Llegó Gago, pasó Gago, se fue Gago. En el medio, el hincha de Boca transitó la incertidumbre, la ilusión, la decepción y la incertidumbre otra vez, en una especie de loop que se viene repitiendo en forma constante y periódica desde diciembre de 2019 al presente. O sea, desde el inicio del camino de Juan Román Riquelme como dirigente del club que lo tiene como máximo ídolo de su historia. Un camino con algunas rectas placenteras, pero que con el correr de los kilómetros empezó a llenarse de curvas y recovecos, que lo fueron encerrando en su propio laberinto.
Arrasó en las urnas Riquelme: el socio le depositó toda su confianza para terminar con 25 años de macrismo y hacer lo que avisó en campaña, hacerse cargo del fútbol de Boca, y lo seguirá haciendo al menos hasta diciembre de 2027. Pero la falta de coherencia en cada elección de DT, la ausencia total de autocrítica y principalmente la improvisación demostrada en los momentos de crisis, ya empiezan a hacer ruido incluso en aquellos que lo votaron y se aferran a la esperanza de que esta espiral de adversidades se detenga.
Russo, Battaglia, Ibarra, Almirón, Martínez y ahora Gago. A Román le toca encontrar un técnico por séptima vez (ese número maldito) y desde el predio de Ezeiza comenzó la habitual filtración de candidatos y la aparición de Mariano Herrón, ese soldado que va camino a ganarse una placa en el libro Guinness de los récords por su inquebrantable entrega.
El recorrido hasta ahora mostró un zig zag indescifrable: de la experiencia de Miguel Ángel Russo se pasó al proyecto de las inferiores que inspiraba Sebastián Battaglia; luego se aceleró en esa dirección apostando por Hugo Ibarra pero a la primera de cambio se volvió para atrás convocando a Jorge Almirón, y más tarde llegó Diego Martínez, un hibrido que no tuvo tiempo para cuajar, hasta que finalmente llegó Fernando Gago, en otro volantazo que lo terminó dejando en la banquina.
“Hay que tomar las cosas con calma”, dijo Román tras la salida de Martínez, a mediados del año pasado, la noche en que le pidió disculpas al hincha de Boca porque “el equipo no está compitiendo”. Fue su primera señal de tener los pies sobre la tierra para reconocer que las cosas no están saliendo de la forma esperada. Los números son elocuentes. Boca hace dos años que no gana un título, tiempo en el que pasaron tres DTs que se fueron con su palmarés en cero, algo impropio de un club acostumbrado a ganar seguido.
La deuda de la era Román es grande porque Boca no dio la talla en partidos importantes, algo que en su época de futbolista era pan de todos los días. A las eliminaciones ocasionales y los mazazos del estilo de Alianza Lima, se le suma un historial negativo en materia de clásicos contra los otro cuatro grandes: apenas 10 triunfos en 42 partidos.
Riquelme no habla pero se dicen muchas cosas sobre él, depende de la campana que se toque. Una es que su opinión influye demasiado en los técnicos y que por eso muchos prefieren pasar de la chance de dirigir a Boca. Otra es que vive dedicado al club y está convencido de que el fútbol mismo por su peso específico va a terminar de sacarlo de este laberinto del que sólo se sale con triunfos y vueltas olímpicas.
Se dirá que todo esto es fútbol y que si Edinson Cavani estaba más fino ante los peruanos hoy la historia sería otra. Es ante esas fatalidades deportivas que los clubes cuentan con proyectos claros, personal idóneo y la palabra de aquellos que lo dirigen. Este martes, el encargado de anunciar el final del ciclo Gago fue Mauricio Serna.