Su mente asesina y sus atrocidades marcaron un antes y un después en la percepción de los crímenes en la Argentina. Es que a finales del siglo XIX, Cayetano Domingo Grossi cometió actos tan horrendos que se lo catalogó como el primer asesino serial del país. Su caso no solo reveló la brutalidad de sus acciones, sino también la complejidad de las dinámicas familiares y sociales de la época.
Desde su llegada a Buenos Aires, en 1878, Grossi vivió una vida llena de penurias, trabajando en una variedad de empleos. Sin embargo, lo que parecía ser una existencia común escondía un oscuro secreto.
A lo largo de su juicio y ejecución, la atención pública se centró en los delitos aberrantes que cometió, particularmente en la forma en que trató a las mujeres de su familia y la brutalidad que desató sobre sus propios hijos.
La historia de Grossi culminó de forma trágica el 6 de abril de 1900, cuando fue fusilado por sus crímenes, y su ejecución fue llevada a cabo con un interés morboso como el que rodeó toda su historia. Las imágenes de su muerte parecieron más un espectáculo que un acto judicial, reflejando una fascinación por el horror que marcaría las crónicas policiales de la época.
Cayetano Domingo Grossi: La macabra historia del asesino en serie que dejó un rastro de sangre en Argentina

Cayetano Domingo Grossi, nacido en 1854 en Italia, llegó a Buenos Aires en busca de una vida mejor. Casado y con dos hijos, se desempeñó como carrero y formó una nueva familia con Rosa Ponce de Nicola, quien tenía tres hijas de un matrimonio anterior.
La situación en su hogar pronto se tornó sombría, ya que Grossi comenzó a abusar sexualmente de sus hijastras, Clara y Catalina, lo que resultó en la concepción de varios bebés.
El horror comenzó a salir a la luz el 29 de mayo de 1896, cuando en una quema de basura se encontraron en una bolsa partes del cuerpo de un recién nacido. La investigación posterior llevó a la policía a la casa de Grossi, revelando un ambiente de violencia y abuso sistemático. Fue entonces cuando se halló el cadáver de otro bebé oculto bajo una cama, lo que desató una serie de eventos que culminarían en su condena.
A medida que avanzaba la investigación se descubrió que Grossi había asesinado a cinco de sus propios hijos, todos ellos fruto de las violaciones a sus hijastras.

Mientras trataba de deslindar su responsabilidad, su defensa se basó en culpabilizar a las mujeres involucradas alegando que eran ellas las verdaderas responsables de los crímenes. Cuando se enfrentó a la justicia, Grossi clamó inocencia hasta sus últimos momentos, pero la evidencia era abrumadora.
El 6 de abril de 1900, Cayetano Grossi fue fusilado en la Penitenciaría Nacional. La ejecución fue fotografiada para ser publicada en revistas como “Caras y Caretas”. Aunque Grossi intentó armar una narrativa en la que él no era el verdadero culpable, su historia se convirtió en un símbolo de horror y caos, dejando una marca indeleble en la memoria colectiva argentina.