¿Puede ser X un lugar donde auscultar el estado de ánimo del Presidente? ¿Y, por extensión, del Gobierno? No sólo puede serlo, sino que quizá sea uno de los mejores escenarios en los que tomar el pulso a Javier Milei, tuitero nato que se autodefinió como “un animal de redes sociales”.
La red de su admirado Elon Musk es la cancha donde Milei juega de local y se sintió (¿se siente hoy?) ganador desde que comenzó a transitar su vida política, y donde fortalece el vínculo con sus fieles, con la convicción de que “no necesita intermediarios” en esa comunicación.
Desde la trinchera de X impuso su agenda, amedrentó a sus adversarios y era (es) su fuente primaria de información. Monitorear las redes para likear y retuitear a oficialistas es el ejercicio de gestión más importante en términos de comunicación. La savia que nutre al organismo libertario.
El Presidente la “picanteaba” en X como ninguno.
Pero el pasado verbal no es casualidad.
Los datos no son dramáticos, pero muestran una tendencia. Veamos: en los 14 días previos al viralizado (y borrado) tuit sobre el lanzamiento de la criptomoneda Libra, es decir hasta la noche de ese viernes negro para su gestión, Milei había escrito durante febrero 35 posteos originales (no cuentan retuits y likes). Sin llegar a los números de un año atrás, cuando un informe de la revista Noticias había consignado 41 tuits originales en una semana, es decir casi 6 por día, el Presidente seguía mostrando su entrenado músculo digital.
Sin embargo, algo sutil pero relevante parece haber cambiado desde entonces. Si se toman los primeros 16 días de marzo, Milei escribió 24 posteos, con una salvedad para tener en cuenta: 8 los hizo el domingo 2 de marzo para defender a Santiago Caputo y descalificar como mentiroso a Manes, luego del enfrentamiento entre ambos en el Congreso. Si se excluye a ese domingo de furia, el Presidente sólo posteó 16 veces en lo que va del mes.
La merma en su actividad en X es verificable, y desde mediados de febrero prioriza retuitear a las cuentas afines que potenciar su propia voz, la que le permitió construir gran parte de su identidad de “outsider”.
Si se considera la frase “Mi cuenta de Twitter la manejo yo”, con la que muchas veces reivindicó con orgullo su autoría sobre lo escrito, no quedan dudas de que hoy transita una etapa de cierta moderación que se adivina incómoda, alejado de su herramienta favorita. Quizás no un problema en toda regla, pero sí un síntoma.
En la vereda opuesta, quien parece haber encontrado “su voz” en la red social es Cristina Kirchner, que construyó desde su “Che Milei” un género tuitero que la distingue, al menos en términos de la resonancia de sus dichos. Guste o no por simpatías políticas, el “Che Milei” (intercalado con algunos “Ay Milei”) funciona ya como un sello que desafía y prepotea al Presidente, se viraliza, deriva en los medios de noticias y lo interpela con mayor potencia que ninguna otra voz opositora.
Desde diciembre de 2024 fueron nueve las intervenciones de la ex vicepresidenta de Alberto Fernández, casi una por semana durante este marzo, en un sprint tuitero que confirma la sospecha de que olfatea la vulnerabilidad actual del oficialismo.
Y mientras que en septiembre y octubre Milei respondió golpe por golpe con provocativos posteos en X a las críticas de Cristina, en estas semanas prefirió no hacerlo.
Si pudiera pensarse la dinámica política como una pulseada en X, hoy Cristina Kirchner aparecería inclinando el brazo digital de Milei. No es un dato menor pensando que el Presidente levantó allí su fortaleza.