Pedro Páramo y su película homónima de Netflix comparten la primera línea: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Eso es una pista de lo que verán quienes le den play a la nueva adaptación audiovisual de la novela con la que Juan Rulfo cambió el curso de la literatura latinoamericana.
En su debut como director, Rodrigo Prieto deja ver en la superficie de su película sus intentos de imitar esas imágenes amorfas que surgen en la mente de cada lector conforme lee el libro del autor mexicano (que en Argentina es editado en conjunto con las otras dos obras de Rulfo por Eterna Cadencia). Estos elementos que se traslucen en la película son las citas a la novela y un puñado de escenas experimentales.
Al que le gusta el terror, le gustan los fantasmas. Y acá sobran. Pedro Páramo puede no asustarte al estilo de una película de horror hollywoodense, pero sería una necedad asegurar que su mero concepto y su lúgubre atmósfera (y, sí, algún que otro golpe de efecto también) no calarán hondo en la audiencia más sensible.
El personaje que le da voz a la frase del principio es Juan Preciado, que a su vez es el narrador principal de la historia. Hijo no reconocido por Pedro Páramo que viaja a Comala para cumplir el último deseo de su mamá: cobrárselas caro a su padre. Pero Juan Preciado no sabe que su visita a esa aldea entre las montañas no será una más: se convertirá, casi literalmente, en su descenso al infierno.
Llevar al cine una novela fragmentaria y con multiplicidad de voces como la de Rulfo debe ser uno de los mayores desafíos que puede tener un guionista. Para hacerlo hay que excluir, simplificar, crear de cero (la palabra, como el agua, alcanza rincones distintos a los que llega el audiovisual). Y esto, en mayor o menor medida, ubica al escritor de cine en una posición desfavorable.
Pedro Páramo es una novela que se anticipó al boom latinoamericano y que despertó, por ejemplo, el apetito literario Gabriel García Márquez y la admiración de Jorge Luis Borges. Una vara altísima para cualquier cineasta, más si se trata de una ópera prima.
En la producción de Netflix, la magia que emerge del libro se intenta alcanzar con abultadas cantidades: participaron 30 músicos; 550 personas de producción; 900 extras; 2500 colaboradores -tan solo en el estado de San Luis Potosí-; hubo 50 días de rodaje en San Luis, Nayarit y Ciudad de México; artesanos locales confeccionaron más de 5000 prendas; fueron reservadas 14900 noches de hotel.
El pueblo mexicano reconoció estos números impresionantes: la convirtió a finales del año pasado en una de las películas más vistas en Netflix.
Además, entre sueldos y diversos pagos, el país recibió por parte de la “N” más de 18 mil millones de dólares. Así, afirmó Ted Sarandos, el CEO de la plataforma, Pedro Páramo contribuyó con el aumento del Producto Bruto Interno (PBI) del país y, obviamente, multiplicó las ventas de un clásico que todos deberían probar.