El gratinado es una técnica culinaria de origen francés, conocida por aportar textura y sabor con una capa superior crujiente y dorada. Tradicionalmente se utiliza bechamel o crema con queso para enriquecer vegetales, carnes o pastas. En este caso, las espinacas cobran protagonismo en una versión cremosa y sabrosa. Para lograr un gratinado perfecto, se recomienda usar quesos que fundan bien y terminar el plato bajo el grill del horno. Servir caliente para disfrutar del contraste entre la base cremosa y el queso crujiente.

Preparar las espinacas: de usar espinacas frescas, lavarlas bien y salteallas en una sartén grande con 1 cucharada de manteca (se puede añadir el ajo picado). Solo tardan 2-3 minutos en reducirse. De usar espinacas congeladas, descongelar y escurrir bien para quitar el exceso de agua.

Preparar la crema: en una sartén aparte, derretir 1 cucharada de manteca, añadir la crema y la leche (de elegir usarla). Cocinar a fuego medio. Agregar sal, pimienta y una pizca de nuez moscada. Añadir 100 g del queso rallado (reservar el resto para gratinar) y mezclar hasta que se funda.

Montar el gratinado: en una fuente para horno, mezclar las espinacas con la crema de queso. Cubrir bien con el queso restante (50 g rallado + parmesano). Se puede espolvorear un poco más de nuez moscada o pimienta encima.

Precalentar el horno a 200 °C (si tiene grill, mucho mejor). Hornear durante 10-15 minutos, hasta que el queso esté dorado y burbujeante.



Fuente Clarin.com

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