Estamos tratando de digerir la vuelta de las retenciones de la soja del 26 al 33% y las del maíz del 9 al 12%. No voy a insistir sobre el impacto deletéreo de esta gabela en la ecuación productiva, que ya ocupó espacio suficiente como para que todo el mundo entienda.

Con la alquimia de la reducción temporaria lograron alguna liquidación acelerada. Difícil medirlo. Había alguna esperanza de que se mantuviera la quita. No fue. El Gobierno insiste con el “no se puede”, porque afectaría el equilibrio fiscal. Ya sabés que opino que “sí, se puede”, y he sugerido en esta columna y en tantas otras del suple de los sábados algunos mecanismos para compensar una eventual reducción o la eliminación definitiva.

La idea de mantener las retenciones en cierto nivel y entregar bonos, lo que implicaría que el productor recibiría el precio internacional pleno, pero le prestaría al Estado una parte de su excedente financiero, fue tomada por FADA, Barbechando y otros cenáculos agroindustriales.

Sin embargo, en el Gobierno lo rechazan con el argumento de que son parches, y tienen dudas acerca de si una medida así generaría un aumento de la producción. Es raro que haya quien piensa que la producción es insensible a los precios. Los bonos tendrían esta función: completar precio. Con ello se habilitarían millones de hectáreas que hoy están fuera de juego. Por distancia y por ecología. Con precio lleno, por ejemplo, podríamos regar un millón de hectáreas, la mayor parte alejadas de los puertos. Porque a diferencia del corn belt de los EEUU, o de los Cerrados en Brasil, acá a medida que te alejás de los puertos llueve menos y hay menos fertilidad natural.

Pero bueno, habrá que seguir machacando. Sin dejar otras tareas igualmente importantes para bajar costos: infraestructura, rutas, bitrenes, ferrocarriles privados, eliminación de otros impuestos igualmente gravosos, insistir con las desregulaciones, donde hay que reconocer que se han dado pasos fundamentales, como con la unificación cambiaria.

Lo que sí es imperdonable es que desde el propio gobierno libertario se haya demonizado a uno de los grandes hitos de la Segunda Revolución de las Pampas: el silobolsa. El apuro por contar con las divisas, impulsando la rápida liquidación de las cosechas, instaló la idea de que los productores son una banda de especuladores que atentan contra las necesidades del país. El silobolsa cayó en la volteada. Vamos a reivindicarlo.

Ya te conté alguna vez la historia de esta maravilla, que vino aresolver el bíblico problema del almacenaje de granos. Te la repaso: en 1982 fuimos con Dinámica Rural al Farm Progress Show y a la World Dairy Expo. Uno de los que viajó fue Raúl Cata, tambero. Allí tomó contacto con dos empresas que exhibían embolsadoras para forraje picado: Silo Press y Ag Bag. Se enamoró del sistema, y quiso comprar una máquina. Pero el costo era prohibitivo, por los derechos de importación, que pesaban tanto sobre la embolsadora como sobre las bolsas, que no se fabricaban en el país. Lo bueno es que se empezó hablar del tema. El primero que se interesó fue Zacarías Klas, dueño de IPESA (Industrias Plásticas de Extrusión SA), que fabricaba film de polietileno. Ya había revolucionado la lechería con invento del sachet, que le permitió a Mastellone penetrar en un mercado hasta entonces dominado por la botella de vidrio. Una logística muy costosa porque había que retornar los envases y someterlos a la compleja operación de lavado y enjuague.

Pero a diferencia del sachet de leche, que era simplemente un tubo (tal como sale de la extrusora) que se iba llenando y cortando por litro, en el caso del embolsado de granos era necesario plegar el tubo. Zaca imaginó rápidamente un sistema de plegado de alta velocidad, y el material indicado para que se fuera deslizando mientras se llenaba.

Hacían falta las embolsadoras. El primero que la hizo fue Carlos Martínez, de M&S en Tandil. Y fue para almacenar maíz molido de alta humedad (HMC, High Moisture Corn). Un par de rodillos aplastaba los granos y un sinfín los embutía en el bolsón. Empezó con 5 pies. Fue un boom. Comenzó como empresa de servicios pero pronto vio la veta comercial. Enseguida se dio cuenta de que la mesa estaba servida para el almacenaje de granos secos.

En IPESA no la dejaron escapar. El ladero de toda la vida de Zacarías, Carlos Puiggari, había armado el negocio con Mastellone, a quien proveían en exclusiva. Ahora le tocaba el desafío de meter el silobolsa en el mercado.

Te la hago corta. El silobolsa no solo se convertiría en la solución para el crónico problema del almacenaje de granos en la Argentina. Es, sobre todo, un solución logística, que permite reducir costos de fletes y de cosecha. Se redujo el costo del transporte, regulando el flujo de granos. Hizo falta menos estructura de silos costosos. Las plantas convencionales pasaron a ser simples estructuras de servicio (secado y almacenaje temporario). Las principales exportadoras lo adoptaron rápidamente, instalando playones en acopios y puertos.

Y no solo en la Argentina, sino en todo el mundo. Ipesa es el mayor proveedor mundial se silobolsas. Más de cincuenta países. Varias fábricas argentinas de carros tolva, embolsadoras y extractoras pululan por las principales exposiciones de maquinaria ofreciendo exitosamente sus equipos. Es el mayor consumidor de polietileno de la Argentina, y no alcanza con la producción nacional. El polietileno es gas convertido en grumo que pasa por la extrusora, donde “se derrite” y se forma la bolsa. El silobolsa es Vaca Muerta con valor agregado. El maíz, el trigo y la soja le agregan valor a Vaca Muerta.

Pero sobre todo, es una solución logística. Además, le da opciones al productor frente a la añosa dependencia del acopio. Y del acopio respecto al exportador. VLLC.

El gran salto fue en 2002, cuando la salida de la convertibilidad los dejó a la intemperie: no se sabía si les iban a pesificar la cosecha, y la mejor alternativa era guardarla. Pocos tenían silos, y vino la explosión de los bolsones. El que guarda, tiene, decían los viejos. Alguno en el gobierno K, soñaba con una lluvia de flechas al estilo de la guerra de Troya…

Así que a sacarse la idea de que es una herramienta para “especular”, lo que por otro lado no tiene nada de malo. De nuevo: VLLC.

Sigamos un poquito. Imaginemos, por ejemplo, que el gobierno se equivoca con esto de que la producción es insensible a los precios. Que no va a incrementarse la cosecha con la eliminación de los derechos de exportación. Y que si se deciden a dar ese paso, la producción crecería 30 millones de toneladas el primer año (sucedió con el maíz en 2016). No solo habría 5 mil millones de dólares extra, sino un mercado nuevo para 150.000 bolsas. Y 2 millones de toneladas de urea, que también es Vaca Muerta con valor agregado.

Y después tenemos todo el efecto difusión de este salto productivo por el conjunto de la economía y la sociedad. El caso del silobolsa es un ejemplo más de que “el campo” es mucho más que “el campo”.



Fuente Clarin.com

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