El reloj marcaba 87:58 cuando Lucas Pratto perdió la pelota que cambiaría la historia de la final de la Libertadores 2019. Sí, se jugaban casi 43 minutos del segundo tiempo, River ganaba 1 a 0, saboreaba otra Copa, y tenía la posesión en ataque. Sin embargo, esa pelota que recuperó Giorgio De Arrascaeta se convertiría en el comienzo de una implosión para la banda roja en aquel partido. El uruguayo se la dio a Bruno Henrique que apareció como un rayo, lo habilitó al propio De Arrascaeta, que llegó exigido a puntear la pelota y servirle el tanto a Gabigol, que, poco más de tres minutos después, a los 91:23, luego de aprovechar un error entre Javier Pinola y Lucas Martínez Quarta, quedó de cara al arco y no falló. Estampó el 2-1 y la gloria cambió de manos. Del casi bicampeonato de River a la gloria carioca -para que Flamengo cortara una sequía de 38 años- en un suspiro.
Esas escenas sucedieron la tarde del sábado 23 de noviembre de 2019 en el Monumental de Lima. En ese estadio, que le trae malos recuerdos, River debutará el miércoles en la edición 2025 de la Copa Libertadores, ante Universitario, el equipo dueño de esa casa. Encima, el conjunto de Marcelo Gallardo llegará a la capital peruana envuelto en dudas futbolísticas y con un equipo que todavía no arranca.
El 2-2 contra Rosario Central, el sábado, en el Monumental de Núñez, por el Torneo Apertura, volvió a dejar interrogantes y preocupación. Es que si bien hubo algunos buenos pasajes en el desarrollo del juego, en líneas generales River volvió a mostrar falencias. Y una vez más dejó en claro que el propio River es su principal rival.
El equipo del Muñeco se muestra desbalanceado. Pareciera que lo que tiene en abundancia en algunos sectores de la cancha, en otros le falta. Y el desequilibrio se nota. Para colmo, cuando tuvo solidez defensiva, no hacía goles. Ahora, que el arco se le empieza a abrir, sufre en defensa, con errores conceptuales. Es un equipo que marca poco y mira mucho. Le está faltando agresividad y concentración.
En el ataque, más allá de haber convertido en los últimos partidos, el “9” no anota. Miguel Borja sigue peleado con la red. Y los otros delanteros aportan poco, al margen de las lesiones que sufrieron. Sebastián Driussi recién volvió el sábado y Facundo Colidio lo haría en Perú.
Eso sí, hubo una saludable aparición de Ian Subiabre, que convirtió ante Central su primer tanto en Primera. Y asoma como socio de Franco Mastantuono, el joven talentoso de 17 años que le da esperanzas a River. Hoy, River parece depender del chico de Azul, lo cual marca el gran problema de funcionamiento colectivo que está teniendo.
“Ahora hay que cambiar rápidamente el chip y ponernos en contexto de que comienza la Libertadores”, afirmó Gallardo en la conferencia de prensa posterior al encuentro con el Canalla. Sonó a una frase de su primer ciclo cuando el equipo tenía algún traspié en el torneo local y luego reaccionaba en la Copa Libertadores, la cual le generaba una motivación extra y le daba un plus. Pero, ahora las circunstancias son diferentes. ¿Estará este plantel en condiciones de transformarse rápidamente solo por el hecho de jugar la Copa? Es fútbol y todo puede pasar.
“A mí también me encantaría que esto fluya de una manera espectacular y que deliremos como deliró el público con la Selección al ver a un equipo fantástico que es campeón del mundo con un nivel de confianza altísimo en cada jugador. Eso no se construye rápidamente”, manifestó también Gallardo. Pero, hoy suena más a una expresión de deseo que otra cosa ya que es utópico pensar en que el juego de River pueda fluir en un tiempo como el de la Selección.
En este contexto, con la impaciencia del hincha que crece partido a partido, con jugadores por debajo de su nivel y un equipo que no está aceitado, River se prepara para afrontar el debut de la Copa Libertadores, al que, lógicamente, esperaba llegar de otra manera, más armado.
Ese debut será en Perú, hacia donde viajará este martes, ante Universitario, con el que, casualmente, todavía no jugó en el Monumental de Lima, ese estadio que no le trae buenos recuerdos al Millonario. Allí, también perdió dos veces con Universidad de San Martín de Porres, una en febrero de 2008, por 2 a 0 con Diego Simeone como técnico, y la otra, ante el mismo rival, en 2009, con Pipo Gorosito en el banco de suplentes. Pero ninguna se sufrirá tanto como la de 2019.