La inflamación se ha vuelto un término un tanto ofensivo.
La culpamos de varias enfermedades.
Intentamos consumir alimentos que la combatan.
Tomamos medicamentos para mitigar el dolor que causa.
Pero la inflamación, cuando funciona con normalidad, es una respuesta natural y beneficiosa del cuerpo para protegernos.
Es la alarma que suena cuando nos infectamos con un virus y lo que ayuda a los huesos a sanar en los días y semanas posteriores a una fractura de tobillo.
Sólo cuando persiste durante demasiado tiempo o aparece cuando no hay ninguna amenaza, la inflamación puede volverse dañina.
Los tipos de inflamación “buena” y “mala” comparten algunas características, pero una diferencia importante radica en su duración.
Por ejemplo, una persona que se corta accidentalmente la mano con un cuchillo mientras lava los platos.
Las bacterias de la piel o del cuchillo pueden penetrar en el tejido subyacente, donde las células reconocen a los invasores como extraños y envían mensajeros químicos .
Esto desencadena la respuesta inflamatoria.
Los mensajeros indican a los vasos sanguíneos cercanos que se dilaten y se vuelvan más permeables, lo que facilita que la sangre, los líquidos y las células inmunes fluyan hacia la zona.
Esto provoca los síntomas característicos de la inflamación:
hinchazón, enrojecimiento, calor y dolor.
La persona puede sentir sensibilidad alrededor de la herida o una reticencia instintiva a usar esa parte del cuerpo, lo que protege la zona de lesiones posteriores.
Los glóbulos blancos llegan para devorar las bacterias.
El pus es señal de que esos glóbulos blancos cumplieron su función y murieron.
Luego, llegan más glóbulos blancos para limpiar el daño y los residuos y ayudar a que el tejido sane.
El proceso inflamatorio comienza rápidamente; en el caso de una cortadura, en cuestión de horas.
Normalmente, la inflamación desaparece en una o dos semanas.
Para entonces, el enrojecimiento y la hinchazón habrán disminuido, se habrá formado una costra y la piel circundante tendrá un aspecto casi normal.
Este tipo de inflamación aguda se presenta ante todo tipo de lesiones y amenazas:
un corte, una quemadura, un virus respiratorio, una intoxicación alimentaria.
Crónico
Pero si algún componente de este proceso falla, puede causar una inflamación que dura meses o incluso años.
La inflamación crónica está asociada con una amplia gama de afecciones, que incluyen asma, obesidad, COVID, demencia, enfermedades cardíacas y cáncer.
A veces, esto puede ocurrir si el cuerpo olvida enviar las señales que reducen la inflamación una vez que la amenaza desaparece.
En otros casos, la amenaza original no desaparece por completo.
Incluso hay momentos en que el cuerpo responde a una amenaza que no existe.
Pensemos en la enfermedad inflamatoria intestinal:
los científicos no están seguros de qué causa cada caso, pero creen que a menudo comienza cuando el sistema inmunitario de una persona responde a una amenaza percibida en el intestino, como las bacterias.
Comienza la misma respuesta inflamatoria que observamos con el corte: los glóbulos blancos llegan y solicitan refuerzos.
Cuando el sistema inmunitario funciona con normalidad, los glóbulos blancos y los mensajeros químicos llegan para controlar las bacterias, reparar el daño y restaurar el intestino a su estado normal.
Pero a veces las bacterias persisten y la respuesta inflamatoria no puede controlarlas, o el sistema inmunitario reacciona de forma exagerada ante una amenaza inofensiva o ausente.
Entonces, las células inmunitarias y los mensajeros proinflamatorios siguen atacando, dañando el revestimiento intestinal al matar los microbios.
Esto permite que las bacterias y toxinas se filtren del intestino al tejido circundante, lo que provoca aún más inflamación y crea un círculo vicioso.
Este proceso puede causar síntomas como dolor abdominal, úlceras o diarrea.
Con el tiempo, la inflamación crónica puede provocar daños irreversibles en los tejidos.
En el caso de la enfermedad inflamatoria intestinal, se puede formar tejido cicatricial a medida que el cuerpo intenta sanar el colon.
O bien, los glóbulos blancos pueden agruparse para intentar bloquear el daño. Ambos problemas pueden dificultar la función del colon.
En el asma, otra enfermedad inflamatoria crónica, las paredes de las vías respiratorias se endurecen y engrosan con el tiempo, lo que reduce el flujo de aire.
La inflamación crónica no es necesariamente estática:
puede exacerbarse en respuesta a un factor desencadenante, como cuando una persona con artritis reumatoide aumenta su actividad física.
Esto puede empeorar síntomas como la rigidez articular o la fatiga durante semanas.
Y a diferencia de la inflamación aguda, que suele provocar una rápida proliferación de células y proteínas inflamatorias, la inflamación crónica puede presentarse en niveles bajos con el tiempo.
En la aterosclerosis, por ejemplo, la placa se desarrolla lentamente y se endurece en las arterias.
Los científicos no comprenden del todo qué desencadena la inflamación inicial en muchas enfermedades.
Han planteado la hipótesis de que podría tratarse de bacterias, como en el caso de la enfermedad inflamatoria intestinal; o de algo relacionado con la dieta o el medio ambiente, como podría ocurrir con el polen o los contaminantes del aire.
O podría ser algo inofensivo que el sistema inmunitario percibe como dañino, como ocurre con enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoidea, cuando el cuerpo ataca por error sus propias articulaciones.
Cualquiera sea la causa, es esa respuesta persistente la que convierte la inflamación de una de las mejores defensas del cuerpo en uno de sus enemigos más formidables.
c.2025 The New York Times Company