La coherencia puede considerarse una necesidad humana, pero muchas personas se obsesionan con ella y ven contradicciones por doquier. Es importante tener en cuenta que existe una base psicológica para la aparente “incoherencia”: la ambivalencia de los sentimientos. Debido a esto, podemos experimentar emociones encontradas frente a personas, situaciones o cosas.

Podemos ser coherentes, pero solo hasta cierto punto, nunca de manera absoluta. No somos sistemas lógicos basados en algoritmos, como la informática o la inteligencia artificial. Si bien nuestras mentes operan con un componente racional, este se encuentra constantemente influenciado por nuestro mundo afectivo-emocional.

Es imposible alcanzar la coherencia en el sentido en que algunos la exigen. En nuestra época, es razonable sospechar que detrás de esta exigencia existe un componente ideológico promovido por las grandes empresas tecnológicas. No parece casualidad que les convenga que los individuos se esfuercen en actuar así. Al perseguir un ideal de coherencia rígido, las personas terminan fragmentando su pensamiento, cuadriculando la realidad y relacionando sus aspectos solo desde una lógica estricta. Este tipo de funcionamiento es nocivo, pues representa la antítesis de la creatividad y la sabiduría. Para lograr un pensamiento pleno, es necesario ampliar la mirada, considerar múltiples perspectivas y liberarse de la trampa ideológica impuesta.

No está de más recordar que la rigidez mental y el estrés son dos grandes generadores de patología. En estas circunstancias, las personas inhiben partes de su pensamiento, lo que afecta tanto su realidad psíquica como su percepción.

Ps. Jorge Ballario psicologo.ballario@gmail.com

Menos celulares en las aulas, pero en los hogares…

El Gobierno porteño lo ha comprobado. Prohibir el uso de celulares en las aulas mejora la atención de los alumnos y su comunicación. Pero la problemática persiste en los hogares, donde muchos padres luchamos una guerra desigual en pos de limitar el uso de los celulares y computadoras. El tópico es complejo, e intentamos actividades alternativas como gimnasia, natación y música. También, el estímulo de lectura, con resultados no muy claros. Es que no solo los jóvenes, también los adultos, nos encontramos dependientes y esclavizados a dispositivos que nos abruman con un océano de información (provechosa o no) pero nos atrapan en una realidad virtual, alejándonos del mundo real y mermando nuestra posibilidad de poder interactuar con nuestros semejantes. Si nos retiran el celular, viene el enojo y la violencia verbal como la del adicto. Esto también debe cambiar.

Dr. Natalio Daitch nataliodsalud@hotmail.com

Con tanto para cambiar, se ofreció mucho y ahora se está quedando sin ideas para esta Argentina que se acostumbró a la mediocridad y a las dádivas de los gobiernos. Ya se están calentando las calderas de los violentos que surgen cuando no están en el poder, queriendo generar malestar en la población. Obvio que aprovechan a los jubilados que están siempre en lucha por un mejor pasar, ponen toda la artillería desestabilizadora en funcionamiento. Por eso necesitamos más acción del Gobierno, no tanto en hablar de lo de siempre esperando que cambie la economía, que está acostumbrada a hacer lo contrario de lo que se necesita hoy, busca su beneficio personal, tiene vida propia y es caprichosa. Por eso debemos esperar nuevas ideas y más aún en lo social; no en planes, sino en sacarnos la zona del cuello en lo que sí podría el Estado ayudar, bajar impuestos, dar créditos más simples para que no solo pueda acceder el que gana más de 9 millones, dar plazos de pagos, sumar ideas más para los de abajo y no solo para empresarios o inversores grandes. Tal vez por un tiempo empezar desde los de abajo.

Diego E. Cordón Imagenvisualdesign@gmail.com

Cada domingo, cuando abro Clarín, tras la lectura de titulares, apunto a la página 2, ansioso por leer a Alejandro Borensztein, legítimo heredero del legendario Tato. Y aunque bien redactada, es curioso que el autor no haya reparado que la primera frase, latiguillo que lo caracteriza, es una contradicción semántica que expresa lo opuesto a lo que pretende. Porque “antes que nada”, corresponde decir “ante todo”, que es precisamente lo que sigue a partir de ahí. Si vuelvo a ocuparme de ello en medio de catástrofes que nos agobian, es por lo imprescindible que conlleva ver que a lo lejos, detrás de su sombría cotidianidad, aún nuestro país tiene tenues lucesitas culturales e intelectuales que, como un faro, intentan ser eco de “Facundo”… sin desmanes. O al menos “Antes del Fin”, del inmenso aporte a la humanidad brindado por la cultura argentina. Para compensar eso de que “ante todo”, también hay un “antes que nada”. Ergo: que no se me ofenda el paisano Borensztein si lo corrijo, para eso estamos los mayores, jubilados de consumos, pero nunca de ejemplos y valores.

Adrián Armando Klas viyurklas@gmail.com

De recientes declaraciones, tanto de la vice Victoria Villarruel como de la jueza Karina Andrade, se desprende que, respecto de algunos temas, son coincidentes. Tildaron a la tumultuosa manifestación de jubilados de genuina expresión popular. Hicieron caso omiso de los actos de vandalismo perpetrados. No hallaron incompatibilidad entre el derecho legítimo de peticionar en las calles y los disturbios. Villarruel se solidarizó con los heridos, sin distinción. Loable gesto. Sin embargo, omitió establecer diferencias entre el accionar de los custodios del orden y de los que se dedicaron a subvertirlo. En cuanto a la magistrada, resulta llamativo que no niegue el mote que, en general, le adjudica el periodismo: camporista. Admitir su pertenencia a una corriente política determinada la aleja de las cualidades académicas e independientes que, por encima de cualquier otra característica, debería exhibir.

Alejandro De Muro demuroalejandro4@gmail.com



Fuente Clarin.com

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