“Muzzle velocity” es un término en inglés que se traduce como “velocidad en la boca del cañón” y se refiere a la velocidad con la que un proyectil sale del cañón de un arma de fuego en el momento del disparo. El término ha sido usado metafóricamente para describir la estrategia de comunicación de Donald Trump, especialmente en su relación con los medios.
La idea detrás de esta analogía es que la velocidad con la que un proyectil deja el cañón representa la rapidez y contundencia con la que se lanzan mensajes, ataques o narrativas en el ámbito político y mediático. La incorporó Steve Bannon, ex asesor estratégico de Trump, y uno de los principales arquitectos de su estrategia de comunicación. Y allí puso su foco Ezra Klein, editor de Opinión del New York Times para advertir sobre la naturaleza de este juego, sus reglas y sus riesgos.
Algunas formas en que esta metáfora ha sido aplicada a esa estrategia incluyen: 1)La rápida dispersión de mensajes: declaraciones impactantes y provocadoras en redes sociales (especialmente en X) o en discursos, lo que hace que sus palabras “viajen” rápidamente y dominen la conversación mediática, 2) Ataques preventivos y agresivos: al igual que un proyectil con alta velocidad de salida, los mensajes llegan con fuerza antes de que sus oponentes o la prensa puedan reaccionar, dándole ventaja en la narrativa pública, 3) Desorientación de los medios: la gran velocidad con la que lanza nuevos temas o polémicas busca evitar que la atención pública quede fijada en un solo tema, escándalo o crítica.
Esta operatoria de “guerra mediática” se ha vinculado con otras estrategias como la de “shock and awe” (conmoción y asombro), en las que el impacto inmediato y la intensidad del mensaje importan más que su precisión o veracidad. O lo que llaman el “flood the zone with shit” (embarrar la cancha): lanzar una cantidad abrumadora de información, escándalos, ataques y declaraciones polémicas a tal velocidad que los medios y el público quedan desbordados, dificultando el chequeo o el análisis en profundidad de cada afirmación. O provocar que los medios, en su intento de refutar cada declaración, terminen amplificando el mensaje.
“Apenas hemos tenido tiempo para comentar un evento -describe Giuliano Da Empoli en Los ingenieros del caos (2019)- cuando otro lo ha eclipsado ya, en una espiral infinita que cataliza la atención y satura la escena mediática”. Pero la estrategia tiene sus riesgos, no es infalible y puede volverse en contra: daños auto-infligidos, efectos búmeran y “tiros por la culata”.
Los estrategas, “ingenieros del caos” y aprendices de brujo pueden terminar enredados en sus propias redes, víctimas de sus propias celadas, arrastrados por los vientos que agitan. Tuvimos en estos días ejemplos cercanos y elocuentes de ello a propósito del “criptogate” y sus derivaciones. Acaso el presidente Milei haya podido conversar sobre el asunto con Bannon, en la conferencia ultraconservadora de la CPAC, durante estos días en Washington.