Una joven de 19 años que descubre el deseo que genera en alguien que la dobla en edad. Se trata de Gabriela, quien en este relato se vuelve un tanto adicta a saciar esa pulsión que le genera Quim. Él es un hombre que se deja seducir, una vez más, y que busca ese tipo de vinculo donde poder ejercer “su poder”. No es la primera vez que lo hace. Y esta es una decisión que le otorga potencia a la narrativa. Clara Queraltó escribió Como un latido en el micrófono, editado por Anagrama, con esta tensión como eje.

La novela arroja más preguntas que respuestas. Incomoda. Evita el intento de adquirir una postura determinada. Nadie se casa con un personaje. No hay buenos ni malos, sino personas complejas y vulnerables.

La ficción pone en debate, sobre todo, el deseo y el consentimiento en una historia que se cuenta desde dos miradas que van avanzando en direcciones opuestas: la de Gabriela y la de Quim. Un reto literario con el que la autora podía perder fuerza porque era algo similar a contar la historia dos veces. Sin embargo, la tensión se sostiene hasta la última página.

Romper y abrir

“Al final no existen hechos objetivables, sino que depende de cómo viva la relación cada uno. Quería que el lector tuviera que repensar continuamente en esa situación de los personajes. Llevarlo a esa experiencia sin juzgar ni dar lecciones morales“, explica. En este relato nada se deja fuera. Todo es cuestionable. Un lugar que la autora cree que le corresponde a la literatura actual: el de romper y abrir más que cerrar.

“Creo que las ideologías no caben bien en la literatura. Si quisiera dar mi opinión sobre algo, escribiría un ensayo. La literatura es el sitio donde ir a incomodar, poner al lector en sitios donde no se espera, y que todo el tiempo se replantee lo que piensa. Cuando se ve claramente la ideología del creador, me desinteresa, porque te complace de una forma poco profunda”, sostiene.

En Como un latido en el micrófono, las miradas que narran no se parecen en nada. La construcción de Gabriela es la de una joven sumida en la fascinación. “Cuando te gusta mucho alguien te parece raro que no le guste a todo el mundo. No le ves los defectos. Nada es puro”, reflexiona.

La autora confiesa que quería que se viera también la vulnerabilidad de Quim, a pesar de ser consciente de que deseaba a una joven. “Es un personaje ambiguo que cuida abuelitos en una pensión, pero que también les miente a sus amigos. Un hombre complejo, con luces y oscuridades como todos tenemos”, puntualiza. Estas son las contradicciones de los personajes que te ubican en una zona gris. En el fondo, ambos son vulnerables: ella creyéndose empoderada cuando ¿realmente lo es? Y el con su niño interior completamente herido.

En medio, el deseo que ambos comparten. ¿Juzgable? “Innegable el hecho de que el feminismo ha servido para desenmascarar abusos y relaciones de poder. Y esta relación con tanta diferencia de edad, romantizada hasta hace algún tiempo, es una relación de este tipo. Sigue patrones fijos interesantes de enunciar”, considera la autora.

Pero va más allá, se plantea un dilema moral. Es Gabriela la que persigue e insiste hasta conseguirlo. “Quería huir del patrón conocido acerca del típico profesor o jefe que busca la situación. Es ella que elige libremente con la edad suficiente como para ir a la cárcel, y no el típico macho estratega”, aclara.

Clara Queraltó. Gentileza editorial.Clara Queraltó. Gentileza editorial.

Ese quiebre le permite jugar. Alejarse de una mirada proteccionista de “esto que deseas no está bien”. No hay deseos correctos ni incorrectos. Se puede ingresar en una relación desigual. “Mi idea siempre fue que solo existiera la diferencia de edad”.

Una parte del deseo

Claramente, hay una parte del deseo que es genuina, que no se sabe de dónde viene, pero hay otra que está construida culturalmente. Como Queraltó desliza, “también deseamos porque nos dijeron que deseáramos a tal. Por eso yo quería que la iniciativa la llevara ella”.

El deseo abre el abanico, multiplica las miradas. En los clubes de lectura, y según la escritora, las opiniones son diversas: desde que él es un depredador psicópata, que entre ellos hay amor verdadero, hasta que ella es una buscona. Todo es válido. Al final, lo importante es poder cuestionarse.

