El escándalo de Watergate estalla en junio de 1972. Una madrugada, son detenidas cinco personas, mientras salían del Hotel Watergate, donde el Partido Demócrata había establecido su sede de campaña para las presidenciales de noviembre de ese año.
Se enfrentaban el presidente republicano Richard Nixon, buscando su reelección, y George McGovern, un liberal demócrata. El FBI verificó que los detenidos habían instalado micrófonos en las oficinas demócratas.
Comienza así una investigación, fogoneada por el periódico Washington Post y dos periodistas – Woodward y Bernstein- que recibían información de una fuente oculta -llamada “Garganta Profunda”- y todo apuntaba a la Casa Blanca como responsable de una operación de espionaje ilegal.
Pese al impacto público enorme, Nixon gana su reelección con el 55% de los votos contra el 42% de McGovern y parecía que el episodio se diluiría rápidamente. Sin embargo, no fue así, varios testigos y “arrepentidos” comenzaron a apuntar directamente al presidente Nixon como el autor de la orden de espiar a los Demócratas.
En esos años, Nixon comenzó a dar muestras de una creciente paranoia, que lo llevará al extremo de dictar una “Orden Ejecutiva” por la cual debían grabarse y filmarse todas las reuniones que se hicieran en la Casa Blanca. Avanza la investigación judicial durante todo el año 1973 y crece como “comidilla” de los pasillos del poder washingtoniano.
Pese a los hechos internacionales que llenan las primeras páginas de los diarios de todo el mundo -la derrota americana en Vietnam, el éxito del acercamiento a China y el fin del Patrón Oro- el “pequeño conventillo” de la capital norteamericana siguió creciendo más y más….
Nixon pretendió imponer el planteo que los “actos del Presidente” estaban fuera del control judicial, pero una decisión de la Corte Suprema voltea este criterio y el juez Joseph Sirica ordena la entrega de las cintas y los videos que mostraban al presidente Nixon dando la orden a su asesor -John Dean- de instalar los micrófonos en el Hotel Watergate ( Dean y el FBI aportaron el día y la hora de la reunión en la Oficina Oval).
Nixon intentó destruir las cintas pero su colaboradores se negaron y rápidamente se verificó que se había habían constituido las mayorías parlamentarias para que fuera condenado en un juicio político. El 9/8/1974, finalmente, Nixon renunció al cargo y el vice presidente que lo sucedió -Gerald Ford- lo indulto preventivamente para sepultar el episodio.
El caso del Criptogate está recién comenzando y tiene un largo recorrido judicial por delante. La diferencia central entre los dos episodios radica en que Nixon dio la orden de instalar los micrófonos, mientras que, todo indica hasta la fecha, que el presidente Milei fue víctima de un engaño por parte de un inescrupuloso grupo de cripto-operadores que abusaron de su confianza y su entusiasmo en promover las nuevas tecnologías relacionadas a la IA y los mercados financieros no regulados.
Las acciones legales iniciadas en el exterior y en Argentina, aclararán estos extremos y permitirán identificar a los verdaderos responsables de la estafa investigada (si efectivamente se verifica que hubo delito). Por el bien del crédito internacional de Argentina, esperemos que la investigación no se demore y que las conclusiones de los juzgados intervinientes coincidan, y así pueda dejarse atrás toda duda sobre el comportamiento de la Casa Rosada.
La credibilidad de los presidentes es la de los países y debe ser cultivada y honrada.
El caso Watergate significó un punto de inflexión que modificó para siempre el sentido ético del comportamiento de las mas altas autoridades en los países con democracias republicanas. Los que intenten dar vuelta las agujas del reloj para atrás, fracasarán.
Diego Guelar es ex embajador en EEUU, la UE, Brasil y China.