El “chico de tapa” de esta edición de Clarín Rural es el Simposio de Fertilizar, que se llevó a cabo esta semana en Rosario. Un encuentro de enorme relevancia, que llega en el arranque de la campaña agrícola 2025/26. Todo el mundo está calentando motores, y sería fantástico que el gobierno haga su parte.

No es lo que sucedió en las últimas semanas. Es cierto que el Gobierno no modificó su decisión de enero, cuando decretó una rebaja temporaria de los derechos de exportación para todos los cultivos. Pero el ministro de Economía Luis Caputo, y el propio presidente Javier Milei hicieron declaraciones preocupantes, cuando volvieron a la carga con el apuro para que los productores vendieran su mercadería.

Después, el mismo Caputo embarró un poco más la cancha. Fue cuando afirmó que al Gobierno no le preocupaban los dólares, sino el equilibrio fiscal. Y que la razón por la que la reducción de las retenciones era temporal estaba relacionada con este punto. Dejó flotando el fantasma de las retenciones móviles.

Y esto está muy relacionado con el tema de los fertilizantes. Los derechos de exportación alteran la relación insumo producto como ningún otro factor de la producción, ya que es el que más pesa en la ecuación productiva. El ministro exhibió como un beneficio para el sector el final del desdoblamiento cambiario. Pero la realidad es que este punto no tenía tanta incidencia, ya que el fertilizante y todos los demás productos que compra el campo funcionaban con el tipo de cambio oficial.

En cambio, la detracción de precio provocado por las retenciones determinan que sea necesario aplicar una mayor cantidad de producto para adquirir una unidad de fertilizante o cualquier otra cosa necesaria para producir. Así, tiene un claro sesgo anti tecnológico. La tendencia es una producción más “extensiva”. Más tierra que tecnología.

Pero hay más. En estos días el Gobierno eliminó los derechos de exportación a la mayor parte de las manufacturas de origen industrial (MOI). El “sacrificio fiscal” -según el propio ministro- será de 4 mil millones de dólares. Es la mitad de lo que se espera recaudar por retenciones. Un pésimo mensaje, que subraya la vigencia (en el ideario de Caputo) de la idea de que el agro es un sector “primario” y menos plausible que otras industrias.

Revisemos esto. Cuando hace exactamente 30 años se había iniciado la construcción de la planta de urea de Profértil en Bahía Blanca (por entonces la más grande del mundo), en esta columna luchábamos para que se entendiera al agro como industria de alto valor agregado. El secretario de Industria por entonces era el gran intelectual de la economía y la educación Alieto Guadagni. Me convocó para conversar y yo pensaba que me iba a remarcar la importancia de esa inversión.

Pero Guadagni me sorprendió cuando remarcó que coincidía con la visión de que el campo es una industria que le agrega valor a muchas otras consideradas más plausibles. “Vea Huergo: aquí todavía fertilizamos poco, así que cuando arranque Profértil casi todo va a ir a exportación. Entonces, van a aumentar las exportaciones de manufacturas industriales, mientras los productos primarios permanecen igual. Muchos van a decir que el país está cambiando para bien”.

Y siguió: “Pero fíjese si el año que viene todos fertilizan y no queda urea para exportar. Vamos a tener para exportar mucho más trigo y maíz, que figuran como productos primarios. Y van a caer las exportaciones de urea. ¿Qué pasó? ¿El país se ‘primarizó’?”

Una genialidad. El trigo, el maíz, le agregan valor a la urea. La urea es gas que sublima en grumos. Ese gas es también el polietileno que se elabora en Bahía Blanca y va a las extrusoras de Rio Chico para convertirse en silobolsas. La silobolsa se consume en su primer uso, así que puede considerarse un insumo de la producción agrícola. Cuando exportamos trigo, producto “primario”, exportamos Vaca Muerta en distintas versiones de valor agregado.

No entender esto es sumar lucro cesante. Una pena. El trigo sigue siendo el punto de partida de algo nuevo.



Fuente Clarin.com

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