Subirlas demanda un esfuerzo no menor, es cierto, pero la recompensa es impagable. Son 588 escalones anchos -algunos, de hasta 3 metros-, de piedra, y en plena temporada el sol castiga impiadoso.

Aún así, subir por las antiguas escaleras de Karavolades, en la bellísima isla de Santorini, rodeada del azul intenso del mar Egeo, es una experiencia inolvidable. A medida que se va ganando altura, el paisaje gana en amplitud, y es un regalo para los ojos y el alma desde lo alto, allí donde comienzan las callejuelas estrechas de la ciudad de Fira, repletas de tiendas de souvenires, artesanías típicas y restaurantes.

Construidas en el siglo XVIII para conectar el viejo puerto de Santorini, a orillas del mar, con Fira, en lo alto de la colina, las escaleras, con sus peldaños de piedra, son un ejemplo de la ingeniería griega tradicional, adaptadas magistralmente al terreno escarpado.

Hoy lucen restauradas y aptas para la caminata de todos, aunque hay que andar con cierto cuidado a la mañana porque suelen ponerse resbalosas con el rocío, pero especialmente por los burros que suben y bajan constantemente -y dejan sus “recuerdos” por el camino, que hay que ir esquivando-.

Muchos de esos burros transportan cargas entre el puerto y la ciudad, y otros llevan turistas: sí, se puede subir a Fira en burro y también en un moderno teleférico que circula muy cerca, pero claro, no es lo mismo; las escaleras son el modo más “auténtico”, el que se usa desde hace casi dos siglos.

Este camino sinuoso de piedra que serpentea por el acantilado tiene múltiples curvas, y desde cada una, una vista diferente pero igualmente espectacular del mar Egeo.

Y técnicamente se consideran de dificultad “moderada”, calculando que, en promedio, se tarda una hora en subirlas. Claro, se puede optar por ascender en el teleférico y bajar por las escaleras, eso sí, dándose tiempo para sentarse un rato en las curvas (fuera del paso de los burros) para tomar agua y fotos. Los cafés y bares con refrescos están en la parte superior e inferior de la escalera, no en el medio.

Bajé y subí montado en un burro. Fue un poco desconcertante bajar como parte de un grupo de burros atados juntos, pero lo hicimos con seguridad. Al volver a subir, mi burro sabía qué hacer, pero el problema eran los otros burros sin jinete que querían pasar por detrás. Cada vez que se acercaban, mi burro echaba a correr escaleras arriba conmigo agarrado por la vida. Volvimos sanos y salvos y disfrutamos mucho del paseo. Una gran experiencia en general”, es una de las experiencias que relatan los viajeros en sitios de Internet.

Dos puntos en especial son bastante comunes en todos los comentarios: primero, las fantásticas vistas desde la escalera, y segundo, el intenso tránsito de burros, que suelen complicar el paseo.

Como muestra, el siguiente: “¡Vistas impresionantes! Pero, ¡ay los burros! No tienen ningún reparo en aplastarte contra el muro lateral… ¡Así que ten cuidado! Después de que me aplastaran, fui lista y me escondí detrás de unos postes cuando pasaban. Si haces eso, ¡no pasa nada! Hay caca y pis de burro en los escalones… pero es fácil evitarlos en su mayor parte. Subimos y bajamos… En general, fue mucho mejor que esperar en la larga fila del teleférico… Hermosas vistas… Definitivamente vale la pena hacerlo al menos una vez”.



Fuente Clarin.com

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