Todo comenzó con una mentira. Todo terminó con el degüello de un docente y la condena a prisión de quienes alimentaron el camino a la muerte. En el medio, las redes sociales y el uso adictivo y sin reflexión que de ellas se hace. Esta es una historia real, aunque parezca la peor de las ficciones.
El profesor francés Samuel Paty era una de esas personas entusiastas. No tomaba su labor docente como un trabajo rutinario: quería que todas las personas de su clase desarrollaran ideas propias y confiaba en el poder del debate como herramienta pedagógica.
En general, sus estudiantes reaccionaban con entusiasmo a sus desafíos. Aunque también había algunos que no. Ella, 13 años y muchas malas calificaciones, era una de ellos. Por eso, pensó que era una buena idea mentirles a sus padres y, en lugar de aceptar que se había rateado otra vez, denunció al profesor Paty por haber excluído a varios alumnos musulmanes de una clase en la que mostró una caricatura de Mahoma.
No era nada. Una mentira. Otra mentira, en realidad. No era nada hasta que su padre, ofuscado y aguijoneado por esa mentira, comenzó una campaña de acoso en redes sociales contra el profesor Paty.
No era nada, pero entonces un predicador integrista se sumó a la campaña y comenzó a presionar contra la escuela y las autoridades. Repetía la mentira y la desparramaba entre sus seguidores.
No era nada, pero algunos colegas del profesor Paty se asustaron y comenzaron a evitarlo. No era nada, pero entonces Abdulakh Anzorov, refugiado ruso de 18 años de origen checheno, pensó que el profesor merecía un castigo. El 16 de octubre de 2020 lo esperó a la salida del colegio y lo decapitó en plena calle. Luego, publicó la foto de la cabeza en Twitter y anotó que había actuado “en nombre de Alá”.
Las periodistas francesa Sonia Princet y Sara Ghibaudo elaboraron para Radio France un podcast de ocho episodios para analizar el modo en el que semejante tragedia fue construyéndose a partir de la mentira inicial. Entrevistaron a estudiantes, familiares y colegas del docente. El recorrido desde la primera falsedad es escalofriante.
Hay mucho que aprender en esta historia. Muchas preguntas que hacerse aunque el terrorismo islamita no sea un problema en este rincón del mundo. La deshumanización siempre es una puerta al infierno. Es bueno no olvidarlo.