de cáliz envenenado, así que no es de extrañar que esté un poco acomplejado. Por otra parte, empezó muy temprano.
“Lo único para lo que me presentaba a las audiciones era, ya sabés, para ‘el conde que llega montado en un jodido caballo y se carga a la mujer'”, recuerda de sus días intentando triunfar como actor. “Yo venía del mundo del modelaje, así que pensaba que ése era el único tipo de papeles que iba a hacer”.
Pero entonces hizo una prueba para The Fall, consiguió el papel y gustó mucho a la gente. La serie fue uno de esos grandes éxitos que sacuden la cultura: un retorcido juego del gato y el ratón entre una pareja ridículamente atractiva en lados opuestos de la ley. A Dornan le resultó gratificante. “Nunca había tenido la oportunidad de mostrar mi lado más oscuro, y cuando te dicen que lo hacés bien, te impacta”. Juguetea con la anilla de su lata de gaseosa y parece de nuevo muy emocionado.
En El turista, el thriller que vuelve este jueves con una segunda temporada en Netflix, Dornan vuelve a dar miedo. Interpreta a un amnésico que huye por el interior de Australia y que poco a poco se entera de que antes era un hombre muy corrupto que trabajaba para un sindicato internacional del crimen. Parte de la diversión de la serie consiste en ver cómo el Elliot de Dornan se enfrenta a los horribles actos que le dicen que ha cometido pero de los que no recuerda nada; es un poco como Memento, de Christopher Nolan, aunque más conscientemente alocado. La segunda temporada traslada la acción a las ondulantes colinas de Irlanda, donde Elliot y su protectora convertida en novia Helen (Danielle Macdonald) descubren la historia de su familia y aumentan las tonterías: en el primer episodio no sólo aparece un freak con una muñeca sexual por esposa, sino también una abuelita de ojos desorbitados.
“Por la forma en que escriben esos tipos”, dice Dornan, “siempre me estoy preguntando: ‘¿Qué carajo está pasando ahora? ¿Quién es este puto lunático que acaban de traer?”. El turista es obra de los hermanos guionistas Harry y Jack Williams, guionistas recientes de la comedia negra de los hermanos Coen Boat Story para la BBC. Se los acusó de virar a veces demasiado hacia el absurdo, y aunque Dornan dice que entiende esas quejas, también le encanta cuando un guión da un giro brusco a la izquierda. “Sé que a algunas personas no les gustó Boat Story, pero a mí me encantó que fuera tan jodidamente loca. Prefiero ver eso que un puto drama de misterio con… “Parece darse cuenta de mi grabador y se calla. “Iba a empezar a nombrar actores, pero no puedo hacerlo con esa cosa ahí. Pero cualquier cosa rara y no lineal, ¿no es realmente interesante?”
El traslado de El turista a Irlanda significa menos exotismo amarillista esta vez, algo que Dornan admite que fue idea suya. Más bien una exigencia, en realidad. “Si soy sincero, no podría haber hecho esto en Australia otra vez, por razones logísticas para mi familia”, dice. Dornan está casado con la música y compositora Amelia Warner (que ha actuado bajo el nombre de Slow Moving Millie) desde 2013, y tienen tres hijos; todos se mudaron a Australia durante seis meses mientras Dornan rodaba la primera temporada de la serie. “Lo pasamos muy bien”, dice, “pero no puedo estar haciéndole eso a mi familia cada dos años. No es como quiero vivir mi vida”.
También conoce el riesgo de volver a emitir una serie de éxito por más episodios. Después de todo, The Fall se vio afectada por un caso de rendimiento decreciente. Las dos primeras temporadas fueron éxitos de taquilla, pero la tercera fue un agujero negro creativo, algo que incluso Dornan notó en su momento. “Recuerdo tener la sensación de que la gente podría haber prescindido de la tercera”, se ríe. “La primera serie fue vital e impactante, bastante sísmica… y sin duda cambió mi jodida vida de la noche a la mañana. La segunda era inevitable y necesaria. Pero puede que la tercera haya sido un poco exagerada“.
