Florencio Parravicini (1876-1941), fue uno de los artistas más polifacéticos y destacados de la llamada “Época de Oro” del cine argentino, en los años ’30 del siglo pasado. Actor, comediante, guionista de cine y teatro y performer. Era hijo de un acaudalado coronel que dirigió la Penitenciaría y nieto de un terrateniente que trajo de Italia su título de Marqués. Además, era conocido como tirador profesional y decía ser descendiente de Napoleón.
Gerónimo Podestá (1851-1923), también actor y empresario teatral, conoció a Parravicini en un varieté del Bajo porteño y lo incorporó a su compañía. Hijo de los genoveses Pedro Podestá -que había servido como abastecedor de carne en la Gran Guerra italiana a las órdenes de Garibaldi- y María Teresa Torterolo, fue el mayor de nueve hermanos, una dinastía de artistas que le dieron brillo al circo criollo y el teatro popular rioplatense.
Sus hijas fueron las famosas actrices María y Blanca Podestá. Gerónimo había nacido en Buenos Aires, en 1851 pero sus padres, dueños de una pulpería en San Telmo, abandonaron ese año la capital argentina debido a rumores de ataques contra extranjeros, regresando a Montevideo, de donde habían partido en 1846. Allí bautizaron al recién nacido, que adquirió la ciudadanía uruguaya.
El cuarto de los nueve hermanos, ¨Pepe¨ Podestá, creó el legendario payaso Pepino el 1888 y le dio popularidad a la figura de Juan Moreira, entre otros personajes. El menor, Pablo Podestá, también acróbata y cantor, estrenó Barranca Abajo de Florencio Sánchez en 1905, participó en tres películas en blanco y negro y fue amigo personal de Carlos Gardel, antes de presentar síntomas de locura, lo que lo alejó de los escenarios. Mentalmente inestable, antes de ser internado, en 1919, telegrafió a un amigo: «Disuelve la compañía. Embarcate enseguida. Soy presidente de la República».
Descendientes de aquellas legendarias trayectorias fueron los grandes capocómicos; de Pepe Arias, Luis Sandrini y Dringue Farías a Enrique Pinti, Tato Bores y Antonio Gasalla, que acaba de dejarnos. Sus figuras reaparecen en el recuerdo y en una escena pública que suele mezclar comedia y drama, vodeviles esperpénticos y espectáculos cautivantes.
Un sobrino de Parravicini, Benjamín Solari, bohemio y autor esotérico de profecías y “psicogramas”, es reivindicado como singular fuente inspiradora y simbólica desde la Casa Rosada por el principal asesor presidencial.
Lejos de allí, Gisela Podestá, actriz y clown, cuenta la historia de su familia -que es la historia misma de los orígenes del teatro popular criollo-, en una deliciosa obra unipersonal que se presenta, como lo hacía la antigua compañía familiar, en pequeñas salas del interior del país. En un tiempo en el que farándula y política se confunden, es bueno resituar cada tanto los géneros en su lugar apropiado.