En toda su extensa vida, Enrique Fasuolo (85) estuvo vinculado con la música. Como maestro en escuelas y hasta como director del Conservatorio Nacional. También, como instrumentista, tocando piano y sobre todo bandoneón, en las calles de Buenos Aires y en las estaciones de subte. Hasta que el martes sucedió lo inimaginable para él: le robaron su amado bandoneón.
A los 85, Fasuolo lleva 40 como artista callejero y hoy atraviesa el momento más amargo de su vida musical: a metros del Obelisco, le robaron a punta de pistola su bandoneón marca Germania, de nácar, que cuesta 3.000 dólares y que ya no se fabrica más. Lo había adquirido a principios de los ’80 en un remate del Banco Ciudad.
El robo fue el martes, pasadas las dos de la tarde, ante la mirada indiferente de cantidad de peatones que frecuentan la zona y sin policías cerca. “Me pusieron un arma en el pecho, quedé paralizado y lo entregué”, balbucea entre el dolor y la emoción.
“Me habían robado en otras ocasiones la plata que me dejaban los que me escuchaban tocar, pero nunca había atravesado por un shock semejante”. Sin embargo, Fasuolo, que vio a su victimario, un hombre de unos 40 años, sólo atinó a decirle: “Que Dios te bendiga”. Asegura el músico que no tiene rencor y sí una profunda fe, por eso confía en que puede reencontrarse con su instrumento.
Fasuolo escucha poco, le cuesta hablar y el bandoneón, que tiene hace cuarenta años y representaba su tesoro más valioso, lo era todo. “Ahora no me puedo comunicar ni expresar”, dice con profunda tristeza, acompañado de su amigo y alumno Carlos Alberto, quien colabora en este difícil trance y le dice con orgullo a Clarín. “Este señor que ves aquí es valorado por la comunidad musical argentina y es uno de los mejores bandoneonistas del país“.
El robo fue en Av. Corrientes 983, justo al lado de una pizzería Kentucky. “Cuesta creer que en ese punto de la ciudad te roben un bandoneón, que es un instrumento importante, no es nada sencillo. Hicimos la denuncia en la Comisaría 1° D, de Lavalle al 400, nos dieron un número, el 217.317 y nos dijeron que nos avisarían ante cualquier novedad”, repasa Carlos Alberto.

“Creo que me estaban fichando y me midieron”, se anima a soltar Fasuolo. “Justo en el momento en que había terminado de tocar y estaba guardando el bandoneón en el estuche para volver a casa, vino el hombre, me apoyó el arma en el pecho, acomodó el carrito donde suelo trasladar el instrumento y se lo llevó. Por lo menos un minuto demoró, no fue algo de segundos. Creo que se aprovechó de mi situación, de mi edad. También me robó el dinero que había recaudado, que eran unos 25 mil pesos, y me arrancó el reloj que llevaba en mi muñeca”.
Hace saber Carlos Alberto, también músico, pero que vive de gasista matriculado, que “no es la primera vez que roban bandoneones y nos enteramos de la existencia de un mercado negro. Nos preocupa que la persona que se lo llevó no tenga la menor idea de lo que tiene entre manos, pero también todo lo contrario, que sepa muy bien de qué se trata, lo desarme y venda las partes”.
El Germania, de nácar, es un bandoneón que Fasuolo tenía hace cuatro décadas y puntualmente el suyo era de 1930. “No sólo el valor monetario del instrumento me inquieta, sobre todo lo que representa afectivamente para mí. Era mi compañero de vida, al que cuidaba, limpiaba, afinaba y lustraba para que funcione a la perfección. Hace cinco días que no lo tengo, no sé dónde está, quién lo tiene y me mata la incertidumbre de saber si volveré a tenerlo”, sufre Fasuolo, también luthier.
“Anda un poco perdido”, describe Carlos Alberto. “Es que Enrique es una persona independiente, que tiene su rutina armada y esto lo desestructuró. Tené en cuenta que él toca el bandoneón entre las diez de la mañana y las dos de la tarde en las estaciones Lima, de la línea C de subte; Carlos Pellegrini, de la B; y 9 de Julio, de la D. Lo hace arriba o abajo, dependiendo del clima, y ahora anda como sapo de otro pozo”, explica el amigo que “adoptó” al músico y lo llevó a vivir a su casa de Nueva Pompeya.
Fasuolo es un hombre querido y reconocido por la comunidad musical. “Eligió el perfil bajo, eligió la calle como escenario porque no le interesaba más que eso. Pero Enrique hace setenta años que vive del aire, como dice él –sonríe Carlos Alberto–, abriendo y cerrando el bandoneón… Vivió en el exterior y tuvo cientos de alumnos que hoy triunfan en distintos países del mundo”.

Es jubilado, no tiene necesidades económicas y tampoco interpreta música como medio de vida. “Me ayudaba, lógico, para tener unos pesos en el bolsillo, pero no lo hacía para comer sino porque ejecutar música es el aire que respiro. Lo hago por amor al arte y espero volver a hacerlo pronto”. En la Argentina, el bandoneón está declarado patrimonio cultural, por eso en la investigación, además de la Policía Federal, está también Interpol.
Con referentes como Astor Piazzolla, Pichuco Troilo y Leopoldo Federico, Fasuolo tiene un vasto repertorio que incluye tango y folclore, pero su especialidad es la música clásica. “Me encanta interpretar a Beethoven, Vivaldi y Mozart. En mi recorrido me di el lujo de tocar con un grande como Rubén Juárez, en El Galpón de Mingo, un club histórico, que ya no existe más, donde solíamos juntarnos los bandoneonistas”.
La noticia del robo tuvo repercusión y caló hondo en la comunidad de artistas: “Estoy consternado por lo que te ha ocurrido, querido Enrique. No puedo creer que a una persona de tu edad, con tanta vida, le hayan robado así. Imagino lo que debe significar el bandoneón para tu alma, para tu corazón, pero ojalá que con este video podamos ayudar a que el muchacho que se lo llevó reflexione y pueda devolverlo y dejarlo en algún lugar para que te reencuentres con ese instrumento que es parte de tu cuerpo”, le mandó un video Raúl Lavié.
Dice estar triste Enrique, pero a su vez contenido y agradecido por la solidaridad en las redes sociales. “No puedo creer que lo que me sucedió pudiera interesarle a tanta gente que me hace llegar su cariño y ánimo. Quiero volver a tocar cuanto antes. ¿Por qué sigo en la calle? Porque es el mejor escenario”, se despide Fasuolo. A su lado, Carlos Alberto subraya: “No pedimos dinero, no quiero que esto confunda. Sólo queremos que la gente esté atenta por si ve un bandoneón, que es lo único que nos importa”.