En la esquina de Campana y Tinogasta, en el barrio porteño de Villa del Parque, se alza uno de los edificios más enigmáticos de CABA: una imponente mansión de cinco pisos, coronada por un torreón y una cúpula, adornada con figuras de animales que parecen espiar desde las alturas. Los vecinos, intrigados por su particular fachada, no tardaron en bautizarlo como El Palacio de los Bichos.
Construido en 1910 por el arquitecto Muñoz González, el palacio fue un regalo de bodas del aristócrata italiano Rafael Giordano para su hija Lucía y su yerno, el músico Ángel Lemos. La casa quedó lista justo antes del gran día, y la familia organizó una celebración majestuosa en sus salones, con música, brindis y alegría. Todo parecía perfecto… hasta que la desgracia tocó la puerta.
Con los años, este caserón no solo quedó marcado por la tragedia, sino que se convirtió en epicentro de una de las leyendas urbanas más oscuras de la Ciudad de Buenos Aires.
El 1 de abril de 1911, mientras los invitados saludaban desde los balcones, los recién casados partieron en un carruaje hacia su luna de miel. Pero a solo treinta metros, el horror se desató: un tren arrolló el coche nupcial y mató a la pareja en el acto. El maquinista, según las crónicas, no se dio cuenta del accidente hasta llegar a la estación de Retiro.
Devastado por la pérdida, Giordano ordenó cerrar la casa para siempre. Nadie volvió a habitarla por décadas. Pero el silencio pronto fue reemplazado por lo inexplicable.
Un año después del accidente, los vecinos comenzaron a hablar. Decían escuchar música clásica salir del edificio cerrado, y observar, desde la calle, figuras danzando como en una fiesta interminable. Lo más aterrador: estos espectros se desvanecían justo cuando pasaba el tren, a la misma hora exacta del choque fatal, de acuerdo a un artículo del sitio web del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Con el tiempo, los relatos se multiplicaron. Algunos aseguraban oír gritos de mujer, otros afirmaban ver sombras atravesando paredes. Incluso corrió la versión de que un maleficio protegía los secretos del palacio: periodistas y curiosos que intentaban investigar sufrían accidentes o enfermedades repentinas.
Durante décadas, el Palacio de los Bichos fue una postal lúgubre y cerrada del barrio. Pero en los años 90, la propiedad fue remodelada y hoy funciona un spa. A pesar de su nueva función, la leyenda persiste. Quienes pasan por allí todavía sienten que el lugar guarda algo. Tal vez un eco del amor truncado, o de la tristeza de un padre que nunca superó la tragedia.