“Mirá, estamos utilizando las reservas para pagarle al FMI y sin emisión monetaria, por lo tanto sin impacto en la inflación. Podríamos utilizar más dólares en el futuro para pagarles. Esta relación no está yendo bien”.

El diálogo ocurrió casi veinte años atrás arriba de un auto que iba del Hotel Watergate, en Washington, al aeropuerto Dulles para tomar un vuelo de regreso a Buenos Aires. Así le decía el ex ministro de Economía Roberto Lavagna al entonces presidente del Banco Central Martín Redrado, según contó este último en sus memorias.

“La posición dura del staff del organismo se sumaba ahora a la falta de voluntad del director del organismo, Rodrigo Rato, para acercar las partes”.

Un año más tarde, el presidente Néstor Kirchner llamó a Redrado a su despacho y le dijo: “Empezá a pensar cómo pagarle al FMI. No sé si llegaremos a un acuerdo”. Las tensiones entre el gobierno kirchnerista y el Fondo iban escalando.

Redrado cuenta que empezó entonces a trabajar con el auditor interno del banco, Marcelo Griffi, que había intervenido para reformar la Carta del banco al salir de la devaluación de 2002 y empezaron a ver alternativas para resolver la indicación. Cuenta Redrado que Griffi le hizo recordar que la ley de Convertibilidad seguía en pie y que entonces se hizo un borrador con la definición del concepto de reservas de libre disponibilidad (los dólares por encima de la cobertura de la base monetaria). Ambos concluyeron entonces que esa alternativa era mejor que enmendar el artículo 20 de la Carta Orgánica donde se establecía límites a las transferencias del banco al Tesoro. Temían que si eso se flexibilizaba por esa vía llevaría a presiones futuras.

“Griffi elaboró un memorándum diciendo que las reservas podrían ser solamente utilizadas para pagarle al FMI sin emitir pesos — escribió Redrado—; las reservas solo se podían usar para un pago por única vez, aun cuando el decreto hablaba de pagarle a cualquier institución multilateral. Claramente no planeábamos pagarle al BID o al Banco Mundial. Además agregamos que el pago no debía tener efecto monetario”.

La deuda con el FMI estaba entonces en poder del Banco Central y no del Tesoro (se venía arrastrando de la época de Eduardo Duhalde y, más atrás, de Fernando de la Rúa). El impacto en el capital del BCRA de la movida por lo tanto sería neutral, ya que reduciría los activos pero también los pasivos. Todavía no se sabría que la autoridad monetaria recibiría las Letras Intransferibles.

Más o menos para esa época, el Gobierno barajaba otra ilusión: que España ayudara a la Argentina a cancelar la deuda con el FMI de una sola vez. El propio Lavagna lo contó también en sus memorias. “Resurgía la idea mágica con España como financiador. Cristina Kirchner y Alberto Fernández viajaron para entrevistarse con José Luis Rodríguez Zapatero con la idea de que España podría ayudar a financiar para el pago de una vez”. […] “Las reuniones en España terminaron sin un acuerdo pero sin una negativa pública”.

En España no cayó bien que los Kirchner hayan incluso involucrado al Rey para esa operación. “Kirchner mandó a su mujer para pedir al rey de España que interceda ante el FMI”, puso el diario El Mundo, de Madrid.

En diciembre de 2005 se desencadena todo el episodio.

Brasil anuncia que le pagará al FMI unos US$ 15.500 millones, algo que ya había hecho Rusia en febrero por US$ 3.300 millones. Rápidamente Rato sugiere públicamente que países como la Argentina deberían tomar ventaja del viento de cola que soplaba entonces en el mundo de la mano del crecimiento chino al 12% y aprovechar las reformas que por entonces Brasil implementaba reforzando el superávit fiscal y buscando la nota de investment grade para refinanciarse en los mercados.

Kirchner llamó enseguida a Redrado a su despacho. Lavagna ya se había ido y ahora estaba Felisa Miceli en su lugar.

La transferencia al FMI fue hecha semanas después: el 3 de enero de 2006.

Se necesitaron dieciséis transferencias diferentes a otros bancos centrales para evitar embargos de fondos de inversión porque, si bien la Argentina ya había hecho el canje de la deuda con los bonistas, había fondos que no habían aceptado la oferta de Lavagna y seguían en litigio. Faltaban aún diez años para que la Argentina terminara de salir del default. Toda la operación duró unas tres horas, empezó a las diez de la noche y finalizó a la una de la madrugada.

Veinte años después, el Banco Central recibiría dólares en reemplazo de las Letras Intransferibles. Retornaría una deuda con el FMI pero esta vez no contabilizada en la hoja del Banco Central como figuraba por aquel entonces sino en la del Tesoro. Griffi hoy es director del Banco Central. En el medio, fue secretario de Legal y Técnica en Hacienda y Finanzas durante la época de Alfonso Prat-Gay.



Fuente Clarin.com

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