Es probable que haya llegado el momento de contemplar un diálogo político-técnico tendiente a concretar un acuerdo económico entre los miembros de MERCOSUR y los que conforman la Asociación Económica Regional Integral (RCEP por su sigla en inglés).

El RCEP es un tratado firmado en 2020, y entrado en vigencia en 2023, que incluye a Brunéi, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Singapur, Tailandia y Vietnam, todos de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN), más Australia, China, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda. Los 15 estados que lo conforman representan el 30% de la población mundial, el 30% del PBI internacional, y el 29% del comercio global, al tiempo que reflejan la coexistencia de distintos regímenes políticos, formatos institucionales, posicionamientos ideológicos, tradiciones culturales, y tamaño.

Varias razones estratégicas y motivos coyunturales remiten a ponderar el valor de un acuerdo MERCOSUR-RCEP. Primero, el locus de poder, prestigio, riqueza, e influencia se está moviendo de Occidente a Asia, mientras Estados Unidos y Europa debilitan sus respectivos Estados de bienestar.

Segundo, las dinámicas económicas y tecnológicas se van consolidando en el Sudeste de Asia (no solo en China) y Asia Central (en especial, en India), área del mundo que viene desarrollando más patentes derivadas de la inversión en ciencia y tecnología, como muestran los datos de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual.

Tercero, Estados Unidos bajo Trump es un generador de desorden comercial internacional y es una fuente de inestabilidad por la notable polarización política y pérdida de cohesión social en el plano doméstico, al tiempo que el mandatario demostró que su autoasignado mote de pacificador es un eslogan vacuo.

Cuarto, para los países de Asia-Pacífico, lo prioritario es no ser epicentro de confrontaciones militares en medio de una bonanza socioeconómica no conocida para muchas naciones del Sur de Asia.

Quinto, ante lo arbitrario y cambiante que estimula la presidencia de Donald Trump con su preferencia por los “tratos” (deals), es más sensato para MERCOSUR asegurar “reglas” (rules) en sus compromisos comerciales.

Sexto, el acuerdo MERCOSUR-Unión Europea está estancado debido al perenne proteccionismo europeo, al énfasis europeo en reforzar los presupuestos en defensa en desmedro de otras áreas sociales de la política pública, y a la ausencia de una mirada menos paternalista sobre la creciente gravitación del Sur Global.

Séptimo, una mayoría de países intermedios, poderes regionales y potencias emergentes procuran combinar distintas opciones estratégicas, entre las cuales se manifiestan la diversificación y el regionalismo, así como el equilibrio y el minilateralismo (el multilateralismo de los pequeños números).

Y octavo, está la urgencia de recuperar el sentido productivo, más que declarativo, de MERCOSUR y de adoptar un horizonte de largo plazo que trascienda los gobiernos de turno.

En el caso de la Argentina, es evidente la importancia progresiva de los países de Asia-Pacífico. No es solo el hecho de que China sea el segundo socio comercial, sino que el Sudeste asiático en conjunto es, según un reciente informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, el principal socio del agro argentino. Particularmente en relación con Japón, el segundo mayor importador mundial de GNL, existen eventuales negocios en materia energética, al tiempo que el aumento del intercambio con Vietnam se multiplicó por 20 en lo que va de este siglo. Los vínculos comerciales con Oceanía son muy modestos, pero potencialmente interesantes: por ejemplo, las exportaciones entre abril de 2024 y abril 2025 crecieron, según el Observatory of Economic Complexity, respecto a Australia (91%, gracias en parte a la venta de petróleo) y Nueva Zelanda (243%). El 13 de junio pasado, la Cámara de Diputados y el Comité de ASEAN llevaron a cabo un encuentro sobre la promoción del comercio en un mundo en transformación.

A esto hay que añadir la proliferación en distintas universidades de programas y centros sobre la Cuenca del Pacífico, Asia y China; lo cual refleja el notorio interés por estudiar, comprender y proponer cursos de acción de la Argentina respecto a esa parte del mundo.

Asimismo, MERCOSUR ha venido intensificando sus vínculos con los principales países de Asia. Según una investigación de Marina Zalazar, con datos de 2023, el orden de las principales contra-partes del grupo en cuanto a sus exportaciones ha sido China (primero), Singapur (séptimo), India (octavo), Japón (noveno), y Corea del Sur (décimo).

Es decir, cuatro naciones de RCEP están entre los diez países del mundo que reciben más bienes provenientes de MERCOSUR. A su turno existe la Cámara de Comercio MERCOSUR-ASEAN que busca, entre otras, incrementar la cooperación en materia científico-tecnológica.

En breve, hay múltiples actores activos que entienden que el Sudeste de Asia, en particular, y Asia-Pacífico, en general, constituyen referentes fundamentales en términos económicos y de innovación y desarrollo en el frente de la tecnología para las naciones de MERCOSUR.

En síntesis, es hora de indagar y de evaluar de forma rigurosa las alternativas factibles para un acuerdo MERCOSUR-RCEP de nuevo tipo: un acuerdo pragmático, gradual y eficaz que mejore la inserción de MERCOSUR en un mundo cada vez más turbulento.



Fuente Clarin.com

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