La Real Academia Española dice que… La RAE se opone a… La Academia prohíbe, acepta, rechaza, pone freno. En apariencia, la Real Academia Española es poseedora de un tipo de autoridad más propia de las realezas que de las academias y tiene el poder de mandar sobre los usos de ese idioma sobre el que reina. Eso creen muchos.

“¡Nadie ‘manda’ cómo se usan las palabras!”, aclara la presidenta de la Academia Argentina de Letras (AAL), Alicia María Zorrilla, autora de textos académicos y de divulgación.

No es esa la misión de las diversas instituciones que buscan analizar el complejo funcionamiento de una lengua, sus permanencias y cambios, sus posibilidades y flaquezas. La RAE tanto como la AAL, entonces, no mandan ni aceptan o rechazan, prohíben o permiten.

Las academias descubren, estudian y sistematizan lo que los y las hablantes, usted y yo, el verdulero, el rapero, la médica, la artista plástica, hacemos con ese instrumento tan deslumbrante que es nuestro idioma.

Aunque la impresión de normas o la publicación de diccionarios no sean para cualquiera.

Hace 125 años nacía en España una mujer que se animó a desafiar esas competencias. ¿Quién construye un diccionario? Ella lo hizo. Se llamó María Moliner, fue archivista, profesora, republicana y represaliada por eso. Fue una adelantada a su tiempo en muchos aspectos.

Moliner sabía que el diccionario fija, reproduce y, sobre todo, silencia. Por eso, a los cincuenta años, cuando sus hijos estaban grandes y ella se marchitaba en un empleo público tedioso, pensó que una lengua era de quien la usaba.

Y si, por caso, su hija menor soñaba con calzarse en la playa un modelo de traje de baño muy osado, entonces la palabra bikini merecía estar en la lista. Y que el amor no podía ser solo el “afecto” que señalaba la RAE; el amor era, escribió, “ese sentimiento experimentado por una persona hacia otra, que se manifiesta en desear su compañía, alegrarse con lo que es bueno para ella y sufrir con lo que es malo”. Mucho mejor.

El escritor argentino Andrés Neuman acaba de publicar una novela basada en hechos reales (o una biografía ficcionalizada) dedicada a Moliner. Se titula Hasta que empieza a brillar (Alfaguara). Y es una joya: “Una cosa de valor extraordinario, aumentado por ser única o difícil de encontrar”, en sus términos.



Fuente Clarin.com

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