A Dornan siempre le ha resultado difícil evitar oír lo que el público piensa de él o de su trabajo. Sabe que la gente se volvió contra The Fall. Sabe que la gente piensa en él (tal vez, probablemente no) interpretando a James Bond. Ha leído todas esas malas críticas de Cincuenta sombras de Grey. Le digo -aunque no estoy seguro de que me crea- que en realidad me gustó bastante la primera Cincuenta sombras de Grey. Era glamorosa, sexy y parecía tener la medida justa de ironía, sin duda en gran parte gracias a la guionista Kelly Marcel y a la directora Sam Taylor-Johnson. Ambas parecían tratar la premisa con respeto cuando era necesario, pero se burlaban de ella cuando era demasiado tonta como para no hacerlo.
Taylor-Johnson, Dornan y su compañera de reparto Dakota Johnson -la curiosa ingenua de la película junto a su ardiente dios del sexo- eran estrechos aliados, pero su visión compartida de la trilogía chocó con la de la mujer detrás de las novelas, la enigmática E. L. James. Taylor-Johnson declaró en una ocasión que “se peleaban por cada escena”, y comparó su dinámica con James a “vadear cuesta arriba por alquitrán pegajoso”. Al final, James se salió con la suya, Taylor-Johnson fue expulsada de la franquicia y su marido fue contratado para escribir los guiones de las dos películas siguientes (Cincuenta sombras más oscuras y Cincuenta sombras liberadas). Dornan y Johnson estaban obligados por contrato a hacer las secuelas, así que tuvieron que sonreír y, bueno, aguantarse.
“Fue muy diferente sin Sam”, dice Dornan hoy. “Te metés en estas cosas en las que construís toda esa fe y confianza con una persona y luego te la quitan. Hay una ruptura, y se remienda de una manera que no encaja igual que antes”. Esboza una sonrisa irónica. “Voy a decirlo de esta manera: fue difícil por muchas razones. Pero la sensibilidad y la comprensión que Sam tenía sobre todo ello fue, en mi opinión, bastante vital”. Las dos películas siguientes se filmaron seguidas, bajo la dirección de James Foley. “La primera recaudó mucho dinero, pero no gustó a los críticos, lo que cambió las cosas. Fue una experiencia singularmente extraña, y me habría gustado mucho que Sam la hubiera convertido en lo que se propuso en un principio”.
Empiezo a preguntar sobre el frenesí que rodeó a esas películas, en concreto sobre el contingente de fans conspiranoicos que insisten en que Dornan y Johnson han sido pareja en la vida real durante años y son padres de una camada de niños secretos, pero Dornan interrumpe. Entonces la conversación se vuelve bastante oscura.
“Intenté levantar muros alrededor de los fans para no dejarlos entrar”, dice. “Soy bastante bueno bloqueando cualquier ruido asociado con el fandom que sea, sin dejar que me afecte a mí o, lo que es más importante, a mi familia”. Suspira. “He estado involucrado en situaciones que afectaron a mi familia. Tuve una situación de acoso antes de la epidemia de covid. Fue jodidamente aterrador. Alguien apareció en mi casa cuando mis hijos estaban allí. No fue algo…” Se detiene. “Cuanto más pueda bloquear eso, mejor será para mí y para la familia”.
Cuando ocurren cosas así, me pregunto: ¿cambia eso su forma de elegir el trabajo? ¿Volvería a hacer algo tan grande? “No lo sé, porque, obviamente, fue una secuela de Cincuenta sombras y la histeria en torno a esa franquicia”, dice. “Nunca volverá a haber nada como Cincuenta sombras. Se sentía como algo propio, sobre todo porque se centraba en el sexo. Pero es evidente que hay otros trabajos que suscitan un escrutinio demencial, como los de superhéroes o los del jodido James Bond, cualquiera de esas cosas. Hasta ahora he evitado bastante bien ese tipo de mierdas”.
Pero ha expresado su interés en ello. En 2021 declaró a The New York Times que se había reunido con Marvel y que le encantaría tener una carrera como la de Robert Pattinson, que puede moverse sin problemas entre las películas caras de los estudios y las independientes más alocadas. Y nos reunimos unas semanas después de que un informe afirmara que Dornan había hecho recientemente una prueba de pantalla para el reinicio de Los Cuatro Fantásticos de Marvel, pero que Pedro Pascal le había arrebatado el papel de Mr. Fantástico. Dornan se apresuró a desmentir esa noticia.
