El dramaturgo croata Ivor Martinic y el actor salvadoreño Guillermo Miranda se conocieron hace cinco años, cuando un amigo en común los puso en contacto a partir de unas stories en Instagram. Martinic estaba al frente de un proyecto vinculado a la fotografía y Miranda recién llegaba a España. Hubo un primer encuentro, hicieron algunas pruebas y desde ese momento empezaron a trabajar juntos. El croata dice que “hubo algo de destino” en ese proceso. Ahora están de visita en Argentina para presentar la nueva obra de Martinic basada en las experiencias de Miranda, Drama feliz de un joven del país más violento del mundo, que puede verse todos los viernes de octubre a las 20.30 en Moscú Teatro (Ramírez de Velasco 535).

“Cuando tuvimos el
primer contacto yo no hablaba muy bien español y él no hablaba casi nada de
inglés, entonces me contaba su historia pero no entendía mucho –recuerda Martinic–. Cuando
pude dominar mejor el idioma, comprendí que me
estaba contando cosas terribles de su vida pero siempre con una sonrisa. ¿Cómo puede narrar ese trauma con la sonrisa dibujada en la cara?, pensé. Me di cuenta de que es una
buena manera de vivir porque ahora también conozco a su familia y es muy
interesante el fenómeno que ocurre en El Salvador“. Una encuesta realizada en 2015 arrojaba el dato de que era el país
más violento del mundo,
con más de 38 asesinatos por día (algo que cambió en los últimos tiempos, según comentan los entrevistados). Sin embargo, en ese mismo
momento otra encuesta muy popular indicaba que los salvadoreños se sentían los más
felices del mundo.
De esa paradoja nació esta obra.

–¿Cómo fue el proceso de escritura a partir de esos recuerdos?

Guillermo Miranda: –Cuando hablamos yo no sabía que él era escritor. Al enterarme tuve un poco de vergüenza de exponer todo, pero me dijo
que quería trabajar en un proyecto escribiendo sobre mí y la verdad me dejó sin
palabras. Al inicio tuvimos la idea de hacer un cortometraje, pero como Ivor tiene más experiencia en el ámbito teatral, fue ahí. Me dijo
que eligiera fotos felices de mi vida, yo seleccioné 66 pero me advirtió que no podían ser tantas, así que finalmente nos quedamos con 10.
Fuimos escribiendo a la par, viendo qué se podía
utilizar para armar este rompecabezas que abarca niñez, pubertad, juventud y esa primera impresión al llegar a España.

Ivor Martinic: –Él había elegido 66 fotos pero no todas tenían una potencia dramática para contar algo, fue interesante el proceso de selección. A mí me gusta usar la experiencia del teatro para contar historias reales que sean diferentes cada vez, sin que se convierta en un producto estandarizado que vamos presentando en cada lugar. Entre nosotros hacemos una residencia para crear un lenguaje. Los dos somos extranjeros en España y tenemos una mirada, por eso me gusta trabajar con gente de otros países: en este proyecto hay una música de Croacia (Maja Posavec) y un fotógrafo de Turquía (Gabriel Vorbon); es una comunidad internacional que brinda su punto de vista. Y el proceso de la obra nunca está cerrado, siempre cambian cosas. En esta versión hay muchísimos elementos nuevos porque el espacio aporta nuevas ideas.

Miranda la define como “una obra viva”, en permanente mutación. Y como la materia prima es su propia vida, también se permite algunas licencias para modificar pequeñas cosas sobre el escenario porque el sentido de los parlamentos cambia según la sensibilidad de cada día. “La versión que hicimos en España no tenía el video documental de mi madre y ese es un avance dentro de la historia, porque mi mamá era quien sugería que no le contara nada a nadie. Antes la obra empezaba con una energía más masculina y ahora es súper queer porque revela también mi evolución como persona. Se basa en mis memorias pero partiendo de quién soy yo ahora”, destaca.

–¿Qué aportaron los viajes y cruces con gente de otros países?

G. M.: –De El Salvador fui a España como refugiado. Mi refugio es por coacción a la libertad, algo que tiene que ver con el movimiento LGBTIQ+. Llegué huyendo de mi país debido a la falta de expresión, pero ya ni siquiera pasaba por ahí sino que directamente peligraba mi vida. La verdad, no me apetecía que me pegaran una paliza en la calle; viví dos atentados grandes y había llegado a mi límite. Aplicamos a otros países antes, pero a mi hermana le salió un trabajo en España y apareció esa opción en el mapa así que hacia allí fuimos. En verdad no sabía nada sobre Barcelona o Madrid, sólo había visto fotos en Google. Pero terminé ahí y todo fue fluyendo en el mundo del arte.

I. M.: –En mi caso, me mudé de Croacia a España en 2016. Tenía mucho miedo de perder sensibilidad para la lengua croata, pero una dramaturga me dijo que iba a descubrir cosas nuevas y creo que eso me liberó en algún sentido. En Croacia trabajaba sólo como escritor, tenía miedo de subirme al escenario porque pensaba que la dramaturgia era algo intermedio entre la literatura y el escenario, aunque no es ninguna de las dos. Por entonces me limitaba a saludar a la gente que hacía mis obras porque quería darles libertad, no indicarles cómo creía que debían ser representadas. En España sentí que necesitaba empezar de cero y crear un nuevo lenguaje, entonces ahora dirijo mis obras y estoy como performer en el escenario. Eso fue habilitado por mi experiencia en España y es algo que quiero compartir con el público de Argentina.

Martinic y Miranda vinieron en un viaje relámpago, pero aún así se las ingeniaron para organizar una agenda que les permita ir a ver teatro además de hacer la obra. Vieron Gaviota, versión libre de Chejov a cargo de Guillermo Cacace en Apacheta Sala Estudio y El mecanismo de Alaska de Los Pipis en Timbre 4, entre otras. “Aquí hay una escena enorme de teatro independiente y mucho público, se habla de teatro en cada esquina. Eso no existe en España o Croacia”, celebra el autor de reconocidas piezas como Mi hijo solo camina un poco más lento o Sería una pena que se marchitaran las plantas. Y Miranda agrega: “Hay unos montajes súper sencillos y muchísimo talento. Y tomando un café en cualquier terraza puedes escuchar que en la mesa de al lado están conversando sobre la obra de teatro que están haciendo. Eso es alucinante”.

* Drama feliz de un joven del país más violento del mundo puede verse los viernes de octubre a las 20.30 en Moscú Teatro (Ramírez de Velasco 535). Las entradas se pueden adquirir por Alternativa Teatral.



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