La inquietante historia de Miguel Alberto Gobbia, conocido como el “asesino serial de las noches de tormenta”, desentraña un capítulo oscuro de la historia criminal argentina que ha dejado en su momento atónita a toda la sociedad argentina.
Este hombre, que transitaba la vida como un vecino común, se vio envuelto en una serie de crímenes atroces que sacudieron a la localidad de Saladillo, Buenos Aires. Su caso plantea preguntas profundas sobre la naturaleza de la violencia y cómo un individuo puede ocultar su verdadero ser detrás de una fachada de normalidad.
Gobbia, con su carisma y amabilidad, logró establecer relaciones cercanas con sus vecinos lo que complicó aún más la percepción de su verdadera naturaleza. Su vida estuvo marcada por situaciones turbulentas que, aunque inquietantes, parecían ser parte de un relato común. Sin embargo, tras la aparente tranquilidad que proyectaba, se escondía un oscuro instinto asesino que haría su aparición en momentos de tormenta.
A medida que se revelan los impactos de sus acciones y la forma en que manipuló la confianza de quienes lo rodeaban, surge la pregunta que da inicio a la exploración de su vida: ¿cómo pudo un hombre con tal fachada convertirse en un infame asesino serial?
Miguel Alberto Gobbia, el “asesino serial de las noches de tormenta”: los horribles hechos que cometió bajo la lluvia
Miguel Alberto Gobbia, apodado el “asesino serial de las noches de tormenta”, es uno de los criminales más notorios de la historia argentina, conocido por su capacidad para ocultar su verdadera naturaleza detrás de una fachada de normalidad.

Este hombre, nacido en Croacia y residente de Saladillo, Buenos Aires, se convirtió en un espanto para la comunidad local debido a los horrendos crímenes que cometió en medio de tormentas, un patrón que lo definiría y le valdría su infame apodo. A partir de los años 90, su historia se entrelaza con la violencia y la manipulación, revelando un sombrío relato de asesinatos que sacudió a la sociedad.
La historia criminal de Gobbia tomó forma a finales de 1995, cuando se desató una serie de asesinatos en medio de inclemencias climáticas.
El 15 de febrero de 1995 Miguel Alberto Gobbia perpetró su primer crimen conocido al asesinar a Patricia Noemí Gallo y a su compañero, José Bassi, en una noche de tormenta. La pareja se encontraba en un vehículo en ‘Villa Cariño’, un lugar frecuentado por parejas para mantener relaciones íntimas. Gobbia, quien estaba al tanto de sus movimientos, se acercó al auto y, tras golpear la ventanilla, disparó a Bassi con una carabina.

Luego, secuestró a Patricia, quien intentó escapar, desafortunadamente, no pudo evitar ser herida. Su cuerpo fue encontrado posteriormente, escondido en una alcantarilla, mientras que el cadáver de Bassi fue hallado más tarde en los alrededores, mostrando indicios de brutalidad.
La serie de crímenes no terminó ahí. Solo unos meses después, el 14 de julio de 1995, Gobbia volvió a actuar, esta vez apuntando a una víctima mucho más joven. Gladys Patricia Fioretti, de apenas 13 años, salió de la escuela sin saber que estaba siendo observada. Horas más tarde, fue encontrada sin vida en un campo, con señales de haber sido acuchillada en un intento de violación.
Este crimen que aterró a la comunidad llevó a las autoridades a investigar más a fondo a Gobbia, quien, curiosamente, había estado presente en ambos casos como testigo.
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Las circunstancias y sus acciones finalmente lo señalaron como principal sospechoso, revelando la oscura realidad de un hombre cuya vida cotidiana ocultaba la monstruosidad de sus actos criminales.
Con el tiempo, Gobbia fue arrestado y, tras una serie de investigaciones, se confirmó su rol en los asesinatos. Su indiscutible culpabilidad quedó al descubierto, dejando a la sociedad en estado de shock y preguntándose cómo alguien que parecía tan común pudo ser responsable de tales horrores.

En abril de 1998, Miguel Alberto Gobbia fue condenado a prisión perpetua por los tres crímenes que había cometido en Saladillo. De todos modos, la perpetuidad para “asesino serial de las noches de tormenta” solo fueron 13 años a partir de la condena. Quedó libre en la Navidad de 2010 y nunca más volvió a ser noticia.
La historia de Miguel Alberto Gobbia no solo representa los escalofríos de una mente criminal, sino que también refleja la profunda capacidad del mal que puede estar presente en la vida cotidiana, en plena tormenta.