El hombre de las mutaciones. Esta paráfrasis con el subtítulo del I Ching bien puede aplicarse a la vida y obra de David Bowie. Un hombre que casi no le escapó a ningún género musical desde sus inicios hasta su muerte. Una persona que tampoco dudó a la hora de cambiar de ropas, de peinados o de escandalizar a los sectores más puritanos de la sociedad con declaraciones sobre su sexualidad que hoy bien podrían pasar por ingenuas.
David Bowie también fue un inglés blanquito que conquistó los Estados Unidos de la mano de un disco de soul, un ritmo musical estadounidense y negro si los hay, hace exactamente 50 años,. Un disco que contó nada más y nada menos que con John Lennon de invitado, y que supo influir tanto a James Brown como a Hall & Oates. Ese álbum es Young Americans.
Estrella por derecho propio en el Reino Unido tras la glamorosa Bowiemanía que provocaron discos como The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972) o Aladdin Sane (1973), a mediados de los años ’70 Bowie quería tomar por asalto a los Estados Unidos.
Amante del soul desde su juventud londinense como mod, se fascinó con el sonido que provenía de la ciudad de Filadelfia, con grandes arreglos de cuerdas y vientos e influencias del funk, y se empapó de esa influencia.

Por otro lado, su naciente amistad con el guitarrista boricua Carlos Alomar, que venía de ser parte de la banda estable del Teatro Apollo, templo del soul del Harlem neoyorquino, lo hizo visitar clubes y locales negros del Barrio para que absorbiera aún más la cultura afroamericana.
Amistad y parranda con Lennon
De esta manera, con Alomar como lugarteniente en guitarra, el habitual Tony Visconti como productor y futuras estrellas como el cantante Luther Vandross en coros, entre tantos otros, Bowie se dirigió en agosto de 1974 a los famosos Estudios Sigma de Filadelfia para registrar su disco de “Plastic Soul”, denominación despectiva negra para referirse a los blancos que encaraban ese sonido.
Tras dos semanas de febril trabajo, en parte gracias a la descomunal adicción del cantante a la cocaína, se registraron canciones que integrarían el futuro disco y numerosos out-takes que se harían famosos a lo largo del tiempo y que integrarían futuras ediciones en CD como bonus tracks, como su cover de It’s Hard To Be a Saint in the City de Bruce Springsteen y favoritos de los fans más recalcitrantes como la balada It’s Gonna Be Me o su relectura funky de su single glam John, I’m Only Dancing (Again).
Tras apariciones rodeado de celebridades como Elizabeth Taylor y Cher, que lo posicionaban ante el gran público estadounidense como un pop star Apto para Todo Público; y mientras sus consumos químicos privados iban in crescendo, Bowie conoció a John Lennon, que atravesaba su etapa de excesos conocida como su Fin de Semana Perdido (“Lost Weekend”).

Separado momentáneamente de Yoko Ono, y de novio con su asistente May Pang, el ex Beatle no dudaba en beber como un cosaco acompañado de Ringo Starr, Harry Nilsson, Keith Moon y Alice Cooper, con su carrera musical en un segundo plano.
Temeroso de la lengua afilada de John (“El glam rock es rock and roll con lápiz labial”, supo decir) y respetuoso ante uno de sus ídolos, Bowie congenió enseguida con Lennon, y por eso ellos dos más Alomar y un grupo de sesionistas se juntaron en Electric Lady, los estudios neoyorquinos creados por Jimi Hendrix.
Después de registrar una inspirada toma soulera de Across The Universe con Lennon en guitarra y coros (vale recordar que John amaba esa canción, pero nunca estuvo conforme con el resultado final aparecido en Let It Be), Alomar se puso a tontear con un riff que no lo dejaba conforme. Acto seguido, Lennon contestó con un fragmento de guitarra acústica, con su barbilla apoyada contra el instrumento.
El hecho quedó grabado, y Bowie no dudó al escuchar la respiración fuerte de su colega: “Dice ‘Fame’”. Alomar pulió el fraseo funky y grabó más partes de guitarra, y al día siguiente el frontman trajo la letra y la cantó. Había nacido el tema Fame.

Así entraron estas dos canciones y salieron otras. Visconti se mostró un tanto decepcionado por el resultado final, pero el 7 de marzo de 1975 igual se publicó en ambas orillas del Atlántico Young Americans, noveno disco de estudio de David Bowie.
El LP llegó al segundo puesto del ranking de ventas en el Reino Unido y al noveno en los Estados Unidos, mientras que el single con Fame le proporcionó a Bowie su primer número en ventas en ese país. El objetivo inicial de conquistar los Estados Unidos había sido logrado.
Cómo es el disco
Musicalmente, Young americans es un disco de “plastic soul”, sí, pero que redimensiona para bien esa calificación. Ninguna de sus ocho canciones actúa como relleno. Win muestra el registro vocal de Bowie mucho más debajo de lo habitual hasta ese momento, y ahí está el secreto de su éxito.
El groove de Fascination compite mano a mano con el de Fame, mientras que Somebody Up There Likes Me utiliza el recurso de llamada y respuesta vocal tan habitual en el góspel, Right es el número de soul más tradicional, y Can You Hear Me? es una canción de amor extraña pero efectiva.
El tema que titula el disco marca, al ritmo del Philly Soul, su visión de los Estados Unidos, con alusiones a Richard Nixon y a la cultura de automotor, más una cita en el medio de A Day in The Life de los Beatles.

Young americans fue un disco un tanto ninguneado en el momento de su aparición. Pero casi de inmediato su influencia se hizo ver en el riff de Hot (I Need to Be Loved, Loved, Loved) de James Brown, single que el Padrino del Soul publicó a finales de 1975, cuyo fraseo de guitarra era un calco absoluto del de Fame.
Bowie se sintió honrado y legitimado por ese plagio, y debido a que el tema de Brown no fue un suceso comercial desestimó cualquier clase de acción legal. Ya establecido de modo permanente en Los Ángeles y hasta la coronilla de cocaína, de a poco empezaba a planear todo lo relacionado a su nueva mutación: dejar de ser un soul man y transformarse en el Delgado Duque Blanco. Pero ésa, como se suele decir, es otra historia.