El año comenzó poniendo en discusión ciertos consensos que se habían logrado a nivel global como local sobre la igualdad de género. Nadie dudaba antes que era algo por lo que valía la pena trabajar; no sólo bajo la premisa de construir un mundo más justo, sino también por ser económicamente beneficioso.

De hecho, en el Foro de Davos 2025, además de la voz de Trump o de Musk contra las políticas relativas a la agenda de diversidad, equidad e inclusión, se oyó la del Banco Mundial, señalando que, si se cerrara la brecha de género en el empleo y la creación de negocios, el PIB mundial podría aumentar un 20%.

Pero esos datos hoy no ocupan la primera plana de los diarios ni generan entusiasmo en las redes sociales que despiertan los discursos enfervorizados cuestionando políticas tendientes a compensar desigualdades estructurales, como es el caso de los cupos de género.

Este avance de posiciones contrarias a los acuerdos que se fueron consolidando en torno a los ODS y otras iniciativas similares, se da en medio del estancamiento de indicadores sobre las brechas de género.

Las empresas, por su parte, quienes tienen un rol clave en cerrar las brechas de género en el mundo del trabajo, en algunos casos parecen cansadas o descreídas de los esfuerzos. En otros, temen ir contra la corriente.

También, ante este aire de cambio de época, las personas hoy sienten que pueden expresar abiertamente en su entorno laboral opiniones “políticamente incorrectas”, mostrando disconformidad sobre medidas de equidad adoptadas.

Para las compañías, parece difícil manejar esto. Algunas, por presión o por conveniencia, se bajan rápidamente del barco de la diversidad bajo la premisa “Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”, como decía Groucho Marx.

Hay que reconocer que el furor que tuvo el tema la última década llevó a que las compañías muchas veces adopten medidas imitando lo que hacían otras, o respondiendo a lineamientos globales que no sabían muy bien cómo procesar. El tokenismo, que implica hacer para mostrar, o cumplir sin cambiar verdaderamente nada, ha sido una práctica corriente, llevando a que la agenda de género esté prendida con alfileres.

Además, la toma de decisiones no siempre se basa en opiniones fundadas, sino en el sentido común o las propias impresiones. Así, se utiliza el término “ideología de género” para descalificar marcos conceptuales construidos científicamente que se desconocen; o se afirma que algo tiene “perspectiva de género” desde un punto de vista oportunista, sin saber qué implica. Esto contribuye a adoptar actitudes reactivas como las señaladas.

En este mar revuelto y de poca expertise para sostener el rumbo, bajarse ante las señales que están dando algunos gobernantes, parece ser una opción rápida, sin demasiados costos, aunque los tenga, al menos en términos de reputación.

Pero también es cierto que el continuar trabajando en lograr mayor paridad e inclusión de las mujeres, puede ser una gran oportunidad, creando ventajas competitivas no solo reputacionales sino en términos económicos, como es el caso de Mattel al poner en debate la agenda feminista en Barbie The Movie.

Para muchas, va a ser además imperativo, como ocurre con las que tienen su domicilio social en la Unión Europea. El 2024 cerró con el ajuste de las legislaciones locales de los países miembros para garantizar al 2026 que las empresas cuenten en sus directorios con un 40% del género menos representado, por lo cual van a tener que al menos trabajar en este eje tan crítico.

Las decisiones internacionales que van alineando las empresas tras la visión de Trump o tras los lineamientos de la Unión Europea, están comenzando a impactar a nivel local, en tanto son numerosas las empresas multinacionales que operan en nuestro país y cuya influencia alcanza sus cadenas de valor.

Manejar estas tensiones en los mercados locales es un desafío para quienes podían dudar de si era algo mandatorio o sólo algo “lindo de tener”, pero que creían incuestionable su legitimidad social.

Es momento de parar la pelota y pensar los próximos pasos, recordando que más allá de los vientos políticos, la igualdad de género tiene carácter constitucional en nuestro país, y eso ha impactado en los últimos 30 años, camino que no deberíamos desandar.

Seguramente cometimos muchos errores en lo que venimos haciendo en las empresas. Pero eso nos invita a aprender, a redoblar esfuerzos, a ser menos reactivos. No a inmovilizarnos. Es buen momento para separar la paja del trigo, y continuar trabajando. Si no, corremos el riesgo de tirar al bebé junto con el agua de la bañera. Evitarlo es nuestro principal desafío.



Fuente Clarin.com

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