Como parte del proceso de investigación, Queraltó leyó varios ensayos y artículos de la pensadora Clara Serra, entre ellos, El sentido de consentir, que lo que explica es que no se pueden confundir consentimiento y deseo.

A veces consentimos relaciones que no deseamos y deseamos relaciones que no consentimos. Lo que puede vulnerarse es el consentimiento, nunca el deseo, que es muy escurridizo y era el gran tema. El consentimiento en la historia está clarísimo, la voluntad de Gabriela es muy firme. Ella se hace cargo de que lo busca. Eso no está en debate”, afirma.

Clara Queraltó. Gentileza editorial.Clara Queraltó. Gentileza editorial.

Sin embargo, le sirvió la polémica en torno a esto de consentir, porque a veces los pensamientos puritanos hacen que haya menos libertad a la hora de desear. Y al mismo tiempo, los deseos pueden ser terribles, incluso violentos.

“A veces no tienes claro qué deseas. Y a veces solo tienes claro lo que deseas cuando lo estás haciendo, por ende, no lo has podido pactar antes”, explica, y agrega: “Coincido con Serra en que el consentimiento no puede resolver todos los malestares alrededor del sexo”.

Otros de los temas interesantes en el libro son las redes sociales y el uso de los celulares. Claves hoy cuando las personas se vinculan con otros. En el inicio del libro, Gabriela lo busca en redes, le envía audios sugerentes a él por WhatsApp tratando de captar su atención. Se siente poderosa con estas estrategias. Y sin conocerlo bien, ya sabe cosas de él.

Lo permitido y lo prohibido

El límite entre lo permitido y lo prohibido se hace cada vez más difuso a través de los dispositivos actuales. “Lo que más ha cambiado es que los chicos tengan un móvil en la mano todo el día. No podemos controlar lo que hay ahí”, asegura la autora que trabaja con adolescentes de 11 años.

Esto se ve claramente en la serie Adolescencia que está teniendo tanta repercusión y que es emitida a través de Netflix. “Me genera dudas lo que mis alumnas me cuentan de las fotos que cuelgan cuando vamos de excursión. Siempre pienso: ¿son empoderadas y quiere mostrarse así, o son las más esclavas del patriarcado porque saben que lo que genera deseo es mostrarse así?”, destaca. Esto aparece en el libro. El supuesto empoderamiento de Gabriela.

La escritora sitúa la historia en un pueblo pequeño de Cataluña, donde es común que las fiestas reúnan a personas con mucha diferencia de edad, donde niños, adolescentes, jóvenes, adultos y abuelos comparten los mismos espacios. Pero más allá de eso, el uso del celular en este relato es central porque intensifica, acerca, acelera y hasta erotiza.

Cuando se aborda a la autora preguntándole qué lugar ocupa la fantasía y lo prohibido en la novela contemporánea, en seguida habla de lo importante que es la seducción en un mundo donde las relaciones son cada vez más líquidas. “Una vez que poseo lo que quiero, ya está. La gracia radica en el misterio, en lo que no conoces, en lo que puede pasar. Lo desconocido genera mucho interés en la literatura y en la vida misma”.

Como un latido en el micrófono, de Clara Queraltó (Anagrama).Como un latido en el micrófono, de Clara Queraltó (Anagrama).

Clara Queraltó básico

  • Nació en 1988, es filóloga y se dedica a la enseñanza de lengua y literatura a jóvenes.
  • En catalán ha publicado El que pensen els altres (Proa, 2018, Premio Mercè Rodoreda de cuentos y narraciones), relatos en las antologías Barcelona suites y Nits d’estiu (Univers, 2019 y 2020), la novela Et diré R. (Empúries, 2021), la novela infantil Xiular en cas d’emergència (Bindi Books, 2023) y, en Anagrama,
  • Como un latido en un micrófono (2024), obra ganadora del Premio Llibres Anagrama de novela 2024. También colabora en la emisora RAC1 y el periódico digital El Nacional.

Como un latido en el micrófono, de Clara Queraltó (Anagrama).





Fuente Clarin.com

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