En una entrevista publicada en este diario, David Uclés -autor de “La península de las casas vacías”- comenta que motivado por temas tan sensibles como los que disfrutamos en “Cuarenta años de soledad” o “El tambor de hojalata”, su libro encierra lo acontecido en la guerra civil española. Este espantoso período de muerte entre hermanos trajo a mi recuerdo las conversaciones de mis padres, de mis tíos, de los gallegos que venían a mi casa. Las comunicaciones se limitaban a esas cartas que enviaban los que quedaron en el pueblo viviendo tiempos de miseria. El hambre que produjo enfermedades incrementó los 500.000 muertos que dejó la contienda. No había comida. El franquismo entregaba las cartillas de racionamiento, unos cupones donde se podía obtener mucho menos de lo imprescindible para sobrevivir y, además, distinguía a algún sector acomodado de la sociedad con injustas prebendas. El pueblo recibía dos rodajas de pan, dos papas, un poco de azúcar, arroz y algunas cucharadas de aceite. Para los hombres la cantidad era mayor que las mujeres y los menores de 14 años. El racionamiento dio origen al estraperlo, una forma ilegal de comerciar. Ya que el racionamiento los mataba de hambre, los que tenían las pesetas que provenían de Buenos Aires, adquirían los alimentos gravados con impuestos del Estado.
Tal vez porque era algo más fácil de entender cuando uno es chico me quedó grabado que mis tías se confeccionaban sus vestidos con bolsas de harina. Aunque la guerra se había terminado en 1939 con la muerte de Franco, aún en los finales de los 40 los españoles no salían de la pobreza. Esos años oscuros se iluminaban en el Puerto de Buenos Aires cuando atracaban los barcos que partían de Cádiz. Es una estampa inolvidable para mí cuando vuelvo a ver con mi imaginación el “Monte Udala” que trajo a mi prima y mi tía en 1950 desde Combarro. Habían estado separadas del padre y esposo por más de 15 años. Evocarlo me humedece los ojos de emoción.
Rosa de la Fuente rosabfuente@hotmail.com
Irrita pensar en Ficha Limpia como destinado única o principalmente a impedir que Cristina Kirchner integre una lista electoral. El proyecto de ley debiera extenderse a todas las funciones, electorales o por designación, alcanzando no a la doble condena, sino a cualquier procesamiento firme que afecte a cualquier postulado para una elección o una designación, respondiendo el juez que falsee datos, hechos o derechos para obstaculizar infundadamente un proceso de otra forma normal.
Creo que el énfasis en la ex vicepresidente es restarle importancia incluso al Artículo 16 de la Constitución, que requiriendo solamente idoneidad, pareciera muy restrictivo. Aunque debe entenderse incluyendo la idoneidad moral, ética, porque nadie puede ser admitido a funciones de gobierno que no sea insospechado e insospechable.
Juan Carlos Pratesi juancarlospratesi@gmail.com
El “Tratado de la Argumentación” de Perelman y Olbrechts-Tyteca (Editorial Gredos) aborda y explica las diversas formas de uso retórico para persuadir, convencer con un argumento, sin que necesariamente este se ajuste a los hechos, aunque pueda inducirlos. Uno de esos casos, llamado “ad hominem”, se basa en descalificar los dichos de alguien, desviándose del tema atacando la reputación de la contraparte; generalmente aquellos aspectos que desfavorezcan al oponente.
Como la prevalencia cultural del pensamiento positivista y pre dialéctico sigue “firme junto al pueblo”, dividendo ideal y platónicamente al mundo entre “malos y buenos”, ese cuestionable recurso de usar el latiguillo “mirá quien habla”, hace que ni siquiera se le crea a un ciego cuando dice que a las 12 pm es mediodía.
Bien: magnífico ejemplo de ello son las respuestas del inefable y sinuoso senador Miguel Angel Pichetto, procurando denigrar personalmente a Joni Viale por su fallido “interrupts interview” a Javier Milei. Precisamente, al Presidente si algo como hombre le cabe es deslindar responsabilidades (que tiene) por cadena nacional ante el pueblo. Que no le falta locuacidad, está mundialmente comprobado.
Adrián Armando Klas viyurklas@gmail.com