“Creo que si sos un actor de cierto prestigio, que goza de cierto reconocimiento, vas a estar en esas conversaciones”, afirma. No estoy diciendo que nunca vuelva a hacer algo de perfil muy alto, o una gran propiedad intelectual con todas las miradas puestas en ella… Probablemente lo haga. Pero también estoy muy contento con mi situación actual. Puedo vivir una vida bastante normal en su mayor parte. Puedo sentarme en el subte y estoy bien. Soy una persona ambiciosa, pero en los últimos diez años me he dado cuenta de que no quiero grandes cumbres todo el tiempo. Eso no me interesa. Me conformo con seguir funcionando como hasta ahora, y un día desaparecer y dedicarme a jugar al golf el resto de mi vida”.
Si Dornan parece ambivalente, es sólo porque fue mucho más lejos que la mayoría. Nació de padres a los que se impidió perseguir sus sueños creativos: su padre se vio obligado por los suyos a rechazar una plaza en la Real Academia de Arte Dramático, mientras que a su madre sus padres no le permitieron estudiar arte. A su madre no le permitieron estudiar arte, sino que la empujaron hacia actividades más prácticas, como la medicina.
“Me habría quedado en un limbo si no lo hubieran hecho, porque sólo se conocieron porque mi padre fue a la facultad de medicina y mi madre a la de enfermería”, se ríe. “Pero ha habido algo encantador en una especie de vivir indirectamente a través de sus sueños”. La madre de Dornan murió de cáncer de páncreas cuando él tenía sólo 16 años, pero su padre -que falleció en 2021- pudo ver florecer su carrera como actor. “Algunas personas, y en particular los chicos, pasan toda su vida sin que su padre les diga nunca que les quiere o que está orgulloso de ellos”, dice, “pero yo recibí eso literalmente todos los días de mi padre. Pude llevarlo a los estrenos y hacerle vivir muchas de las cosas buenas que me han pasado en la vida, y eso le gustó mucho.”
Cada vez que Dornan conseguía un trabajo como actor, su padre le llamaba y le preguntaba con quién iba a trabajar. “Gente de puta madre, como Sebastian Stan o Anthony Mackie o Kristen Wiig, pero obviamente papá nunca conocería a ninguno de ellos”. Belfast, sin embargo, fue diferente. “Fue muy cool poder decir, ahh, estoy trabajando con Judi Dench y Ciaran Hinds, y Kenneth Branagh está dirigiendo – es como… ¡Guau!”.
El padre de Dornan murió antes de que pudiera ver Belfast, pero sí pudo ver Barb and Star Go to Vista Del Mar, otra de las películas favoritas del actor, sobre todo porque supuso un gran cambio para él. La comedia de 2021 sirvió a Kristen Wiig como continuación de Damas en guerra, y giraba en torno a una excéntrica pareja de amigos que deben impedir que un supervillano libere una horda de mosquitos asesinos sobre un público desprevenido. Dornan interpreta al increíblemente insípido secuaz del villano, que en un momento dado monta un elaborado número musical en el que hace piruetas sobre dunas de arena y canta una serenata a una gaviota. Con toda seriedad, es el mejor trabajo de Dornan hasta la fecha.
“El covid se cargó esa película (N. de la R: iba a estrenarse en cines, pero fue directo a plataformas), pero ahora tiene tantos seguidores de culto”, afirma. “Probablemente soy más parecido a ese personaje que a cualquier otro que haya interpretado, aunque un poco más inteligente. Creo que en el fondo soy un jodido tonto, ¿sabés?”.
Recuerda a su familia volando para verlo durante el rodaje, y su visita coincidió con el día en que estaba rodando su número musical. “Estoy en una moto de agua en la playa, con la máquina de viento en el pelo, haciendo playback y toda esa mierda estúpida”, cuenta. Millie se me acerca y me dice: “¿Saben que te estás interpretando a ti mismo? Y yo: ‘Callate, se supone que no deben saberlo'”.
Empieza a entenderse a qué se refería Sir Kenneth.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.