Ubicada en el sudoeste bonaerense, la antigua embotelladora de Agua de Manantial La Copelina es un verdadero testimonio de otra época. Hoy, lejos de su esplendor, la tranquilidad de la zona se ve interrumpida por ciclistas y caminantes curiosos que buscan conocer este sitio cargado de historia y misterios.
En su momento, la planta fue un emblema industrial. Hoy, en cambio, se encuentra en ruinas, con carteles que advierten sobre la prohibición de ingresar o cazar en el predio. Sin embargo, esto no detiene a quienes buscan recorrer los vestigios de lo que alguna vez fue una de las fábricas más importantes de la región.
Una historia de esplendor y mitos
La historia se remonta a 1920, cuando el doctor Manuel Carbonell comenzó a forestar la zona de Sierra de los Padres con plantaciones de lúpulo, palmeras y robles. En 1931, fundó la estancia La Copelina en cercanías a la laguna La Brava, donde Bartolomé Ginocchio comenzó a explotar el manantial con fines comerciales, basándose en investigaciones que destacaban las propiedades terapéuticas del agua.
Según un artículo de la revista Caras y Caretas de 1932, la radiactividad del agua de La Copelina alcanzaba niveles de 270 becquerelios por litro, lo que supuestamente facilitaba la digestión, regulaba el hígado y promovía la eliminación de toxinas. En aquellos años, el agua de manantial radiactiva se promocionaba como un producto beneficioso para la salud.
Segunda Guerra Mundial y declive
El fin de la Segunda Guerra Mundial marcó el inicio del ocaso para La Copelina. Con la detonación de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, el público comenzó a tomar conciencia de los peligros de la radiactividad, lo que afectó la demanda del producto. Además, la llegada de grandes multinacionales al mercado de aguas minerales hacia finales de los años 50 dificultó la competencia para la embotelladora.

Además, hubo otro factor que alimentó los mitos en torno a La Copelina. Se hablaba de la supuesta llegada de refugiados nazis tras la guerra, pero esta teoría nunca fue comprobada.
La crisis económica, la falta de infraestructura eléctrica adecuada y el avance de las multinacionales fueron factores determinantes en el cierre de la embotelladora en 1960. Desde entonces, el predio quedó abandonado, envuelto en leyendas urbanas que van desde la presencia de extraterrestres hasta fantasmas.
Un destino enigmático para aventureros
Aún hoy La Copelina sigue despertando la curiosidad de exploradores urbanos y turistas que buscan una experiencia distinta. Sus ruinas, ocultas entre la vegetación y el paso del tiempo, continúan siendo un punto de interés para quienes disfrutan de recorrer lugares con una historia rica y enigmática.

Si bien el acceso al predio está restringido, muchos se acercan hasta sus inmediaciones para contemplar lo que queda de esta fábrica que décadas atrás fue un gigante de la industria del agua mineral en Argentina.
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