Al tiempo de zozobra que vivió el gobierno, cuando el dólar se despertó y comenzó a subir, lo siguió un día en el que Javier Milei recuperó el pulso. Entre la aprobación del DNU de endeudamiento con el FMI, paso crucial que disminuyó -pero no despejó- la incertidumbre que ganó a los mercados, hasta la doble Nelson que atrapó a Cristina, la administración libertaria respiró aliviada pero, ya sabe, que perdió la virginidad.

Milei está amarrado al palo mayor del valor del dólar planchado, uno de los factores principales junto al superávit fiscal, de la caída de la inflación. Ese es su capital central. Salvo excepciones que se notan cuando las papas queman, la falta de talento político y de experiencia es inocultable. No es patrimonio exclusivo del gobierno. Del otro lado, no se quedan atrás en la torpeza funcional y se pegan un tiro en el pie con movilizaciones violentas que termina favoreciendo al supuestamente asediado. De eso se ha visto demasiado en estos días vertiginosos en los que el gobierno hizo equilibrio en la cuerda floja. La aprobación del DNU y el fracaso de la marcha del miércoles, le dieron vigor que había comenzado a perder el 14 de febrero con el estallido del cripto escándalo.

El hilván de los votos positivos en el Congreso reivindica el ala política del gobierno, Guillermo Francos y su equipo, y la mano suelta para sostener la alianza con los gobernadores, siempre necesitados de dinero federal. Así construyeron la mayoría a pesar de la manifiesta tosquedad de los libertarios en el Congreso, haciendo lo posible para mostrar que son capaces de errar un penal con el arco vacío. Todos miran al clan Menem que integran el equipo político de Karina Milei. La larga permanencia en la nómina de una institución, como el Congreso, no garantiza el expertise, recordaba un viejo legislador que se ha cruzado muchos años con “Lule” Menem en el Senado.

La idea del DNU fue del jefe de Gabinete aunque no reemplaza a un proyecto de ley. Milei no tiene tiempo que perder: detrás de la altisonancia de sus declaraciones, que últimamente habían bajado de tono, está la urgencia y la presión electoral.

El acuerdo con el FMI saldrá, no hay dudas. Su contenido aún es una incógnita, sobre todo en el capítulo cambiario y si habrá o no fondos frescos. Se supone que Donald Trump no dejará colgado de la brocha a su más entusiasta y vocinglero aliado externo.

Un rumor atravesó como un rayo el último día de semana sobre un posible adelantamiento para julio de las elecciones legislativas, para posteriormente levantar el cepo. La versión descuenta un triunfo oficialista, claro está, y puede haber sido un globo de ensayo para sondear el humor político. Jugadas de corto vuelo.

La decisión del gobierno de Trump de prohibirle el ingreso a Cristina Kirchner, sus hijos, y a Julio De Vido, por actos de corrupción comprobados, ocurrió el mismo día en que Casación confirmara la condena de la ex Presidente a seis años de prisión.

Fue un mensaje político de la Casa Blanca a Milei.

Hay fuentes que aseguran que esta decisión, que ya afectó a otros presidentes latinoamericanos como el paraguayo Cartes, estaba prácticamente tomada durante la administración Biden y que no se aplicó por oposición del embajador Marc Stanley, que sirvió aquí durante el gobierno de Fernández. En ese momento también se renegociaba un acuerdo con el FMI, lo que puede haber influido en el congelamiento de la sanción a Cristina. Es también un hecho que Marco Rubio, secretario de Estado, había pedido como senador que la cancelación de la visa a Cristina. Ahora Rubio está en el poder y hace lo que Anthony Blinken, su antecesor demócrata, cajoneó también por razones políticas.

Cristina desenfundó ayer su estrategia de mostrarse perseguida por el “imperio” y recordó el “Braden o Perón”, de las elecciones de febrero de 1946: una antinomia que marcó a fuego la estrategia justicialista y se extendió en el tiempo. La polarización la estimula Cristina pero también Milei, ahora, como antes lo hizo Macri. Es también raro: la ex Presidente coincide teóricamente con la política arancelaria de Trump (se lo enrostró a Milei) y está de acuerdo con Putín, como lo está Trump, en la agresión a Ucrania.

Más grave aún para Cristina es la ratificación de su condena por Vialidad. Queda el recurso en queja a la Corte, que tiene que fallar definitivamente. Una Corte que tiene tres miembros plenos y uno en “comisión”, Manuel García-Mansilla, nombrado por decreto hasta el 28 de febrero próximo por Milei.

El otro nombrado en “comisión”, Ariel Lijo, acaba de ratificar que no asumirá en la Corte ni renunciará a su cargo de juez federal y que su interés “en que el Honorable Senado de la Nación me otorgue el acuerdo correspondiente para el que ya cuento con dictamen favorable de la Comisión de Acuerdos”, según una nota que le envió al juez Ramos Padilla que atiende un pedido de invalidez del decreto presidencial que lo nombra.

Lo cierto es que, por ahora, tanto García-Mansilla como Lijo están en el limbo. El académico se apersonó en el Palacio de Tribunales y tomó posesión pero en el Senado está prácticamente desahuciado. No tiene ni dictamen de la comisión ni cuenta con los votos para ser ungido. Lijo, en cambio, tiene dictamen y poder de fuego. Por eso no quiere renunciar a su cargo de juez.

Hay calificadas fuentes que dicen que a Lijo y al Gobierno se les pasó la oportunidad y que el “dos o ninguno” en el que se empecinó la Casa Rosada es ahora una forma de sacárselo de encima. Y volver a negociar.

Hay quienes intentaron que el Poder Ejecutivo no intentara meter por decreto a los dos jueces en la Corte. Fracasaron en su gestión disuasoria: le adjudicaron a Santiago Caputo el patrocinio de García-Mansilla, mientras que el nombre de Lijo llegó de la mano de Ricardo Lorenzetti.

Ahora se escucha en los pasillos de la Corte que seguramente ayudarán a García-Mansilla, un académico del derecho, a una salida digna, aunque no inmediata, si es que el Senado termina volteando ese pliego y, también, el de Lijo.

Por supuesto, puede haber sorpresas en estas tierras que tienen de todo para progresar pero tiene una dificultad: está habitada por argentinos. La hiriente ironía en un inglés perfecto viene de un alto funcionario de Milei. La dijo el viernes Demian Reidel, jefe de asesores de Milei, ante inversores.



Fuente Clarin.com

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