En la última semana el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, durante el encuentro con su par francés, Emmanuel Macron, advirtió que, si la guerra en Ucrania no termina pronto, este conflicto nos podría conducir hacia una Tercera Guerra Mundial. De la misma forma, otros líderes de peso internacional, entre ellos el Papa Francisco, habían anticipado este deterioro y nos habían señalado que “hace años que estamos viviendo la Tercera Guerra Mundial a pedacitos, en capítulos.”

De hecho, en el mismo momento en el que escribo estas líneas, hay más de 50 enfrentamientos armados en el mundo, pero sobre todo las guerras en Ucrania y en Gaza han ensombrecido el horizonte de paz en nuestro planeta. Durante los últimos meses, ambas regiones han “contaminado” la tierra con la sangre de miles de personas. Las bombas no sólo han dinamitado la existencia y las viviendas de los habitantes de esos suelos, sino también nuestras relaciones, nuestras esperanzas y nuestros anhelos de un mundo más humano. Estas contiendas en curso generaron profundas fisuras y divisiones en nuestra convivencia y la pérdida de cada vida inocente es comparable a un obstáculo más en el camino de la reparación.

Ante un pronóstico tan oscuro, se manifiesta lahora una chispa de esperanza, especialmente para el credo musulmán que sufre los capítulos bélicos en sus propias sociedades, sea en el Medio Oriente, en Siria, en Sudan o en Burkina Faso. Por ello, muchos fieles del islam esperaban con ansiedad el primero de marzo que marca este año el inicio del mes de Ramadán. Ayunar durante este periodo, que es el noveno mes del calendario islámico, es uno de los cinco pilares de la religión. Es, de por sí, un mandamiento obligatorio para todos los musulmanes, aunque se contemplan algunas excepciones. Por ejemplo, están exentos aquellos que estén enfermos o tengan una salud delicada, las mujeres embarazadas o lactantes y aquellas que transiten su período menstrual, niños y adolescentes que aún no alcanzaron la madurez física o también los que se encuentren de viaje. Estos fieles deben recuperar con posterioridad las jornadas en las que no realizaron el ayuno o, como expiación, alimentar a una persona necesitada por la misma cantidad de días perdidos.

En su esencia, Ramadán es un mes sumamente importante en la vida de cada musulmán. Durante este lapso, uno no solo se abstiene por un mes desde el amanecer hasta el atardecer de la comida, la bebida y las relaciones sexuales, sino que se esfuerza por mejorar su estado espiritual y moral. En este sentido, el ayuno que se lleva a cabo no es una mera dieta, sino que es un camino para vivir en paz y encontrar la cima de nuestra espiritualidad.

En conclusión, mientras muchos de nosotros ayunaremos durante el mes de Ramadán por propia elección, no olvidemos en nuestros pensamientos y oraciones aquellos rincones del planeta donde el ayuno no es una opción, sino una imposición y la consecuencia de una violencia desmedida. Es mi profundo deseo que este Ramadán sea un punto de reconciliación para cada creyente con Su Creador y, al mismo tiempo, para todas las sociedades y pueblos confrontados, especialmente en Ucrania y en Gaza.



Fuente Clarin.com

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