No se trata de quedarse tirado por días sin salir de la cama, bajando cajas de pañuelitos de papel tissue. O a lo mejor sí. Cada uno sabrá la intensidad de su dolor. Porque del latín tardío, dollus, dolor, deriva la palabra duelo. El fin de una relación amorosa implica una pérdida. Hay sueños, ilusiones, deseos que naufragan cuando sobreviene la separación, más allá de cuánto haya durado el vínculo. Y toda pérdida conlleva un necesario e inevitable proceso de duelo.

Permítanme dudar de una historia de amor que termine sin dolor para sus protagonistas. ¿Fue realmente amor en ese caso, más allá de lo que declaren? La pregunta viene a cuento de esta saturante ristra de personajes mediáticos que además de hacer un circo sin cortes de lo que alguna vez se llamó vida privada, muestran con total desenfado y como si fuera lo más natural del mundo, sus flamantes romances apenas días después de haber terminado con la relación anterior, que en muchos casos llevaba años e incluía hijos. Con todo lo que eso implica.

A propósito, digresión al margen: más allá de lo impostado de la mayor parte de sus posteos, pensados más para provocar al otro/a que para demostrar un genuino amor, ¿cómo hacen para subir tanta cantidad de fotos por día? ¿Hay un fotógrafo apostado las 24 horas al lado de la cama? ¿Y la intensidad amorosa que proclaman? ¿Y la presentación a los hijos, cuando hace cinco minutos que están juntos?

Sea como fuere, y al margen de lo que vocifera Shakira con eso de que las mujeres ya no lloran sino que facturan, -aunque más de un año de canciones de despecho es una forma del llanto-, llorar por un amor perdido no es ninguna ignominia; es, apenas, humano. Ya lo dijo Neruda: “Es tan corto el amor y tan largo el olvido…”.



Fuente Clarin.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *