La mayoría de los líderes decisionistas de este siglo no son usurpadores del poder, pues lo conquistaron a través de las urnas. En algunos casos con poca transparencia y dudosa competencia, para luego reformar desde el poder la Constitución a su medida.
Los ejemplos, ampliamente citados son, entre otros, Hungría, Turquía, Polonia, designados como regímenes autocráticos. Pero el horizonte del decisionismo político es más extenso: incluye a Trump y Milei, entre ellos, cuya ubicación en la extrema derecha pone en riesgo a la democracia, pero sus agendas se enmarcan aún en la democracia decisionista.
Los autores de la antigüedad clásica nos marcaron un camino, y aun a la distancia, pueden contribuir a comprender el mundo en el que vivimos. Así, Tácito es considerado por ciertos historiadores, como Tom Holland, como el mayor analista de la autocracia. Por su parte, Clelia Martínez Maza reconoce la influencia de Tácito en los círculos intelectuales en la América revolucionaria, en especial en la persona de Thomas Jefferson.
Siempre hablando de Tácito, Antonio Hermosa Andujar escribe que la tiranía transforma al tirano en modelo a la élite imperial. Milei pretende constituir en modelo a su concepción libertaria. Hasta ahora, lo que logrado es que los que integran “su” casta política, compitan entre ellos por “negociar” en el ámbito de una democracia de canje. De ahí, surge la voluntad de ciertos apoyos legislativos.
Tácito pone en cuestión los límites de la tiranía, la ambición, la codicia, y el efecto corruptor del poder, preguntas o preocupaciones que se pueden trasladar a la actualidad si se tienen en cuenta los avances de los gobiernos autocráticos. Y sí de límites hablamos, un presidente decisionista como Milei, con un elevado poder fiscal, maneja arbitrariamente las transferencias (ATN) por fuera de la coparticipación.
No es el primero que lo hace. El Presupuesto nacional 2025 es el resultado de la inusitada segunda prórroga del Presupuesto 2023. Todo ello de dudosa constitucionalidad. El Presidente Fiscal aseguró: “No me preocupa si no se aprueba el Presupuesto. Gobernaré con el de 2023. Es un problema del Congreso si no lo quiere aprobar”. Por las dudas, no se incluyó en el temario de las sesiones extraordinarias.
En una divisoria de aguas de los conceptos políticos que definen un régimen se puede advertir que hay usos diferentes de los mismos. En su mayoría son conceptos polisémicos, por un lado y, por el otro, son conceptos que nacen en contextos históricos determinados, como la noción de fascismo y nazismo, propia de las circunstancias históricas del siglo XX, que se continúan usando, aunque en verdad, han sido reemplazadas por nuevas configuraciones. Así como el totalitarismo es el despotismo del siglo XX, la autocracia es el despotismo del siglo XXI.
Cuando Carl Schmitt define a la dictadura como “la abolición de la división de poderes”, establece una clara distinción de este fenómeno político como momento puntual de la historia, aunque subsista en el tiempo. En otras palabras, la dictadura es la expresión de un poder personal absoluto que sustituye -de manera diferente en cada país- al régimen representativo, además de abolir la división de poderes. Se visualizan en Rusia, China, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Nicaragua.
En ocasiones las autocracias son nombradas como “democracias iliberales”. Al margen del valor de los adjetivos, lo que cuenta es el problema conceptual. La democracia representativa moderna es liberal o no lo es, por sus valores y procedimiento. Según Anne Applebaum estas democracias “iliberales”, más híbridas, a veces se alinean con el mundo democrático y otras veces no. Viktor Orbán ha ratificado la construcción de un “Estado iliberal”.
Hay un gran movimiento de interrogación sobre el nuevo ciclo político en la Argentina. Por un lado, es mejor saber de dónde venimos y, por el otro, hacia dónde vamos, en una época turbulenta que ha mostrado la gravitación de las grandes tecnológicas. El lenguaje grosero y ultra conservador del presidente Milei, no sólo en Davos, ha sido muy bien narrado por Luis Alberto Romero usando los mismos términos en su interesante artículo “La bosta y la seda. Los senderos de Milei”, con argumentos equilibrados sobre lo positivo y lo negativo de la gestión.
Mientras tanto, Milei dispara contra periodistas, artistas, opositores, (nada nuevo en la política argentina), pero la novedad es que ha sabido salir de la política tradicional para mantener un contacto directo con su público a través de la agresividad de sus ejércitos de trolls. ¿Este es el espíritu de época?
Las oposiciones que realmente buscan una alternativa democrática y republicana parecieran estar desconectadas de esa nueva realidad, por fuera de constituir un archipiélago en el escenario actual. ¿Cómo reconstituir esa oposición? No conozco esa respuesta. El centro se desmorona y es absorbido, en buena parte, por el extremo que gobierna. Los bloques de los diferentes partidos se fracturan.
Manifestaciones todas de la dislocación del sistema político. Sin duda, hay que revisar tanto los patrones antiguos de acción política como la doctrina de centro izquierda, y la liberal republicana. Sobresale aquí una crisis de identidad. Sin olvidar que subsiste una matriz decisionista, que concentra poder, degrada a la democracia, y que no deja de ser un espacio de sombra para ella.
La pregunta que duele es si este sector se ha quedado sin ideas. La asociación entre el capital tecnológico y la extrema derecha es notoria. Es una forma de hacer política. ¿Cómo plantarse ante la realidad viva de las nuevas relaciones de poder? El gran desafío es sostener una versión diferente de oposición para afrontar la nueva era.