Ver una abeja sobrevolando una flor puede parecer una escena más de la naturaleza, pero detrás de esa imagen hay una función vital que sostiene buena parte del sistema alimentario mundial. Estos pequeños animales son los responsables de la polinización de muchísimas plantas que después terminan siendo los alimentos que consumimos todos los días.

El problema es que las poblaciones de abejas están cayendo de forma preocupante. Y si desaparecen, las consecuencias podrían sentirse en cada rincón del planeta: desde la reducción de cultivos hasta la alteración de los ecosistemas y una posible crisis alimentaria sin precedentes.

Más del 75% de los cultivos que se producen en el mundo necesitan de la polinización para desarrollarse correctamente. Las abejas cumplen un rol clave en ese proceso, especialmente en frutas como los arándanos, las cerezas y las manzanas, pero también en verduras, frutos secos y semillas. Incluso el cacao, con el que se hace el chocolate, y el café dependen, en parte, de su trabajo.

La pérdida de estos insectos implicaría que muchas de estas plantas ya no puedan cultivarse de forma natural. Si bien la polinización artificial existe, es lenta, costosa y poco efectiva a gran escala. Eso encarecería los alimentos y haría desaparecer muchos de ellos de nuestras mesas, afectando directamente la variedad y el valor nutricional de nuestra dieta.

Además, no hay que olvidar que productos como la miel, la jalea real, el propóleo o la cera también se verían comprometidos. Y con ellos, el sustento de miles de personas que trabajan en la apicultura en nuestro país y en el mundo.

La extinción de las abejas no solo pondría en riesgo la alimentación humana, también desataría un desequilibrio ecológico profundo. Muchas plantas dependen exclusivamente de ciertas especies de abejas para reproducirse.

Si esas plantas desaparecen, también lo harían los insectos, aves y animales que se alimentan de ellas. Es un efecto dominó que podría llevar a nuevas extinciones en cadena.

Además, con menos polinización natural, la producción global de alimentos se concentraría en cultivos que no la necesitan, como el arroz, la papa y el maíz. Eso nos llevaría a una alimentación más básica y desequilibrada, con menos acceso a frutas, verduras y otros productos frescos que hoy forman parte esencial de una dieta saludable.



Fuente Clarin.com

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