En Argentina, el amor por el queso trasciende todas las barreras. Entre la amplia variedad disponible, el queso cremoso y el queso mantecoso, también conocido como cuartirolo, ocupan un lugar especial en las cocinas. Estos dos tipos de queso son muy populares y, aunque a primera vista parecen similares, tienen diferencias que afectan cómo y en qué recetas los utilizamos.
Ambos quesos tienen una maduración corta y se caracterizan por su textura blanda que los hace extremadamente versátiles en la cocina. Pero, ¿cuál es la diferencia entre el queso cremoso y el cuartirolo?
La principal distinción entre estos dos tipos de queso radica en su proceso de fabricación. Según el sitio Platos Argentinos, el queso cremoso se elabora mediante una técnica de coagulación enzimática. Este proceso comienza acidificando la leche con cultivos bacterianos y luego se añade cuajo para coagularla.
El resultado es un queso de textura extremadamente suave y cremosa, tan fácil de untar como la manteca, ideal para derretirse en tus platos favoritos sin resistencia.
Por otro lado, el queso mantecoso se produce a través de un proceso de coagulación ácida. En este método, se introduce ácido láctico o vinagre a la leche para obtener la cuajada. Aunque también es suave, el cuartirolo tiene una consistencia más firme y elástica en comparación con el cremoso.
Es compacto y se puede untar bien, pero ofrece un poco más de resistencia al derretirse, lo que lo hace ideal para aquellos platos donde se busca mantener cierta estructura del queso.
El tiempo de maduración también juega un papel crucial en las características finales de estos quesos. El queso cremoso generalmente se consume poco después de su elaboración, lo que mantiene su frescura y textura cremosa. En cambio, el queso mantecoso requiere un período de maduración ligeramente más largo, que contribuye a su textura más densa y su capacidad para mantenerse firme bajo calor.
El queso cremoso es perfecto para recetas que requieren una textura suave y cremosa, como salsas para pastas, rellenos de empanadas, o simplemente untado sobre una tostada caliente por la mañana. Por su capacidad para derretirse fácilmente, también es ideal para gratinados o como base para dips cremosos.
En cambio, el queso mantecoso, con su textura más firme, es excelente en sándwiches, pizzas, y platos al horno donde se busca un toque de queso que se mantenga un poco más consistente. También es una excelente opción para picadas, acompañado de un buen vino tinto.