A principios de los 80, el barrio Itaembé Miní, de Posadas, Misiones, se vio asolado por una serie de crímenes brutales que dejaron una marca que aún perdura en la memoria de sus habitantes.
Los archivos policiales dan cuenta de una ola de homicidios que conmovieron toda la comunidad. Haciéndose pasar por gendarmes, Ramón Daniel Domínguez y Adolfo Luis “Lauchín” Rodríguez utilizaron esa fachada para cometer todo tipo de vejaciones.
Durante más de tres años este dúo sembró el terror, especialmente entre las parejas jóvenes que visitaban zonas apartadas de Posadas en busca de intimidad. El modus operandi de los asesinos era tan meticuloso como cruel: simulaban operativos nocturnos para interceptar a sus víctimas y luego las sometían a abusos físicos y psicológicos antes de terminar con sus vidas.
El accionar criminal de los llamados “Asesinos de Itaembé Miní” llegó a su fin en 1983, cuando un error dejó pruebas concluyentes que los condujeron a ser juzgados y condenados a prisión perpetua.
Itaembé Miní: La historia del dúo criminal que atemorizó a Misiones en los años 80

Ramón Daniel Domínguez y Adolfo Luis “Lauchín” Rodríguez, oriundos de Misiones, protagonizaron una de las historias más violentas de la crónica policial de esa provincia.
Domínguez había desarrollado una personalidad mitómana, proyectándose como miembro ficticio de la Gendarmería Nacional, mientras que Rodríguez regresó a Posadas en 1980 luego de pasar un tiempo prófugo por el asesinato de su esposa, en 1977.
Fue en esos años cuando, juntos, desataron una ola de homicidios caracterizados por un accionar tan meticuloso como escalofriante.
El primero de ellos, en el invierno de 1980, tuvo como víctimas a Wilfrida Noemí Lenguaza y Gustavo Omar Bolano, brutalmente asesinados a martillazos y puñaladas tras ser emboscados y llevados a un descampado.
Este crimen marcó el inicio de una escalada de violencia que se intensificó en 1982, cuando la pareja criminal perpetró robos, asaltos con violación, e incluso fue vinculada con la muerte de Ricardo Marcelino Núñez, un presunto cómplice al que golpearon hasta matarlo cuando amenazó con delatarlos.
En enero de 1983, Domínguez y Rodríguez cometieron su último doble homicidio conocido, el de Laura Silvana Sirimarco y Fernando Aníbal Marín, jóvenes pertenecientes a familias tradicionales de Posadas, cuyos cuerpos fueron hallados con lesiones cortantes y disparos.

El hallazgo de la corredera de una escopeta en la escena del crimen fue clave para su identificación y posterior captura. Las investigaciones también atribuyeron al dúo numerosos abusos y crímenes que jamás fueron denunciados, por vergüenza y miedo, configurando así un patrón de extrema crueldad. En cada caso, su frialdad y sadismo quedaron plasmados en la escena del crimen.
Los informes psiquiátricos los describieron como sujetos con rasgos psicopáticos, paranoicos y perversos, perfiles que, combinados con su desprecio absoluto por la vida humana, los convirtió en criminales emblemáticos.
Condenados a prisión perpetua en 1985, pasaron 25 años encarcelados hasta su liberación, en 2008. El Servicio Penitenciario Provincial, junto a los peritos, certificaron informes positivos de conducta dentro de las distintas prisiones en las que cumplieron condena.
Su liberación marcó el fin de un largo capítulo de reclusión, pero el recuerdo de sus crímenes quedó grabado como uno de los períodos más aterradores en la historia criminal de Misiones.