La caída del 5% del dólar del miércoles que llevó al tipo mayorista a $ 1.135, el contado con liquidación a $ 1.175 y el blue a $ 1.255 pareció encaminar al mercado hacia el objetivo cambiario de Javier Milei.
Desde el arranque del nuevo esquema de flotación del dólar con una banda de cotización que va de los $ 1.000 a los $ 1.400, el Presidente fue enérgico en pronosticar que el dólar se ubicaría en mil pesos e incluso por debajo de ese nivel.
Fue en simultáneo al primer salto del dólar cuando el oficial había tenido una suba de 9% y los agentes económicos habían comenzado a actuar en consecuencia a lo que consideraban una nueva realidad cambiaria.
Las reacciones fueron casi instantáneas en una semana corta pero vertiginosa: subió el dólar y comenzaron los aumentos de listas de precios que, en un primer momento, fueron resistidos por los supermercados y el comercio mayorista y que contó, a las pocas horas, con el apoyo a esa resistencia del ministro de Economía Luis Caputo.
Ese juego de presiones está en proceso de alcanzar algún punto de equilibrio en un contexto plagado de interrogantes respecto de como terminará articulando un esquema que presenta fortalezas pero, también, debilidades marcadas.
El deseo del Presidente de que el dólar baje a $ 1.000 (sería bajo de arranque, ya que resultaría 12% más bajo que el dólar blend que recibían los exportadores antes de la fijación de la banda) tomó por sorpresa, especialmente, al sector agroexportador que esperaba una mejora y ahora se encuentra con que no sería tal.
El campo podría tener que enfrentar una situación de dólar barato en el momento que empieza la liquidación fuerte de las exportaciones de soja y maíz y todo avalado por un Presidente que ya les advirtió que liquiden ahora porque en dos meses vuelven a subir las retenciones.
Y el dilema entre tener un dólar en el piso de la banda en el intento de moderar las subas en los precios de los alimentos y la necesidad de que los exportadores liquiden sus dólares para que el Banco Central pueda comprar divisas para fortalecer las reservas y poder cumplir con las metas acordadas con el FMI se exponen ahora de manera clara y con límites precisos.
El Fondo Monetario le exige al Gobierno que compre US$ 4.900 millones en el mercado cambiario para fortalecer las reservas netas del Central, un objetivo que a priori, con dólar barato, puede resultar ambicioso.
La fortaleza que ahora tiene el Gobierno es el acuerdo con el FMI y los US$ 12.000 millones del desembolso inicial, que constituyen un argumento potente para manejar el mercado cambiario en el corto plazo.
Sobre la intervención en la banda cambiaria, el FMI sostuvo que “las ventas de dólares dentro de la banda no están previstas” coincidiendo con los funcionarios de Economía y abriendo interrogantes sobre el funcionamiento de un esquema que plantea 40% de brecha entre puntas en un país tan dolarizado como es la Argentina.
Una de esas dudas gira en torno a la “efectividad” del carry trade (hacer inversiones en pesos apostando a que el dólar baje a $1.000 y se quede oscilando en ese nivel) con una tasa de interés que oscila en 2,9% mensual para depósitos grandes.
Apostar al “carry trade” con Letras Capitalizables en Pesos (Lecaps) que ofrecen rentas en torno de 2,5% mensual cuando el dólar está en el piso de la banda tiene más riesgo que si se tratase de una operación a realizar en el techo de $1.400 cuando se supone que la intervención del Central resultaría efectiva.
El Gobierno, ahora con la billetera de dólares cargada y la liquidez en el sistema financiero estrecha, se presentó como dominante de la situación tanto en el intento de contener la suba de precios como para incentivar la baja del dólar de la mano del desembolso del FMI.
Seguir la compra de dólares de las exportaciones en el medio de un mundo tan cambiante por el shock arancelario dispuesto por el presidente Donald Trump en EE.UU. resultará además un esfuerzo adicional a la intención del Gobierno de que el dólar vaya para abajo en una nueva etapa para la historia del peso sobrevaluado.