El lugar más importante del planeta del que prácticamente nadie oyó hablar se llama Banco Saya de Malha, al que se ha denominado la isla invisible más grande del mundo. Situado en el Océano Índico, entre Mauricio y Seychelles, a más de 200 millas de la tierra, se extiende sobre un área del tamaño de Suiza y es hogar de los campos de hierbas marinas más grandes del mundo, lo que lo convierte en el sumidero de carbono más importante del planeta.
El banco, que en algunos puntos está apenas cubierto por menos de 10 metros de agua, ofrece una diversidad sin precedentes de hábitats de hierbas marinas para tortugas, además de ser un área de cría para tiburones, ballenas jorobadas y ballenas azules.
Los investigadores dicen que es una de las áreas menos estudiadas científicamente del planeta, en parte debido a su lejanía. La profundidad impredecible de la zona también ha significado que, a lo largo de los siglos, los barcos mercantes y los exploradores tienden a evitar estas aguas.
Durante mucho tiempo ha sido el tipo de territorio fantástico tan inexplorado que en los mapas antiguos se marcaba como “Aquí hay monstruos”.
Sin embargo, más recientemente, es recorrido por una diversa gama de personajes, incluidos pescadores de aletas de tiburón, pescadores de arrastre de fondo, mineros de los fondos marinos, pescadores varados, tripulaciones hambrientas, yates de lujo y colonizadores marinos libertarios.

La tragedia es que, dado que el Banco Saya de Malha se encuentra principalmente en aguas internacionales, donde pocas reglas se aplican, su biodiversidad está siendo sistemáticamente diezmada por una enorme flota de barcos pesqueros industriales que permanecen en gran parte sin control por la supervisión gubernamental.
Este ecosistema sigue sin estar protegido por tratados vinculantes importantes, en gran parte debido a una falta de voluntad política por parte de las autoridades nacionales y una perspectiva de “beneficios ahora, costos después” en los intereses pesqueros. La pregunta ahora es: ¿quién protegerá este tesoro público?
Una ecorregión en riesgo
El Banco Saya de Malha es una de las praderas marinas más grandes del mundo. Al igual que los árboles en la tierra, las hierbas marinas absorben dióxido de carbono de la atmósfera y lo almacenan en sus raíces y en la tierra. Pero las hierbas marinas lo hacen de manera especialmente rápida, a una tasa 35 veces mayor que la vegetación de la selva tropical. Por lo tanto, son cruciales para la existencia del planeta.
Debido a su ubicación remota, el banco está entre las ecorregiones marinas poco profundas menos estudiadas del planeta, y, trágicamente, la zona está siendo sistemáticamente diezmada por una flota multinacional de barcos pesqueros que prácticamente nadie rastrea ni supervisa.
Este ecosistema recibió su nombre, que significa “falda de malla”, hace más de 500 años, cuando los marineros portugueses lo descubrieron en alta mar y notaron olas de hierbas marinas bajo la superficie. En 2012, denominándolo como “único a nivel global”, la UNESCO lo consideró candidato para convertirse en un Patrimonio Mundial Marino por su “potencial valor universal excepcional”.

Las hierbas marinas son frecuentemente pasadas por alto porque son raras, y se estima que cubren solo una décima parte del uno por ciento del fondo marino. “Son el ecosistema olvidado”, dijo Ronald Jumeau, el embajador de Seychelles para el cambio climático. De hecho, están mucho menos protegidas que otras áreas costeras.
Solo el 26% de las praderas de hierbas marinas registradas están dentro de áreas marinas protegidas, en comparación con el 40% de los arrecifes de coral y el 43% de los manglares del mundo.
A menudo descriptas como los pulmones del océano, las hierbas marinas captan aproximadamente una quinta parte de todo su carbono y son el hogar de una gran biodiversidad. Miles de especies, incluidas muchas en el Banco Saya de Malha y aún desconocidas para la ciencia, dependen de las hierbas marinas para su supervivencia.

Pero el planeta ha perdido aproximadamente un tercio de ellas desde finales del siglo XIX y se siguen perdiendo un 7% más cada año, lo que equivale aproximadamente a perder una cancha de fútbol de hierbas marinas cada 30 minutos.
Las hierbas marinas también limpian el agua contaminada y protegen las costas de la erosión, según un informe del 2021 de la Universidad de California, Davis. En un momento en el que al menos ocho millones de toneladas de plástico terminan en el océano cada año, atrapan microplásticos actuando como una red densa, capturando escombros y fijándolos en el sedimento, según un estudio del 2021 publicado en Nature.
En un momento en que la acidificación del océano amenaza la supervivencia de los arrecifes de coral y las miles de especies de peces que los habitan, las hierbas marinas reducen la acidez al absorber carbono a través de la fotosíntesis, y proporcionan refugio, viveros y zonas de alimentación para miles de especies, incluidos animales en peligro de extinción como dugongos, tiburones y caballitos de mar.

El Banco Saya de Malha está bajo amenaza. Más de 200 barcos de alta mar, la mayoría de ellos de Sri Lanka y Taiwán, se han estacionado en las aguas más profundas a lo largo del borde del ecosistema en los últimos años, para pescar atún, pez lagarto, macarela chuparaco y peces forrajeros que se convierten en harina de pescado rica en proteínas, un tipo de alimento animal.
Los conservacionistas marinos afirman que los esfuerzos para conservar las hierbas marinas de este ecosistema no están avanzando lo suficientemente rápido como para marcar una diferencia.
“Es como caminar hacia el norte en un tren que va hacia el sur”, dijo Heidi Weiskel, directora del equipo de océanos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en Norteamérica.

El 23 de mayo de 2022, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución para declarar el 1° de marzo como Día Mundial de las Hierbas Marinas. La resolución fue patrocinada por Sri Lanka. Al hablar en la asamblea, el representante permanente de Sri Lanka ante la ONU, el embajador Mohan Pieris, dijo que las hierbas marinas son “uno de los ecosistemas marinos más valiosos de la Tierra”, destacando, entre otras cosas, su enorme contribución a la captura de carbono.
Pero el reconocimiento es una cosa y la acción es otra. Mientras el embajador pronunciaba su discurso en Nueva York, docenas de barcos de la flota pesquera de su país estaban a 9.000 millas de distancia, raspando afanosamente uno de los más grandes de esos mismos ecosistemas que él estaba pidiendo al mundo que protegiera.
The Outlaw Ocean Project. Dirigido por Ben Blankenship. Producción Ejecutiva: Ian Urbina