El fin de la tregua con la CGT no inquieta al Gobierno. Desde la cúpula libertaria aseguran que el paro general anunciado ayer “es todo ganancia política” ya que “la gente está en su contra” y en consecuencia no harán concesiones para intentar frenar la medida: “Que paren todo lo que quieran”, desafían cerca del presidente Javier Milei.
En medio de un clima de tensión tras los últimos días de conflicto político en torno a la marcha que un grupo de barrabravas realizó por los jubilados, en la Casa Rosada no generó ruido la decisión del Consejo directivo de la CGT. Especulan con que volver a enfrentarse “con la casta sindical” podría potenciar la imagen de Javier Milei, por lo que en el Ejecutivo están abiertos a medir fuerzas.
“Si ratifican la medida, está perfecto. Todo lo que haga la CGT nos conviene políticamente”, analizaron desde Balcarce 50, al tiempo que recalcaron: “No tenemos problemas en confrontarlos, no entienden que la gente está con nosotros y en su contra”.
Para el Ejecutivo el antecedente de la central obrera juega a su favor. “Todos tienen que saber que fueron los que hicieron el paro más rápido de la historia a un gobierno en democracia”, recordaron desde la mesa chica presidencial, en diálogo con Clarín.
Esto no implica que los principales armadores del Gobierno quieran dinamitar por completo el vínculo que se tejió con “los gordos”. Por eso, funcionarios de la máxima confianza de Milei indicaron que la idea “no es salir a responder” directamente. “Es esperable la medida de parte de ellos, siempre están del lado del mal”, acotó un estrecho colaborador del líder libertario, quien optó por recluir el debate a diferencias conceptuales y no llevarlo a un terreno belicoso.
Es que, tras un primer inicio muy conflictivo, con los embates sindicales a la Ley Ómnibus y en especial por la judicialización del capítulo de la Reforma Laboral, el Gobierno exploró una “tabula rasa” con el triunvirato de la CGT.
Ese nivel de crispación mermó al punto que Héctor Daer y Carlos Acuña concurrieron en algunas ocasiones a la Casa Rosada y terminaron de distanciarse con el referente camionero Pablo Moyano, que rompió relaciones, abandonó la central junto a su tropa e instó con “dejar de seguir dialogando con el Gobierno”.
Siguiendo con esa moderación, se optó por mantener el puesto del gremio en la organización, con la designación de Octavio Argüello, un dirigente cercano a Hugo Moyano, que reencauza su vinculo con la CGT, pero desde las sombras y priorizando un perfil constructivo con la Casa Rosada. Un ejemplo reciente fue la decisión de que Camioneros y el resto de la CGT no se acoplara a la marcha de agrupaciones de jubilados y barras que se realizó el miércoles frente al Congreso. En el Gobierno entienden que el anuncio de Daer llega para resistir presiones internas dentro del sindicalismo.
En función de esos acercamientos también pagó costos políticos el Gobierno, que hizo gestos que colaboraron con la bandera blanca pero que tensaron el vínculo con sus aliados del PRO y el sector más dialoguista de la UCR. Es que congeló una serie de proyectos que apuntaban los referentes gremiales, como la iniciativa de Democracia Sindical, que constaban en la eliminación de las reelecciones indefinidas para los secretarios generales, la supresión de la obligatoriedad de la cuota solidaria y la puesta en vigencia de la ficha limpia para los sindicalistas. También aceptó morigerar las penalidades sobre los bloqueos a las empresas.
Hasta comienzos de año, la mayoría del Consejo Directivo coincidía que la imagen positiva del Gobierno y la ambición de Javier Milei de recortar el poder a los gremios fueron dos factores que obligaron a recular, supervisar el panorama electoral, optar por el perfil bajo y hasta llegar a acuerdos con los libertarios.
“Cuando la CGT toma una actitud de confrontación, tiene que tener acumulación política en algún lado. Hoy no hay lugar donde se acumule políticamente nada, porque hay una desintegración política muy grande, el peronismo todavía no ha gestado una opción de acumulación política, lo vemos a diario, y este es el proceso”, había dicho Daer el 29 de enero, desnudando la fragilidad estructural para intentar realzar los reclamos que surgen desde las bases.
La cúspide sindical resistió hasta febrero los reclamos internos en torno a cambiar su postura sobre el Gobierno y redoblar el tono de la discusión. Se tornó “imposible de controlar” las quejas de distintos sectores por los topes de aumento en las discusiones paritarias, siempre atadas a la inflación. A su vez, el presente de la actividad industrial y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional “implican otra amenaza a los trabajadores”, sostienen.
Con todo, la huelga lanzada este jueves ocurre el mismo día que la CGT incorpora a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), organización que encabeza Alejandro Gramajo, pero que tiene a Juan Grabois como uno de sus principales referentes debajo de la superficie. El ex candidato a presidente de Unión por la Patria no tuvo demasiado prurito en admitir ayer que quiere “que se caiga” el Gobierno.