En la saga de la “agricultura liviana”, que es la característica distintiva de la Segunda Revolución de la Pampas y la base de su extraordinaria eficiencia (económica y ambiental), es la hora de ajustar la puntería. La precisión, que estuvo omnipresente en Expoagro 2025.

Y sin dar respiro, esta semana vivimos una vuelta de tuerca con el impactante rally de Don Mario, en Chacabuco, Junín y América, donde se mostró que también llegó la genética de precisión (pág 4 y 5). Un salto tecnológico que subraya el liderazgo del país en el nuevo rumbo de la forma de producir alimentos, fibras y bioenergía a nivel global.

Don Mario es la número uno del mundo en genética de soja, el cultivo que proporcionalmente más ha crecido en superficie y producción en los últimos treinta años. La cosecha total pasó de 100 a 400 millones de toneladas.

Y todo es vertiginoso. Tuvimos la oportunidad de asistir, acompañando a un pequeño grupo de productores, al inicio de la operación en Brasil. Hoy, con 170 millones de toneladas, explica más de un tercio de la producción mundial. Cerca de la mitad es genética Don Mario. Impresionante. También están penetrando fuerte en Estados Unidos, segundo productor mundial, y hace años que son los número en la Argentina, donde pagan el precio de una doble pinza: el estancamiento sojero y las fallas del sistema de propiedad intelectual. Que todos reconocen, pero el poncho no aparece.

Un par de hechos no por todos conocidos. La empresa se inició hace 43 años en Chacabuco, cuando los hermanos Gerardo y Alejandro Bartolomé se asociaron con un grupo de amigos para sembrar 50 hectáreas de soja en un campo alquilado a la madre de uno de ellos: César Belloso. Nacía “Asociados Don Mario”. Con el tiempo, Gerardo fue adquiriendo las partes de sus socios, cada uno con su propio emprendimiento. Todos están dejando huellas…

César se convertiría en uno de los líderes de la siembra directa, alcanzando la presidencia de AAPRESID. Gran productor, excelente agrónomo, emprendedor serial, hoy con sus hijos está involucrado en la producción de especialidades, apuntando al enorme negocio de los alimentos basados en proteínas vegetales (arvejas en particular).

Otro de los socios, Juan Pablo Jasminoy, sacerdote y educador, fundador del Colegio Madre Teresa en Virreyes, una obra extraordinaria en lo pastoral y social.

Cuando recién nacía Don Mario, Alejandro era el administrador de la estancia Runciman, cuando en 1984 se hizo la segunda Expodinámica. Allí lo conocí, y seguí sus pasos hasta hoy. Armó una bodega en Mendoza y produce excelentes vinos (“Pielihueso”).

Desde hace un par de años, el CEO de Don Mario es Ignacio Bartolomé, hijo de Gerardo. Aguerrido como el padre, que llevó el liderazgo en soja a una posición privilegiada en semillas de trigo y maíz híbrido.

La gran pegada fue cuando a mediados de los ’90 empujaron las variedades de grupo IV en soja. Cuando llegó el RR, la por entonces líder era Nidera, que había ganado espacio con cultivarles más largos (grupos V y VI). La combinación grupo IV con RR ganó mucho espacio y le dio gran prestigio a DM.

Anécdota que nunca conté, y creo que pinta en blanco el espíritu que Gerardo imprimió a su empresa. Don Mario todavía no tenía un híbrido de maíz en el mercado. Había firmado un convenio con Golden Harvest, una de las compañías más importantes en material genético del corn belt de los EEUU, y proveedora de líneas a otros semilleros.

Estando en el diario, a fines de los 90, recibo un cable de Reuters en el que informaban que Syngenta (la potente multinacional, por entonces suiza) había adquirido Golden Harvest. Lo llamo a Gerardo, para conocer su opinión. Sorpresa total. “¿Qué me estás diciendo”? Le leí el cable. No sabía nada.

A la media hora me llama y me dice: “Héctor, acabo de cancelar el contrato con Golden Harvest”. Quería preservar su autonomía a toda costa. La vio, pero había que tener coraje. Como cuando, hace un par de años, adquirió (a título personal) el paquete de LIAG, una gran empresa agropecuaria de una familia australiana con operaciones en el NOA y pampa húmeda. Sin perder nunca la humildad, la vocación por hacer las cosas bien, en una combinación envidiable: alto impacto y bajo perfil. Chapeau.

Y es como que la historia recién empieza…



Fuente Clarin.com

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