En el siglo XXI aparecen nuevas controversias en torno a las dinámicas poblacionales. Fenómenos como la baja de la natalidad, las migraciones y, hasta, el envejecimiento, admiten lecturas renovadas que no consiguen evitar sesgos ideológicos. Incluso, algunos han cambiado sus banderas. Encontramos a nietos de aquellos que pensaban en la revolución como “un fantasma que recorre el mundo” que hoy prefieren cerrar sus fronteras y limitar la inmigración. Más extremo aun es que quienes hasta hace poco pregonaban el control de la natalidad hoy quieren repoblar sus países por temor a una posible retracción étnica. Todo punto de vista es la vista desde un punto.
De lo que no debiéramos dudar, independientemente de la ideología desde la cual veamos los datos, es que la diminución de la fecundidad adolescente constituye una señal de progreso en América latina. No me refiero aquí a la corriente, en la que me enrolo, que promueve los Derechos Reproductivos como parte de los Derechos Humanos. Quiero, si, fundamentarlo desde la perspectiva del desarrollo.
América Latina es la segunda región con la mayor tasa especifica de fecundidad adolescente (TEFA). Superada solo por el África Subsahariana. Pero las características del embarazo adolescente difieren mucho entre ambas regiones. En primer lugar, porque en nuestra región mas de tres cuartas partes de los embarazos adolescentes son no intencionales, mientras que en África es al revés. En segundo lugar, porque el ritmo de reducción de la TEFA en América Latina no solo disminuía lentamente sino también menos de lo que lo hacia la fecundidad general.
De acuerdo a la Teoría de la Modernización podríamos esperar que a medida que un país se desarrolle sus indicadores sociales tiendan a mejorar. Eso sucede ineludiblemente con indicadores como los niveles de escolaridad, la razón de mortalidad materna o la tasa de mortalidad infantil. Pero en el caso de la TEFA los países de América Latina se escapan de la curva. Constituyen lo que se denomina Outlayers de la función. Como si a la bicicleta del desarrollo se le hubiera salido la cadena y aunque haya crecimiento económico el mismo no se refleja en conquistas sensibles sobre el embarazo adolescente.
Pero desde inicios de este siglo eso está comenzando a cambiar. La TEFA en la región pasó de 83 nacimientos por cada mil adolescentes de entre 15 y 19, en 2000, a 52 en 2022. Es una reducción del 38%. Liderada por Chile (con una reducción del 81%), Costa Rica (68%), Argentina y Uruguay (ambos 61%) logró superar en su ritmo de reducción al África Subsahariana donde fue del 26% en el mismo periodo.
En su “teoría de las familias” Gary Becker analizaba la trayectoria productiva de las mujeres desde la perspectiva del capital humano. Para Becker la maternidad temprana configuraba un subóptimo, es decir una trayectoria con desventajas cuando se la comparaba con la trayectoria de las mujeres que fueron madres en la vida adulta. Porque el embarazo adolescente se correlaciona con el rezago educativo y con un ingreso precoz y precario al mercado laboral.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas desarrolló la metodología MILENA para analizar y medir el costo de oportunidad del embarazo adolescente y ya lo implementó en 16 países de América latina. Siguiendo a Becker se verifica que las mujeres que fueron madres antes de los veinte años perciben la mitad de los ingresos salarios de quienes lo fueron luego de los 24 años. Que tienen tres veces menos probabilidad de alcanzar estudios universitarios. Pero lo que es más dramático es que, independientemente de si provienen de un hogar de ingresos bajos, medios o altos, ellas mismas tienen altísimas chances de constituirse en jefas de hogares pobres.
El costo de oportunidad del Embarazo Adolescente, considerando: a) lo que las mujeres dejan de percibir como ingresos, b) los costos asistenciales mayores y c) lo que el Estado deja de recaudar en impuestos debido a los menores ingresos de las madres tempranas; en promedio 0, 41% del PBI de los países.
Aunque los números son contundentes, las desventajas del embarazo adolescente no se reflejan solo en el ámbito económico. Las madres menores de 20 años registran el doble de riesgo de morir en el parto que las mayores de 20 y las madres menores de quince años registran casi cuatro veces mas riesgo. Las probabilidades de registrar bajo peso al nacer del recién nacido son muy superiores. Alrededor de un 40% de las madres adolescentes constituyen uniones tempranas, la mayoría con hombres varios años mayores. Esas uniones resultan menos duraderas que las que establecen las madres adultas, sufren mas riesgos de violencia doméstica. Sus hijos registran menor performance educativa y sus hijas registran probabilidades aun mayores de ellas también ser madres tempranas.
El embarazo adolescente es la medida, dentro de un país, de un grupo de población vulnerable, que subsiste en condiciones precarias mientras otra parte del país consigue aprovechar los beneficios del crecimiento económico. El embarazo adolescente perpetúa desigualdades en las oportunidades de los niños y las mujeres. En otras palabras, el embarazo adolescente es un indicador del subdesarrollo de un país.
En conclusión, hay evidencias suficientes y consistentes que prueban, que los países de América Latina deben recibir como una buena noticia que se este comenzando a acelerar la reducción de los embarazos en adolescentes.w