Es un principio básico que aplica a todos los órdenes de la vida, en la guerra y en la paz: no se pueden librar todas las batallas. Es preciso saber elegir las que valen la pena, y ser capaz de establecer quién es el enemigo. El presidente Javier Milei parece tener un déficit en estos aspectos.

Con un pasado de arquero, no resiste sin embargo la tentación de saltar a todos los centros, sin ponderar, sin discriminar y con una letalidad que evoca a aquello de matar al mosquito con un cañón. La metáfora bélica no es casual: Milei parece estar en pie de guerra perpetuo, sin importar los motivos, el tamaño del ocasional oponente ni, incluso, sus propios errores o responsabilidades.

“Dime de qué te jactas y te diré de qué careces”, dice el refrán. Cuanto más repite el Presidente la palabra “libertad” más intolerante se muestra hacia aquellos, aun los más cercanos, que osan manifestar una opinión contraria o apenas diferente. Dueño de la motosierra, ya avisó que Karina Milei maneja la guillotina, que no vacila en “ejecutar” a los “traidores”. Nunca el lenguaje es inocente.

Para castigar a su antes “admirado” y ahora “impresentable” Domingo Cavallo, por opinar que el dólar está atrasado, Milei no vaciló en echar a la hija del ex ministro del cargo de embajadora en la OEA que él mismo le había dado, quedó clarísimo ahora y más allá de sus méritos, por ser “la hija de”. Si esta no es la casta…

También se jactó de haber hecho “volar por los aires” al titular de ANSeS, Mariano de los Heros, por hablar de la reforma jubilatoria que presuntamente preparaba el Gobierno.

Ya había corrido idéntica suerte Osvaldo Giordano, quien al frente del mismo organismo develó el escándalo de los seguros en la gestión de Alberto Fernández: su mujer, la diputada Alejandra Torres, votó en contra de algunos incisos de artículos de la ley Bases, y pasó a ser una “traidora”. La última semana se solidarizó con Sonia Cavallo: “Somos mujeres con autonomía”, defendió.

Por estos días, se renovó el encono presidencial contra la cantante de 25 años María Becerra, -a quien llamó BCRA aludiendo a los dineros que cobró por actuar en Neuquén- por una opinión sobre el accionar del Gobierno en los incendios en el sur.

Cualquier palabra disonante con la oficial es percibida como un ataque, y cualquier anécdota se convierte en amenaza gravísima. Con lo cual el rango de atacantes es ilimitado. Lo vivieron en carne propia los economistas del CEDES, acusados por Alejandro Fantino de “econochantas” por su postura acerca del tipo de cambio, acusándolos de querer una devaluación para mejorar sus ingresos en dólares. Al ejército de trolls libertarios que se sumó a la ofensiva respondieron todos los colegas de los apuntados, solidarizándose desde todo el espectro ideológico, sin fisuras.

Y después llegó la promoción de Milei desde su cuenta de X de la cripto $LIBRA, que creció astronómicamente para desplomarse poco después con las consiguientes pérdidas para quienes habían invertido allí siguiendo la recomendación presidencial.

Cuando se desató el escándalo, Milei adujo que “no estaba interiorizado de los pormenores del proyecto y luego de haberme interiorizado decidí no seguir dándole difusión”. Casi peor el remedio que la enfermedad.

Acto seguido se dirigió “a las ratas inmundas de la casta política que quieren aprovechar esta situación para hacer daño…”. ¿En serio la culpa es de la casta?

Para rematar, la defensa de una diputada libertaria: “Muchachos, no se trata de que sea presidente las 24 hs”. Lo que no aclaró es cuál sería el horario de funciones presidencial: ¿de 9 a 17?, ¿de 10 a 20?, o qué pasaría en caso de una crisis nacional a la madrugada.

No está de más, en estos tiempos tumultuosos y de actitudes destempladas, releer a Shakespeare: “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”.



Fuente Clarin.com

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