Existen muchas maneras de invertir y estas dependen, en gran medida, del dinero disponible y, también, de las habilidades financieras. Por eso, para los pequeños inversores, el dólar o el plazo fijo constituye la disyuntiva más habitual.
La tenencia de bonos soberanos, emitidos por el Estado y cuyo valor depende de varios factores, como el cumplimiento del pago de la deuda externa, es otra manera de invertir, quizá, algo más riesgosa.
Algo similar ocurre con las acciones, que necesitan del conocimiento de cómo funciona la Bolsa de Valores, además de saber en qué empresas conviene poner el dinero para obtener más ganancias.
Otra opción son los derivados financieros, cuyo valor depende de la evolución del precio de otro activo, como una divisa, una acción bursátil o materias primas.
El Banco Santander explica que “un derivado financiero es un contrato a plazo en el que se fijan todos los detalles de la contratación cuando se cierra el acuerdo, a excepción del intercambio efectivo, que se retrasa a un momento futuro”.
Los derivados, entonces, son “productos financieros complejos que se usan para cubrir inversiones u operaciones financieras”, agrega el banco español. Las empresas o inversores los utilizan para protegerse de cambios o riesgos del mercado, por ejemplo, la volatilidad del precio de una materia prima o el riesgo de tipo de cambio.
También, al poder aprovecharse del efecto apalancamiento, los derivados se utilizan para especular. Entonces, el inversor obtendrá beneficios si el precio de compra es menor al del activo subyacente. “Los derivados están diseñados de forma que un movimiento negativo en el valor del activo subyacente va vinculado a un movimiento favorable en el derivado”, añade el banco.
Algunos ejemplos de derivados financieros son los certificados que se negocian en la Bolsa y que replican un activo subyacente. Dan derecho a recibir un importe sobre el nominal del certificado en función de la variación del activo subyacente.
Los Contratos por Diferencias (Contracts for Difference) son contratos entre un inversor y una entidad financiera que se ponen de acuerdo para intercambiarse la diferencia entre el precio de compra y el precio de venta de un determinado activo.
Los futuros son contratos por el que se acuerda el intercambio de una cantidad concreta de un activo subyacente (divisas, materias primas o productos agrícolas) en una fecha futura concreta, a un precio convenido de antemano.
Las opciones son contratos que suponen un derecho para el comprador y una obligación para el vendedor, y por el que se acuerda comprar o vender el activo subyacente en un plazo determinado a un precio convenido de antemano. Llegado el vencimiento, al comprador puede interesarle o no ejercer esa opción de compra.
Los swaps (permutas financieras) son uno de los tipos de derivados más utilizados. Negociados fuera de la Bolsa, mediante ellos las partes se comprometen a intercambiar flujos monetarios en una fecha futura determinada según las reglas que han establecido en el contrato.
Puede decirse que los derivados tienen muchos beneficios como, por ejemplo, estar a salvo de cambios inesperados en los precios o especular sobre precios al predecir cómo cambiarán algunos activos. Esto puede ser arriesgado, pero también muy rentable si se hace de manera correcta.
Otra ventaja es que reducen costos porque, en lugar de comprar un activo, con un derivado se obtiene el mismo resultado a un costo menor. Además, con los derivados es posible invertir en mercados considerados difíciles.