No sé cómo Pete Hegseth puede mirar a los militares a los ojos.

Acaba de arruinar su credibilidad como líder militar.

El lunes, Jeffrey Goldberg, de The Atlantic, publicó una de las historias más extraordinarias que he leído.

El asesor de seguridad nacional del presidente Donald Trump, Michael Waltz, aparentemente invitó sin querer a Goldberg a unirse a un chat grupal de Signal (Signal es una aplicación de mensajería cifrada) que parecía incluir a varios altos funcionarios de Trump, entre ellos Stephen Miller, el vicepresidente J.D. Vance, el secretario de Estado Marco Rubio y el secretario de Defensa, Pete Hegseth.

Un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional declaró a The Atlantic que el chat “parece ser auténtico”.

Aparentemente, nadie notó la presencia de Goldberg, quien estuvo en primera fila mientras debatían la decisión de Trump de atacar a los rebeldes hutíes, una milicia respaldada por Irán que había estado disparando contra barcos civiles en el Mar Rojo.

Luego, a las 11:44 a. m. del 15 de marzo, la cuenta etiquetada como “Pete Hegseth” envió un mensaje con “detalles operativos de los próximos ataques contra Yemen, incluyendo información sobre objetivos, armas que EE. UU. desplegaría y secuenciación de ataques”.

Esto constituiría una grave violación de seguridad.

Soy ex oficial del JAG (abogado del Ejército).

He colaborado en la investigación de numerosas denuncias de filtración de información clasificada, y nunca había oído hablar de algo tan flagrante:

que un secretario de defensa usara intencionalmente una aplicación de mensajería civil para compartir planes de guerra sensibles sin siquiera darse cuenta de que un periodista estaba en el chat.

No hay ningún oficial vivo cuya carrera sobreviva a una violación de seguridad como esa.

Normalmente, tendría consecuencias inmediatas (relevo del mando, por ejemplo), seguidas de una investigación exhaustiva y, potencialmente, cargos penales.

La ley federal tipifica como delito cuando una persona, por negligencia grave, sustrae información “relativa a la defensa nacional” de “su lugar de custodia o se entrega a alguien violando su confianza, o para que se pierda, sea robada, sustraída o destruida”.

Es demasiado pronto para determinar si la incompetencia de Hegseth también es delictiva, pero planteo la posibilidad de demostrar la magnitud del error denunciado.

Una brecha de seguridad tan significativa requiere una investigación exhaustiva.

Nada destruye más la credibilidad de un líder ante los soldados que la hipocresía o la doble moral.

Cuando los líderes rompen las reglas que imponen a los soldados, rompen el vínculo de confianza entre soldados y comandantes.

Los mejores comandantes que conocí no le pidieron a un soldado que cumpliera una regla que no les aplicaba a ellos.

Los mejores comandantes predicaban con el ejemplo.

¿Qué ejemplo ha dado Hegseth?

Que es descuidado, y cuando se es descuidado en el ejército, puede morir gente.

Si tuviera algo de honor, renunciaría.

c. 2025 The New York Times Company



Fuente Clarin.com

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