Steven Soderbergh, premiado con el Oscar y con la Palma de Oro en Cannes, es de los cineastas que se abrieron paso del cine independiente (su opera prima sexo, mentiras y video, con la que ganó la Palma) al mainstream (Erin Brockovich, La gran estafa). Es prolífico -tal vez demasiado-, tanto que desde que anunció que se retiraría de la dirección, no paró de realizar películas o dirigir series.
Ni la pandemia por el Covid pudo detenerlo.
Dentro de esa abundancia, claro, alterna buenas y no tan buenas realizaciones. Y como no puede, no sabe o directamente no quiere delegar, hace cámara, dirección de fotografía y edita sus propias películas, con o sin seudónimos (la montajista Mary Ann Bernard es él).
Todo esto viene a cuento de Presencia, una película que toma el cine de -y los clisés del- terror, pero que se convierte en una película de Soderbergh.

Esto es, los amantes del género tal vez salgan decepcionados, y los fans de Soderbergh, bueno, si son fans ya saben que pueden encontrarse con cualquier cosa.
Pero cualquier cosa bien filmada.
Sin desmerecer a la película, Presencia es un “ejercicio de género”, del género de terror, sí, pero con otros anclajes no tan habituales.

Está, si, la casa no embrujada, pero en venta y en la que vive la Presencia del título. Es más: la película arranca con la Presencia moviéndose de un cuarto a otro, subiendo las escaleras y vemos todo desde su perspectiva. La película transcurre allí, en esa única locación.
La cámara y la fotografía, adivinaron, la hace Peter Andrews (el alias de Soderbergh desde Traffic -2000-).
Presencia es una historia de fantasmas (de fantasma en singular), pero que está envuelta en un drama familiar. La agente inmobiliaria (Julia Fox) les presenta la casa deshabitada a la familia integrada por Rebekah (Lucy Liu), su esposo Chris (Chris Sullivan) y sus hijos Chloe (Callina Liang) y Tyler (Eddie Maday). ¿Por qué se mudan? Dos amigas de la adolescente fallecieron, presuntamente por sobredosis de drogas, y necesitan un cambio de ambiente. Rebekah parece que tiene algún que otro problema legal en su trabajo (algo que no le clarifica ni a su marido).

Salvo con los repentinos fundidos a negro, siempre contando mucho con la perspectiva que intuimos es la del fantasma, que no sabemos aún si es amigable, o no, la primera mitad del filme es más de climas, de presentación, que de susto.
Ya llegará el tiempo en el guion de David Koepp (habitual de Spielberg, de Jurassic Park a algunas de Indiana Jones) para que los objetos inanimados se mueven, las puertas se cierren, los estantes se caigan.
Pero para Soderbergh es más atractivo escudriñar y meterse con el comportamiento humano que con el de los espíritus. Más la depresión adolescente que los resortes del terror.

Y es por eso que los que esperan ver una de El conjuro (y eso que hay una médium) saldrán algo desilusionados, y para los amantes del drama familiar, tal vez, quizá, en una de ésas, hay demasiadas vueltas en el interior de esa casa tan limpita y lustrosa que suelen tener los estadounidenses, al menos en Hollywood, sin que nadie los ayude nunca, pero nunca, a pasar un trapo.
Thriller / Horror. Estados Unidos, 2024. Título original: “Presence”. 84’, SAM 16. De: Steven Soderbergh. Con: Lucy Liu, Chris Sullivan, Callina Liang, Eddy Maday, West Mulholland. Salas: Hoyts Abasto y Unicenter, Cinemark Palermo, Cinépolis Recoleta y Houssay, Showcase Belgrano y Norcenter.